Puertas como espejo de fuerza y debilidad (símil)
“El recuerdo de la anécdota siguiente: Hugo, hacia el final de su vida, que vuelve a dar por enésima vez el mismo paseo con Juliette Drouet y no interrumpe su silencio, al paso de su carruaje ante una propiedad a la que se accedía a través de dos puertas, una grande, una pequeña, más que para señalar a Juliette la grande: 'Puerta para caballerías, señora' y escuchar la respuesta de ella, que le señala la pequeña: 'Puerta peatonal, señor'; […] Estas dos puertas son como el espejo de su fuerza y también de su debilidad, sin que se sepa cuál es el de su pequeñez, cuál el de su grandeza”.
Recuperando una anécdota que conoce del escritor francés Victor Hugo, Breton explica que paseando con quien sería su pareja en aquel momento, ambos tenían siempre un mismo diálogo en referencia a dos puertas que veían ante una propiedad. Breton compara esas dos puertas con la debilidad y la grandeza de Hugo. Lo curioso es que no dice, por ejemplo, que la grande correspondiera a su grandeza y la pequeña a su debilidad, sino que no queda claro, en realidad, cuál es cuál. Esto agrega a la anécdota un tinte paradójico y reflexivo en torno a aquello que las personas podemos considerar fuerte o débil.
Morada de cristal (metáfora)
"Por lo que a mí se refiere, he de continuar viviendo en mi morada de cristal, en la que en cualquier momento uno puede ver quién viene a visitarme, donde todo lo que cuelga del techo y de las paredes se sostiene como por encanto, donde por las noches descanso en un lecho de cristal con sábanas de cristal, donde quién soy yo me será revelado más pronto o más tarde grabado al diamante".
Con esta metáfora, Breton quiere dar a entender que él es muy transparente en lo que refiere a su vida personal. Considera que un escritor se da a conocer de esta manera, es decir, mostrando sus hábitos cotidianos a quien quiera conocerlos, y no tanto por lo que escriba en sus libros.
Dudas como un combate interno (símil)
"También parece como si en su interior se estuviera librando algún combate, pero de repente se confía, cierra por completo los ojos, me ofrece sus labios…".
André se da cuenta de que Nadja tiene algunas dudas con respecto al vínculo que los une. Pareciera como si se preguntase internamente si puede confiar en él. En este sentido, Breton piensa que esta duda puede compararse con un combate interno que se libra en el interior de la muchacha antes de decidirse, por ejemplo, a besarlo.
Incertidumbre como precipicio (metáfora)
"¿Qué hacer esta tarde, si no la veo? ¿Y si nunca más la viera? Ya nunca sabría. Me habría merecido no saber nunca más. Y jamás volvería a presentarse la ocasión. Existen esas falsas anunciaciones, esas gracias de un único día, verdaderos precipicios para el espíritu, abismos, abismos en los que se ha arrojado el espléndidamente triste pájaro de la adivinación".
Luego de un tiempo de vincularse con Nadja, André no sabe bien lo que sentiría si ya no la viera más. Menciona, a su vez, que este tipo de anticipación acerca de lo que va a pasar es metafóricamente un precipicio, ya que la mente de la persona se entrega a las posibilidades de lo que puede suceder y es como si se cayera a un sitio muy profundo del que es prácticamente imposible salir.
Nadja como espíritu etéreo (símil)
"Desde el primero hasta el último día, tuve a Nadja por un genio libre, algo así como uno de esos espíritus etéreos a los que determinadas prácticas de magia permiten atraerse momentáneamente, pero que de ninguna manera podrían ser sometidos".
André compara a Nadja con un espíritu etéreo para dar a entender que era una mujer libre y sin cadenas, difícil de aprehender o sujetar.