Resumen
En esta sección analizaremos, a partir de cinco poemas representativos, la producción poética de Emily Dickinson que tiene como tema central al amor.
¡Las noches tempestuosas, las noches tempestuosas!
La voz le dice a otra persona que, si estuvieran juntos, las noches tempestuosas serían su lujo. Luego afirma que ni los vientos ni las cartas ni la brújula le importan a un corazón que ha llegado a puerto. Finalmente, se imagina remando en el Edén y le dice a esa otra persona que quiere morar esa noche en ella.
Aprendimos el todo del amor
En este poema, la voz se dirige a otra persona. Le dice que han aprendido todo del amor: el alfabeto, las palabras, un capítulo y luego un grueso tomo. Afirma que la revelación estaba entera y, sin embargo, cada uno encontró en el otro una ignorancia. Además, cada uno intentó exponer lo que no comprendía. Finalmente, afirma que la sabiduría es grande, y la verdad es muy variada.
Me levanté Temprano
La voz dice que se levantó temprano, paseó al perro y luego visitó al mar. Allí vio a las sirenas y a las fragatas (que creyeron que ella era un ratón), pero ningún hombre la conmovió hasta que la marea cubrió su zapato, su delantal, su cinturón y su corpiño, e hizo como si fuera a devorarla. Luego, la siguió hasta que llegaron a pueblo firme. Allí, el mar parecía no conocer a nadie y, tras mirarla fijamente, se retiró.
Que yo era “grande” me dijiste un día
La voz, en segunda persona del singular, le recuerda a otra persona que un día le dijo que ella era grande. Le dice que si eso lo satisface, entonces será grande, o chica, o del tamaño que esta persona quiera. Le pregunta si quiere que sea alta como un ciervo o diminuta como el reyezuelo. Finalmente, le pide que le diga qué quiere, ya que es tedioso adivinarlo. Puede ser un rinoceronte y un ratón a la vez, pero necesita que se lo pida. También puede ser reina o criada, u otra cosa o nada. Puede ser lo que sea, con tal de ajustarse a lo que esa otra persona le pida.
Canto para llenar la espera
La voz afirma que canta para llenar la espera. No tiene nada más que hacer, excepto atar su sombrero y cerrar la puerta de su casa. Recién cuando llegue el otro, viajará junto a él y se contarán cómo cada uno cantaba para alejar la oscuridad.
Análisis
En los poemas de Dickinson, el amor a menudo se presenta como un estado emocional poderoso, aunque sumamente problemático. Tal como suele suceder en las obras del Romanticismo oscuro, en la poética de Dickinson el amor aparece atravesado por la melancolía, las pasiones intensas y la angustia emocional. Las relaciones amorosas nunca llegan a buen puerto. Las dificultades que obstaculizan al amor suelen ser de tres tipos: la falta de correspondencia, la dificultad o imposibilidad de estar juntos en el mismo tiempo y lugar, y la falta de comprensión.
Veamos un primer ejemplo. En “Aprendimos el todo del amor”, la voz dice:
Aprendimos el todo del amor.
El alfabeto, las palabras,
un capítulo y luego el grueso tomo.
Estaba entera la revelación.No obstante, cada uno
vio en los ojos del otro una ignorancia (2019, p. 56).
En este caso, el amor no ha llegado a buen puerto por falta de comprensión entre los amantes. Existió correspondencia y cada uno de ellos comprendió qué es el amor, pero a su manera. Podría decirse entonces que los amantes comprendieron al amor, pero no se comprendieron entre ellos. Veamos ahora un ejemplo en el que los amantes sí parecen comprenderse. En “Canto para llenar la espera”, la voz dice:
Canto para llenar la espera.
No tengo más que hacer
que atarme mi sombrero,
cerrar la puerta de mi casa.Hasta que oiga sus pasos que se acercan
y viajemos al día y nos contemos
cómo cantábamos
para alejar la oscuridad (2019, p. 65).
Aquí, la imposibilidad es otra. Los amantes están condenados a pasar mucho tiempo separados y a vivir en la oscuridad durante gran parte del día. Es cierto que el final tiene un tinte optimista, pero el foco del poema no está puesto allí, sino en el vacío que genera la ausencia de la persona amada.
He aquí, entonces, una interesante diferencia entre el Romanticismo oscuro y el Romanticismo clásico. En el Romanticismo clásico, cuando hay correspondencia amorosa, esta es tan plena que el vacío desaparece por completo. En la separación, los amantes se recuerdan y eso les basta para sentir que la vida tiene sentido. En el Romanticismo oscuro, siempre se sufre. La plenitud amorosa es, pues, tanto una bendición como una condena.
Como ya hemos visto a lo largo de la guía, algo que diferencia a Dickinson del resto de los representantes del Romanticismo oscuro es su característico sentido del humor. Este también aparece en los poemas de amor. Por ejemplo, en “Que yo era ‘grande’ me dijiste un día”, la voz dice:
Que yo era “grande” me dijiste un día.
Está bien: seré “grande” si eso te satisface.
O chica. O de cualquier otro tamaño.
(…)
Dilo y seré rinoceronte
o ratón
—a un mismo tiempo— para ti (2019, p. 63).
En este poema, el amor no llega a buen puerto por falta de correspondencia. El tono humorístico llega a bordear lo infantil y, sin embargo, estos versos no dejan de transmitir la desesperación y la carencia afectiva que predominan en la poética amorosa de Dickinson.
Otra particularidad de los poemas amorosos de la autora es que suelen estar en segunda persona, ya que la voz generalmente interpela a la persona amada. He aquí otro ejemplo al respecto. En “¡Las noches tempestuosas, las noches tempestuosas!”, la voz dice:
¡Las noches tempestuosas, las noches tempestuosas!
Si estuviera contigo,
nuestro lujo serían
las noches tempestuosas.
(…)
Ya en el Edén remando.
¡Ah, el mar!
Que pueda yo esta noche
morar en ti (2019, p. 32).
La imagen de las noches tempestuosas ligada al amor es típica dentro del Romanticismo oscuro. En este movimiento literario, el amor es concebido como una potencia destructiva, arrasadora y mortal. De hecho, los versos de la última estrofa citada permiten interpretar que la voz no desea estar con otra persona, sino arrojarse al mar y llegar al paraíso remando. Es decir: desea suicidarse.
Esta convergencia entre el hombre y el mar, entre el amor y la muerte, también aparece en el poema “Me levanté Temprano”. Allí, la voz dice:
Pero ningún Hombre me conmovió ― hasta que la Marea
Fue más allá de mi inocente Zapato ―
Y pasó mi Delantal ― y mi Cinturón
Y pasó mi Corpiño ― también ―E hizo como si Él fuera a devorarme ― (2013, p. 69).
En este poema, el mar es presentado como si fuera un atractivo amante. El tono de estos versos es claramente erótico y la voz se siente cautivada por ese hombre-mar poderoso que está a punto de devorarla. Cabe mencionar, en este punto, que el océano es uno de los espacios privilegiados por el imaginario romántico. El mar embravecido, así como otros paisajes recurrentes para los románticos, como los abismos y los lugares abrasados por el fuego, evocan para los románticos el sentimiento de lo sublime. Lo sublime consiste en una experiencia superadora de lo bello, en la medida en que conecta al espectador con lo trascendente. Así, lo sublime atrae y espanta en partes iguales, porque la belleza de esta experiencia trae aparejada, como el paisaje de un abismo, la posibilidad de la muerte. Se entiende, en este punto, que, en Dickinson, la persona amada, y asimilada al paisaje sublime del mar, pueda “devorar” a su amante, el yo lírico.
Ahora bien, tal como sucede en toda la poética amorosa de Dickinson, esta unión termina siendo efímera:
Y Él ― Él me siguió ― de cerca
Y sentí Su Talón de Plata
Sobre mi Tobillo ― Entonces mis zapatos
se desbordaron de Perlas ―Hasta que Nosotros encontramos el Pueblo Firme ―
Él parecía no conocer a Nadie ―
E inclinándose ― con una Poderosa Mirada
Hacia mí ― El Mar se retiró ― (2013, p. 69).
El momento en el que “los zapatos de la voz se desbordan de perlas” metaforiza la unión carnal entre ella y el mar. Ahora bien, tras esa unión, cada cual vuelve a su espacio natural: la voz al pueblo y el mar al mar. La voz, entonces, vuelve a quedar sola: el amor, efímero e inaprehensible, ha vuelto a desaparecer.