La muerte
La muerte es el tema más importante de la poética de Dickinson. Está presente tanto en los poemas que la autora escribe en su juventud como en aquellos que escribe poco tiempo antes de morir. Es decir, durante por lo menos cuarenta años, Dickinson le dedica versos a la muerte. Es lógico entonces que este tema no aparezca en la poesía de la autora de una manera unívoca, sino que se presente a través de diferentes tonos, y suscite distintas reflexiones y emociones que, incluso, pueden llegar a ser contradictorias entre sí.
Muchas veces, la muerte se presenta amenazante, otras, es una entidad bondadosa y amable. En algunas ocasiones, hace que la vida pierda sentido, y en otras ocasiones se presenta como un descanso pacífico después de tanto trajín. Ahora bien, si algo nunca cambia en la percepción de Dickinson sobre la muerte es que esta es una parte fundamental de la vida. La muerte no es simplemente un hecho biológico que se manifiesta en el deceso, es una sensación que nos acompaña durante cada momento de la existencia.
El reconocimiento, el éxito y la fama
En la poética de Dickinson, el reconocimiento, el éxito y la fama se presentan de dos maneras muy diferentes:
Por un lado, la autora postula la idea de que para lograr reconocimiento uno debe pasarse la vida exponiéndose y figurando. A través de esta estrategia, uno conseguiría ser reconocido por un público ignorante, burdo y carente de sensibilidad. En este sentido, el reconocimiento y la fama son presentados como una banalidad ridícula.
Ahora bien, por otro lado, Dickinson tiene una gran cantidad de poemas en los que la voz desea fervientemente ser reconocida. Llega a postular incluso que ese es su gran sueño. Sin embargo, nunca deja de advertir que este es un sueño peligroso, ya que ser reconocida podría llegar a matarla de placer.
En esta segunda postura, lo que plantea Dickinson es que es mejor soñar con el reconocimiento que conseguirlo efectivamente. Al soñar con el reconocimiento, uno se esfuerza y trabaja por conseguirlo. Por el contrario, si uno lo consigue puede llegar a sentir un gran placer, pero también puede perder la voluntad y toda motivación por seguir adelante.
El dolor existencial
En la poética de Dickinson el dolor existencial se presenta como una fuerza omnipotente y destructora. La vida, atravesada por ese dolor, es una agonía constante, un sufrimiento continuo. De hecho, la muerte, en comparación con la vida, es ligera y sencilla. En la poética de Dickinson lo que verdaderamente duele es existir. El dolor existencial, además, es incomprensible y, por ende, no se puede curar. A lo sumo, uno puede intentar distraerse y simular. Para ello, es fundamental otorgarle una importancia exagerada a las cosas simples de la vida. Solo de ese modo se puede encontrar un sentido para seguir existiendo a merced de tanto dolor.
La poesía
En la poética de Dickinson, la poesía no es una mera creación ficticia. Es una entidad preexistente a nosotros. La poesía no son palabras en una página, sino que es aquello que nos rodea y que no podemos explicar. Es esa parte de la realidad que solo podemos sentir. Por ejemplo, la belleza de un cielo de verano es poesía.
Dickinson presenta a la poesía como el reverso del dolor. Hemos visto previamente que el dolor aparece en los poemas de la autora como una fuerza destructora e inexplicable que irrumpe constantemente en nuestras vidas. Ahora bien, la poesía en Dickinson es también una fuerza inexplicable que atraviesa nuestra existencia, pero, a diferencia del dolor, no nos destruye, sino que nos lleva a un estado de gracia y armonía profunda con el universo.
En línea con este tópico, aparece tematizado en forma frecuente en la obra de la autora la figura de las y los poetas. Sin embargo, la particularidad que adquiere este tema a lo largo de los versos de Dickinson merece una entrada aparte.
Los poetas
El poeta en la obra de Dickinson es presentado como un revelador. No se trata de un creador porque la poesía, según la percepción de la autora, es preexistente a las personas y, por lo tanto, no se puede crear. En su lugar, el poeta es aquel que tiene el don de revelar la poesía preexistente en el mundo y aproximarse a ella a través de sus versos.
Dickinson retrata a los poetas como seres dotados de una sensibilidad especial, superior a la del resto de los mortales, que les permite captar la belleza y la profundidad del mundo que lo rodea. Aún más, el poeta es el único que es capaz de aprehender lo desconocido, lo que está más allá de la realidad circundante.
En definitiva, en la poética de Dickinson, el poeta, tal como lo concebían los románticos, es un genio. Es aquel que tiene la misión de iluminar a los hombres y mujeres de su época con sus revelaciones, su sabiduría y su sensibilidad. Es, en cierto sentido, un médium: aquel que media entre lo trascendente y lo mundano.
El amor
En los poemas de Dickinson, el amor a menudo se presenta como un estado emocional poderoso, pero sumamente problemático. Esto es común en las obras del Romanticismo oscuro, corriente literaria derivada del Romanticismo. Este último es un movimiento cultural y de gran impronta literaria que surge en Europa a fines del siglo XVIII como reacción, de carácter vanguardista, a la Ilustración y el neoclasicismo, corrientes intelectuales y culturales que concibieron al conocimiento y la razón como las principales vías para el progreso y la evolución de la humanidad. Así, el Romanticismo se distancia del espíritu racional y universalista de estos movimientos y le confiere, por ende, una importancia central a los sentimientos y a la libertad expresiva del individuo. Tal como suele suceder en las obras del Romanticismo oscuro, en la poética de Dickinson el amor aparece atravesado por la melancolía, las pasiones intensas y la angustia emocional. Las dificultades que obstaculizan al amor suelen ser de tres tipos: la falta de correspondencia, la dificultad o imposibilidad de estar juntos en el mismo tiempo y lugar y la falta de comprensión entre los amantes.
La verdad
En muchos de los poemas de Dickinson, la voz se pregunta por cuál es la naturaleza de la verdad e intenta distinguir aquello que es falso y ficcional de lo que es verdadero y esencial. En general, este intento es infructuoso. La voz suele quedar atrapada dentro del lenguaje al advertir que detrás de cada pregunta no solo no hay una respuesta absoluta, sino más preguntas. La verdad es presentada por Dickinson como una puerta al final de un pasillo infinito.
Esta búsqueda obsesiva de la verdad se percibe también en el abordaje recurrente de Dickinson sobre los mismos temas. A lo largo de toda su obra, Dickinson intenta descifrar una y otra vez cuál es la verdad sobre la muerte, cuál es la verdad sobre el dolor, cuál es la verdad sobre el amor, etc. Por supuesto, la verdad nunca es descubierta y, en cada poema, la respuesta es muy diferente.