El arte poético
El tema principal de toda la Poética, tal como lo plantea Aristóteles en el exordio, es el arte poético. La noción de poesía proviene del verbo griego poiesis, que tiene raíz en el verbo "hacer" y designa una actividad que se ejecuta a partir del uso de la razón y el conocimiento. La obra poética, entonces, es un hacer que pone en juego el conocimiento, pero también una serie de instrumentos, como la métrica y el lenguaje, en el caso del arte que interesa a Aristóteles.
Así, lo poético en Aristóteles designa, en un sentido amplio, toda creación artística que comprometa al conocimiento humano y que se realice con un objetivo elevado. El arte poético es el medio por el cual el poeta despliega sus dotes para darle una forma estable a aquello que está informe en su pensamiento.
En el caso de la Poética, Aristóteles se va a circunscribir a analizar la poesía que utiliza el ritmo y el lenguaje y, particularmente, la poesía dramática y la épica. Sin embargo, también señala que dentro de su concepción de arte poético incluye otras expresiones artísticas, como la danza y la música. En este sentido, es fácilmente observable que la noción que tiene Aristóteles de la poesía difiere del concepto tal como lo entendemos hoy en día.
La mímesis, o la naturaleza imitativa del arte
Si bien suele pensarse en el arte como una expresión de la creatividad humana y de la originalidad del pensamiento, Aristóteles lo considera como una forma de imitar la vida. El término que utiliza para referirse a esta función imitativa del arte es mimesis, que suele traducirse como imitación o representación.
Aristóteles dedica su Poética principalmente a la cualidad imitativa del arte, a explorar sus métodos y sus significados. Todas las artes poéticas, entre las que se encuentran el drama y la lírica, pero también la música y el ritmo, sirven para la imitación de lo que es posible y probable en la vida real. Hacia el final de su obra, Aristóteles postula que existen tres tendencias imitativas en el arte: la imitación del mundo tal como es, la imitación de cómo debería ser y la de cómo es según la opinión pública.
La tragedia
En la época de Aristóteles, los críticos consideraban que la poesía épica era la forma de arte más elevada. Sin embargo, Aristóteles no estaba de acuerdo con esta afirmación y sostenía que la tragedia era superior a la poesía épica.
Aristóteles sostiene en su poética que la tragedia, como la épica, puede entretener y edificar en su forma escrita, pero la tragedia brinda también la posibilidad de ser representada en un escenario, con escenografía y música, y puede ser representada en una sola sesión, mientras que la épica es más extensa y no puede representarse dramáticamente. Por estas razones, Aristóteles considera la tragedia más efectiva y edificante que la épica para el público general.
La comedia
La comedia es, según Aristóteles, la imitación de las acciones de personas de calidad moral inferior y, en ese sentido, es opuesta a la tragedia, que implica la imitación de las acciones de personas de carácter moral elevado. Esta imitación de los caracteres vulgares tiene como objetivo ilustrar comportamientos indignos con un fin didáctico y aleccionador. Así, en la comedia el espectador se ríe del defecto del agente y se reconforta al saber que no posee el mismo defecto.
Otro elemento que diferencia a la comedia de la tragedia es el cambio de fortuna o peripecia: si en la comedia existe un cambio de fortuna, en general se produce desde la desdicha de los personajes hacia la felicidad, y no a la inversa, como sucede en la tragedia.
Para Aristóteles, la comedia nace a partir de los poetas satíricos que utilizaban el verso yámbico y de las canciones fálicas que se solían cantar en las vecindades llamadas komai, que se situaban afuera de las ciudades. De estas vecindades proviene el verbo komaizen, que significa andar por las calles saltando y bailando.
La poesía épica
Al igual que la tragedia, la poesía épica imita las acciones de hombres de carácter elevado, pero lo hace de forma narrativa y no por medio de la representación dramática.
La estructura de la poesía épica no presenta una unidad temporal definida (como la de la tragedia), y su trama puede estar compuesta de muchos episodios. Para marcar la diferencia con la unidad de acción de la tragedia, Aristóteles indica que la mejor epopeya es La Ilíada, el más famoso de los poemas homéricos, cuya extensión es muchísimo mayor a la de una tragedia, y los episodios que se encadenan al argumento podrían ser material para una buena cantidad de tragedias.
Por estas características, la poesía épica estaba dirigida a una minoría de personas cultas que pudieran leer extensos textos en sus casas, mientras que la tragedia tenía un público más general y popular. Mientras que la mayoría de los críticos contemporáneos a Aristóteles considera por estas razones que la poesía épica es la forma artística más elevada, Aristóteles sostiene que la tragedia era mejor, puesto que se combina con el espectáculo y tiene una llegada mucho más masiva.
El héroe trágico
Para Aristóteles, el héroe trágico no es un hombre absolutamente bueno, es decir, no compone un modelo de virtud y de carácter moral intachables que es derribado por la adversidad, sino que posee algún defecto o debilidad que se hace evidente desde el inicio de la obra y que finalmente lo conducirá a su perdición.
El defecto del héroe es un elemento que sirve para que la audiencia se pueda identificar con él y entonces, ante su cambio de fortuna y su sufrimiento, pueda sentir la empatía necesaria para que se produzca la catarsis. Así, el héroe trágico debe presentar un carácter moral elevado, pero no debe ser intachable, puesto que, si lo fuera, la audiencia no podría establecer vínculos emocionales con él.
A su vez, en una buena tragedia el héroe atraviesa un proceso de reconocimiento o anagnórisis, y sufre una peripecia o cambio de fortuna. El reconocimiento es el proceso por medio del cual el héroe trágico llega a conocer una verdad que ignoraba y que, por lo general, desencadena su cambio de fortuna, es decir, un giro en la orientación de la acción que, en general, empuja al héroe de la felicidad hacia la desdicha.
La función de la tragedia
Para Aristóteles, la tragedia tiene como función principal producir la catarsis en el espectador, mediante la peripecia o cambio de fortuna del héroe.
El filósofo sostiene que las mejores tragedias -y, por lo tanto, las mejores obras de teatro, ya que considera que la tragedia es la forma dramática más elevada- utilizan el cambio de fortuna y el reconocimiento para lograr la catarsis. El cambio de fortuna funciona como el clímax de la obra y es fundamental para el argumento de la tragedia. Edipo es el ejemplo predilecto de héroe trágico que sufre el cambio de fortuna. Todo el argumento de la tragedia gira en torno al reconocimiento de una verdad que Edipo ignora: él ha matado a su padre, el rey Layo, y se ha casado con su madre, Yocasta. Cuando Edipo finalmente reconoce esta verdad, se produce el cambio de fortuna: Yocasta se mata y Edipo se quita los ojos para no contemplar el producto de sus acciones.
El cambio de fortuna, en general, está asociado al defecto trágico del héroe: se trata de una debilidad que este héroe compensa de diversas formas a lo largo de su vida, pero que finalmente termina manifestándose y provocando su caída. El cambio de fortuna de Edipo lo empuja al sufrimiento y produce en la audiencia que lo contempla la catarsis, es decir, la liberación de sentimientos de temor, pena y compasión que tiene, para Aristóteles, una función didáctica y social: el público que observa la caída del héroe se limpia de emociones tóxicas y aprende cómo debe comportarse para evitar una caída similar.
Los errores de los artistas
Aristóteles dedica algunos capítulos de la Poética a explicar las razones por las que algunas personas critican a los poetas. Según sus observaciones, existen algunas razones principales por las que los artistas son a menudo criticados: por ser una imitación de la realidad imposible, irracional, moralmente dañina o contraria a las reglas de arte.
La crítica pone en evidencia los dos tipos de errores más comunes del poeta: incurrir en un error fáctico o representar un elemento con muy poco arte. Un error fáctico sería, por ejemplo, representar a una cierva con cuernos, y puede suceder si el poeta ignora que las hembras de los ciervos no poseen cuernos. Estos errores, en general, pueden ser perdonados si son episódicos y no fundamentales para la trama de la tragedia.
Mucho peores son los errores por falta de capacidad artística. Siguiendo con el ejemplo de la cierva, este tipo de error se presentaría si el artista, por ejemplo, no fuera capaz de hacerle comprender al público que está describiendo una cierva. Este último tipo de errores sí compromete toda la obra, puesto que evidencia la poca capacidad creativa del poeta.
Aristóteles se manifiesta en contra de la crítica al artista por los errores fácticos que haya podido cometer, puesto que, como se ha dicho, estos son menores. En cambio, sí está de acuerdo en juzgar y criticar la calidad de una obra según cómo el poeta ha utilizado el lenguaje para imitar la acción y componer su tragedia.