Resumen
Capítulo I
El narrador se presenta como Robinson Crusoe y cuenta que nació en 1632, en York, Inglaterra; es el tercer hijo de una familia de clase media, aunque sobre sus dos hermanos mayores no sabe mucho. Robinson cuenta que sus padres intentaron arduamente que se dedique al mundo de las leyes, pero desde joven él tiene en claro que desea navegar y conocer el mundo.
Capítulo II
Un día, Robinson se embarca con destino a Londres sin consultarles a sus padres. Para su desgracia, el barco es azotado por una tempestad tan violenta que termina hundiéndose. Quienes logran salvarse navegan en un barco salvavidas hasta el pueblo más cercano, donde consiguen embarcarse nuevamente. Robinson, asustado, no vuelve a embarcarse. No obstante, movido por su orgullo, tampoco vuelve a la casa de sus padres, sino que se dirige a Londres por tierra.
Capítulo III
En Londres, Robinson conoce a un amable capitán de barco que lo invita a viajar con él a Guinea, en África. Luego de dicho viaje, en el que no sufre ningún percance, Robinson se embarca nuevamente, ahora con destino a las Islas Canarias. Sin embargo, unos piratas turcos los atacan antes de llegar y los apresan. Robinson es convertido en esclavo y pasa dos años de su vida realizando trabajos para su amo.
Un día, se le presenta la oportunidad de escapar cuando su amo lo deja a cargo de una embarcación de pesca. Robinson, en secreto, prepara el barco para la huida, almacenando una buena cantidad de provisiones y armas.
Capítulo IV
Robinson sale a pescar junto a dos moros y procura engañarlos para alejar la embarcación de la costa. Cuando alcanza una distancia considerable, arroja a uno de ellos al agua, y al otro, Xuri, le pide que le asegure fidelidad a cambio de escapar con él. Así, los dos jóvenes navegan durante cinco días sin parar, por el miedo de ser perseguidos. Por un tiempo, los jóvenes sobreviven gracias a la caza y a un trueque que realizan con las tribus del lugar, a quienes Robinson se refiere como salvajes.
Capítulo V
Robinson y Xuri piden ayuda a un barco portugués que ven a la distancia. Afortunadamente, el capitán les permite abordar y no les exige ningún dinero a cambio. Así, Robinson llega a Brasil y el capitán le compra su barco, sus bienes materiales e incluso a Xuri, aunque a este último, con la condición de liberarlo en diez años.
En Brasil, Robinson se dedica a explotar una plantación de azúcar que adquiere con el dinero de los bienes vendidos. Durante cuatro años, su vecino y compañero de profesión, Wells, es casi la única persona con la que mantiene contacto. Con el tiempo, el negocio prospera mucho, y un día Robinson emprende un viaje a Guinea para comprar esclavos.
Análisis
Robinson Crusoe ha sido, durante siglos, la historia de un náufrago más conocida de la cultura occidental. El narrador, Robinson, es un joven de clase media que siente la necesidad de alejarse de la tranquilidad de su hogar y arrojarse al mundo en busca de experiencias y aventuras. El destino, una fuerza omnipresente en el relato, lo lleva a naufragar en una isla deshabitada, donde pasa treinta y cinco años hasta poder regresar a Inglaterra. Al tratarse de la historia de un náufrago, desde el primer momento puede notarse que el centro de la problemática está en el mar y en las relaciones que los hombres ingleses de los siglos XVII y XVIII mantenían con él en su afán de expansión comercial y de conquista. Por ello, la perspectiva desde la que se narra el texto está profundamente vinculada al discurso colonial y a las transformaciones económicas y comerciales del siglo XVIII.
Publicada en 1719, la historia de Robinson Crusoe transcurre en la segunda mitad del siglo XVII, durante el inicio de la Ilustración europea, un movimiento que inspira profundos cambios culturales en Occidente. Una de las principales actividades económicas de la época es el comercio marítimo, dentro del cual destacan la importación de materias primas, la trata de esclavos y los procesos de conquista y colonización. Estas dinámicas se consolidan durante el siglo XVII y constituyen la realidad económica, social y política de las principales naciones europeas, entre las que Inglaterra ocupa un lugar predominante; a fines del siglo XVII y principios del siglo XVIII, las potencias europeas ya han fundado colonias en todos los continentes del mundo salvo en Australia y en la Antártida, y buscan entonces consolidar sus dominios y controlar las rutas marítimas que posibilitan el comercio. Así, el colonialismo se convierte en una tarea de suma importancia para cada nación e involucra a todas las esferas de la sociedad, desde las más altas hasta las más bajas: los grandes inversionistas se disputan el poder y luchan por las vías comerciales, mientras que los hombres de clase media y baja se convierten en marineros, pequeños comerciantes y piratas. En este contexto, el mar y los viajes constituyen componentes predominantes en la mentalidad del hombre europeo moderno, y todo ello compone el trasfondo de las aventuras de Robinson Crusoe, como veremos a lo largo de todo el análisis.
Como ya hemos dicho, la novela está narrada en primera persona por su protagonista, Robinson Crusoe, quien se dispone a contar al lector toda su vida, por lo que la focalización es fundamental para analizar el relato. La focalización tiene que ver con la concepción a través de la cual se representa la realidad en una narración y, en este sentido, surgen una serie de preguntas fundamentales para comprender la novela: ¿Quién focaliza? ¿Qué es lo que focaliza? ¿Con qué actitud contempla las cosas? ¿Por qué elige referir determinadas cuestiones y deja de referir otras, dentro de una realidad múltiple y compleja? ¿Qué relaciones establece con los objetos de los que habla? A lo largo de todo nuestro estudio, intentaremos responder a todas estas preguntas para reconstruir la cosmovisión que se despliega en la novela y comprender cómo el discurso literario se relaciona con los discursos políticos, ideológicos y culturales de la época en la que fue escrita.
La mayor tensión que presenta la novela, y que se observa particularmente en los primeros capítulos, se genera entre el ansia de aventuras del narrador y la vida tranquila y segura a la que está destinado como miembro de la floreciente clase media inglesa. Del tono trágico y las constantes quejas en las que incurre el narrador se desprende una connotación negativa sobre la vida aventurera. En los primeros párrafos, al hablar de su juventud, Robinson le anuncia al lector: “… ya podía evidenciarse desde aquel momento que cierta fatalidad me arrastraba secretamente hacia el dolor y la miseria” (p. 9). Este tipo de presagio adelanta las penurias a las que Robinson se verá arrojado a lo largo de su vida, y ayuda a conformar el tono narrativo de la novela.
El padre de Robinson, un acaudalado hombre de negocios, presenta la voz de la clase media conservadora que desea una vida estable y tranquila. Ante los deseos aventureros de su hijo, el discurso paternal se presenta como el discurso de la sensatez y reproduce también la cosmovisión de toda una clase social:
Intentó persuadirme con las más acuciantes y tiernas palabras, para que no hiciese ninguna travesura ni persiguiera los males contra los que me habían garantizado la naturaleza y la cuna. Me recordó que no necesitaba salir a ganarme el pan, que él haría todo lo posible para darme una profesión grata y honrosa (p. 10).
Aunque el narrador desdeña estos consejos, se comprende desde el inicio del relato que a la vida aventurera se le otorga un valor menor que al estilo de vida de la clase media que, como veremos a lo largo de toda la novela, compone la perspectiva ética y moral desde la que observa y se interpreta el mundo. En este sentido, muchos críticos señalan que el objetivo de Daniel Defoe es escribir una novela dirigida a la sensibilidad de la clase media, un público relativamente nuevo en el panorama social, pero que se convierte rápidamente en un consumidor ávido de todo tipo de productos culturales. Dirigido a la clase media, el relato literario de la modernidad -y cabe recordar que Robinson Crusoe es considerada como la primera novela inglesa moderna- no busca ya sus motivos en la tradición cultural ni en los grandes hechos históricos, sino que representa la vida de personajes sin nada en especial, con los que los lectores de la época pueden identificarse fácilmente.
Los nombres de los personajes de este nuevo género literario son un claro ejemplo de esta búsqueda de identificación con el hombre común: Robinson no es un nombre que presente ninguna carga simbólica. Así, no importa ya la historia familiar del personaje, quien no está definido por su linaje, sino todo lo que pueda este hacer con su vida a lo largo del tiempo. Por eso, los procesos de aprendizaje y las relaciones de causa-consecuencia son tan importantes para la novela moderna y, por supuesto, para Robinson Crusoe. El famoso filósofo inglés, John Locke, concibe la identidad como la conciencia de la duración en el tiempo, en función de la memoria del pasado y de las acciones realizadas. En relación con esto último, el argumento de la novela es innovador en comparación con las ficciones precedentes, en tanto que se basa en la construcción de la experiencia del personaje para explicar sus modos de ser y de accionar en el mundo. Esta postura filosófica repercute en los aspectos estructurales de la novela y constituye el principal entramado narrativo desde una dinámica de causa-consecuencia: lo que sucede es el fruto de lo que se ha hecho. Esta estructura deriva en una narración líneal, en la que los hechos se suceden al mismo ritmo que se suceden los días y pasa el tiempo para el protagonista.
La estructura causal del relato toma la forma de un discurso ético sobre el progreso. Como veremos más adelante, toda la novela trata del camino que realiza el narrador hacia la consolidación de su estilo de vida, desde la carencia más absoluta hasta la comodidad y la autosuficiencia.
Otro rasgo destacable de la estructura narrativa es la construcción de una trama que busca promover el suspenso. Con el objetivo de entretener, el relato toma la forma de una aventura que busca generar tensión y atrapar al lector. La novela de aventuras se caracteriza principalmente por potenciar el rol de la acción dentro del texto. Como veremos en las secciones siguientes, Robinson focaliza su relato en la reposición de las acciones, desde aquellas que lo llevaron a naufragar en la isla hasta todas aquellas que lleva a cabo para sobrevivir en ella durante 35 años. La condición esencial del relato de aventuras, oponer la acción a la quietud -la contemplación y la reflexión- constituye la base de Robinson Crusoe. Sin embargo, una vez que el narrador se establece en la isla desierta, la acción no tiene que ver con el desarrollo de peripecias que entretienen al lector, sino con el usufructo de los recursos de la isla para vivir cómodamente. En este sentido, Robinson Crusoe no se define como el aventurero clásico, sino como el llamado “homo economicus”, es decir, el humano definido por la dimensión utilitarista. Los capítulos VI a XIX, que analizaremos en las secciones siguientes, están dedicados al desarrollo de esta dimensión del relato.