Robinson Crusoe

Robinson Crusoe Resumen y Análisis Capítulos XIII-XIX

Resumen

Capítulo XIII

Robinson ya comprende cómo funciona el clima en la isla y utiliza este conocimiento para cultivar la tierra. Además, dedica su tiempo a la producción de cestas y alterna sus noches entre la casa de la costa y la casa de campo.

Capítulo XIV

Robinson decide explorar nuevos sectores de la isla, descubre la presencia de loros y atrapa a uno con la intención de enseñarle a hablar. Luego, da con una ribera en la que abundan las tortugas y las cabras. Cuando emprende el regreso, salva a un cabrito atacado por su perro, y entonces se le ocurre crear su propio rebaño.

El segundo aniversario Robinson lo vive con alegría y agradece a la Providencia por todo lo que tiene en la isla. Durante el tercer año, dedica la totalidad de su tiempo al trabajo, ya que, al estar solo y no tener herramientas, todas las tareas que se proponen le requieren mucho tiempo y esfuerzo. Aun así, siempre se guarda un tiempo para cazar y leer la Biblia.

Capítulo XV

Las aves acechan las plantaciones, pero Robinson las espanta definitivamente cuando mata a algunas con su escopeta. Luego, el narrador cuenta que su loro aprende inglés con éxito. Su siguiente objetivo es hacer pan, pero para tal empresa primero debe fabricar vasijas, ollas, frascos, morteros de piedra y un colador de tela.

Capítulo XVI

Robinson quiere recuperar la canoa de su barco para ir hacia unas tierras que avista a lo lejos. Pese a sus muchos esfuerzos, no lo logra, y entonces decide construir una canoa nueva. Sin embargo, la canoa le resulta imposible de mover, motivo por el que decide cavar un canal para que el agua la ponga a flote, aunque finalmente comprende que esta tarea es imposible.

Capítulo XVII

La celebración del cuarto aniversario se torna nostálgica, y Robinson rememora toda su vida. Como siempre, agradece a la Providencia por todas las riquezas que tiene en la isla. El narrador explica que, para ese año, reemplaza su vestimenta deshecha por unas nuevas, hechas con cuero de las cabras que cría. Robinson no deja de utilizar ropa porque no tolera la desnudez y, además, para protegerse del sol.

Capítulo XVIII

El narrador cuenta que no sucedió nada muy destacable en los siguientes cinco años. Como no puede mover la enorme canoa que construyó años atrás, decide hacer una más pequeña. Sin embargo, la envergadura de esta última no le sirve para hacer un viaje largo, y solo puede utilizarla para recorrer la isla. En su recorrido, Robinson casi pierde la vida cuando su barca se ve atrapada entre dos corrientes de agua que lo alejan de la isla. Crusoe ancla la canoa y, temiendo la muerte por inanición, espera el cambio de las corrientes. Finalmente, el cambio de viento le permite volver a la isla. Exhausto, esconde la canoa y se acuesta a dormir en la arena. Más tarde, despierta asustado porque escucha su nombre, aunque luego deduce que se trata de su loro.

El siguiente año es tranquilo; resignado a la perdida de su balsa, Robinson ya no pretende conocer aquellas tierras lejanas y solo piensa en vivir en la isla.

Capítulo XIX

Robinson hace una rueda para moldear sus enseres de cocina, fabrica cestos e inclusive una pipa. Cuando descubre que su suministro de pólvora está próximo a agotarse, genera un rebaño de cabras para asegurarse el alimento cuando no pueda cazar. Con el tiempo, también consume leche y hace queso y mantequilla. Robinson se siente como un rey, aunque su apariencia diste mucho de la de un soberano.

Un día, resurge el interés de Robinson por la canoa que abandonó, pero como no puede llevarla a su lado de la isla, construye otra.

Análisis

Los capítulos comprendidos entre el XIII y el XIX están dedicados a la vida de Robinson en la isla durante los veintiocho años que permanece allí. Una vez que descubre que no hay seres humanos con quienes compartir la isla, Robinson se declara amo y señor de aquellas tierras. Tras subir al risco más alto de la isla y contemplar toda su extensión, exclama:

Al principio, la admiración se apoderó de mis sentidos y suspendió un buen rato mis torturantes tribulaciones, para hacerme saborear en secreto el placer de ver que todo cuanto contemplaba me pertenecía, que era yo señor y rey absoluto de aquella región, que tenía sobre ella un derecho de posesión y que, si tuviese herederos, podría traspasársela tan indiscutiblemente como se traspasan en Inglaterra los feudos (p. 87).

Desde el primer momento, Robinson aplica a aquella isla perdida en alguna parte del Caribe los principios de la propiedad privada de las sociedades europeas y, especialmente, el esquema feudal propio de la Alta Edad Media: al reclamar la tierra como suya, se convierte en amo y señor de todo lo que allí crece y habita, y puede someterlo a su voluntad. Este afán despótico de Robinson de someter y controlar primero se aplica a los animales que tiene con él (los gatos, el perro y el loro) y luego al indígena rescatado, Viernes, al padre de este último y al español.

Ser el amo y señor de la isla permite a Robinson disponer de todos sus recursos. Sin embargo, y como ya hemos dicho, el único interés que tiene por ellos es de carácter utilitario: el colono solo está preocupado por aquello que puede serle útil. Así, la mayor parte de la novela está dedicada a los trabajos que realiza: montar sus viviendas, construir muebles, sembrar trigo y arroz y criar cabras para consumir su leche y su carne. Con todo ello, Robinson demuestra hasta qué punto logra ser autosuficiente y postula que cualquier individuo, si se empeña a fondo en una tarea, es capaz de realizarla:

Entonces, manos a la obra y no puedo sino agregar que no hay ningún hombre que, a fuerza de examinar cada cosa en particular y juzgarla según las reglas de la razón, no llegue con el tiempo a hacerse muy diestro en el arte de la mecánica. Yo no había manejado jamás una herramienta y, no obstante, por mi trabajo, mi aplicación y mi destreza, al fin reconocí que cualquiera de las cosas que me faltaban hubiera podido hacerlas disponiendo de herramientas propias para tal fin; inclusive sin herramientas, logré efectuar varios trabajos (pp. 63-64).

Este elogio a la autosuficiencia y la individualidad tiene como trasfondo toda una concepción económica que sostiene al nuevo orden capitalista occidental, y que se centra en la figura del individuo. El capitalismo moderno se basa en la elección individual que cada sujeto realiza de sus roles económicos, sociales, políticos y religiosos. Así se constituye la imagen del “homo economicus” con que el célebre Autor Alan Watt designa a Robinson en Mitos del individualismo moderno (2008). Watt analiza el contexto en el que se desarrolla la historia del narrador: un hombre solo en una isla deshabitada. En los capítulos XIII a XIX, Robinson lleva la cuenta de sus pérdidas y de sus ganancias: desde la cantidad de grano de cosecha hasta la pólvora que le queda o las uvas pasas que produce. Esta es la forma que tiene de relacionarse con su entorno, y su relato está lleno de enumeraciones de sus pertenencias, a las que les dedica gran parte de su relato. Así, capítulo a capítulo, Robinson se preocupa por enseñar al lector cómo se acrecienta su capital acumulable.

En la obra que mencionamos anteriormente, Ian Watt señala que Robinson, no teniendo nada que hacer en la isla, convierte al trabajo en una terapia ante el profundo sentimiento de vacío que la soledad y la inmensidad le generan. En la moral que representa la figura de Robinson, la acción queda asociada a la felicidad. Todo el trabajo que hace durante años para vivir cómodamente -desde generar sus propios recipientes para almacenar el grano hasta hornear su pan- le dan la tranquilidad y el sosiego en el que Robinson halla la felicidad. En el capítulo XVII, tras detallar su modo de vida, el narrador afirma: “Llevaba en aquel tiempo una vida más grata y feliz que al principio” (p. 116); y, poco después: “Este era el modo en que vivía, muy apacible y con el espíritu tranquilo, resignado a la voluntad de Dios” (p. 119). En todo el discurso del narrador se perfila, entonces, una moral del esfuerzo individual recompensado. Robinson, solo en su isla, alcanza la felicidad y la paz consigo mismo y con Dios por medio de su trabajo.

Tan importante es la influencia de Robinson Crusoe para la cultura occidental que el propio Jean-Jacques Rousseau, uno de los pensadores más importantes de la modernidad, lo describió en su famosa obra Emilio como el tratado más feliz sobre la educación natural que fuera jamás escrito. Por supuesto que en su análisis Rousseau omite intencionalmente la carrera de Robinson como traficante de esclavos y se basa solo en el accionar pragmático del personaje en la isla. Para el filósofo, Robinson Crusoe enseña las virtudes de la autosuficiencia, el manejo de recursos y la confianza en uno mismo, aunque en el fondo, lo que hace el filósofo es elogiar la figura del colono cristiano como el pilar fundamental del imperialismo de las potencias europeas. Con ello, a lo largo de los siglos y de sus tantos análisis y usos pedagógicos, la cultura occidental europea promueve la individualidad como el motor del progreso y de la comprensión de la realidad.

Por otra parte, el ya mencionado utilitarismo que elogia la novela representa la forma de pensar inglesa del siglo XVIII, especialmente la doctrina propuesta por John Locke, quien defiende una forma de construir conocimiento a partir de la interacción del ser humano con su entorno. Es en su relación con la realidad que el individuo construye la experiencia, la enriquece y la convierte en la base del pensamiento. Esta es la máxima fundamental del empirismo, la principal doctrina promovida por los filósofos ingleses de la Ilustración. Se trata de una doctrina de la acción, del involucrarse activamente del mundo y de otorgarle valor a las cosas en función de su utilidad. En el capítulo XVII, Robinson realiza una declaración que pone en evidencia esta doctrina: “La naturaleza de las cosas y la misma experiencia me convenció, después de maduras reflexiones, de que en este mundo las cosas no son buenas en lo que a nosotros se refiere, sino con arreglo al uso que de ellas hagamos, y que no gozamos de ellas sino en la medida que las empleamos” (p. 115). Esta es una reflexión madura que el protagonista realiza tras años de vivir en la isla. Todo el tiempo de observar y hacer lo ha ayudado a comprender su entorno y desprender una serie de máximas que, con tono pedagógico, desea compartir con el lector.

Vale la pena realizar una última apreciación sobre el utilitarismo de Robinson y la narración de su vida en la isla. Al mismo tiempo que lo identifica como su homo economicus, Ian Watt resalta la condición de hombre común de Robinson y señala hasta qué punto en la simpleza de la narración, solamente concentrada en la dimensión utilitaria de la fauna y la flora de la isla, se pierde una increíble oportunidad de explorar la riqueza de esa nueva geografía. En este sentido, para Watt, Robinson representa al hombre universal porque es un hombre común, interesado tan solo en satisfacer día a día sus necesidades básicas: no hay en él motivaciones de índole científica, intelectual ni artística.

Finalmente, cabe resaltar la ausencia de personajes femeninos en la novela y de toda mención relacionada con el sexo. Según el análisis que realiza Ian Watt, esta ausencia de toda dimensión sexual remite a la óptica capitalista del texto, ya que el capitalismo considera al sexo como una amenaza para el control personal del hombre. Robinson no habla ni piensa en mujeres durante su soledad, puesto que solo se concentra en aquello que puede serle útil. Como su objetivo es sobrevivir y llegar a vivir cómodo en la isla, y para ello debe dedicarse al trabajo de domesticación de la naturaleza, no entra en su óptica la necesidad de satisfacer la dimensión sexual de su vida.

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