El aspecto de Camilo Canegato (Imagen visual)
Camilo Canegato es un personaje tímido, introvertido y cobarde, y la caracterización que recibe por parte de los otros personajes siempre se ven acompañadas de imágenes visuales que tienden a enfatizar estas características subjetivas a partir de su aspecto exterior. Milagros recuerda “su cara de San Lorenzo Mártir, con aquella sonrisa de sufrimiento en los labios, todo él como un animalito que espera que lo maten, tan indefenso, tan rendido, tan resignado” (96-97). David Réguel señala su aspecto de “gurrumino”, con “Las piernas, el cuerpo, los brazos, todo hecho a escala reducida” (140). Y sin embargo, dice que todo lo que Camilo reprimía se volvía evidente a través de sus comportamientos: “No reaccionaba, pero sudaba. No se defendía, pero se le hinchaba una vena en la sien. No gritaba, pero se ponía rojo como un tomate” (142). Algo similar podemos encontrar en la carta de María Correa, a quien le causaba gracia “Cuando se desvestía, con el sombrero puesto hasta el último momento, con aquellas piernitas flacas, cortitas, de niño, y el pecho angostito, rosado, sin vello” (250).
Las cartas (Imagen visual y olfativa)
Cuando Milagros se encuentra con la primera carta de Rosaura advierte inmediatamente que se trata de una correspondencia amorosa. Su descripción contiene imágenes detalladas que evocan feminidad y romance bajo ciertas concepciones arraigadas tradicionalmente en el sentido común. Milagros dice que “Era un sobre color rosa, apaisado. Y despedía tal olor, que no parecía sino que acababan de echarle encima un frasco entero de perfume. Ese olor y el color del papel, hacían pensar a cualquiera que se trataba de correspondencia femenina. Femenina y amorosa” (28). A la descripción del sobre se le suma posteriormente la de la letra de Rosaura: “Y todo con una letrita redondita, pequeñita, prolija. Vamos, una letra de mujer” (28).
En contraste con esta descripción, cuando la única carta escrita por María Correa llega a manos del inspector, vemos cómo esa asociación generalizada de lo femenino con los colores cálidos y las flores se trata simplemente de una idealización. La carta de María “no guarda ninguna analogía o semejanza con (...) las perfumadas epístolas de Rosaura”. No llevan perfume, no son rosas y “su letra es pequeña y desmañada (423).
Los gritos del chismorreo (Imagen auditiva)
En el Capítulo 1, Milagros lee una carta de Camilo, justificando su fisgoneo con el hecho de que no tenía un destinatario. En principio, lee para sus hijas y Eufrasia, pero la excitación de las mujeres produce tal revuelo en La Madrileña que varios huéspedes acaban siendo partícipes de la situación. La centralidad del tema de “Los chismes y el fisgoneo” en esta escena se ve reforzada por los sonidos que realizan los testigos de la lectura de la carta:
Fue empezar yo a leer, y levantarse alrededor de mí un jaleo, que ni entre gitanos. La señorita Eufrasia parecía estar en el tormento. A las primeras palabras (...) comenzó a dar pataditas en el suelo. Después, conforme el incendio de la lectura cobraba fuerzas, se puso a lanzar excalamaciones que no se sabía si eran de gozo o de horror, y terminó por chillar como si la estuvieran matando. Mis hijas, por su parte, también festejaban cada frase de Rosaura con grandes gritos y, como siempre, con una que otra risa. Tan escandalosas fueron al cabo las voces que levantaban entre las cuatro que algunos huéspedes salieron de sus habitaciones y se acercaron (48).
Las risas de María Correa (Imagen auditiva)
En contraste con la imagen que todos tienen de Rosaura, María Correa está lejos de ser una mujer inocente y sin carácter. Cuando está a solas con Camilo y no tiene por qué esconder su verdadera identidad, María se burla constantemente de él, de su personalidad y su aspecto. Las risas de María Correa ofrecen un ejemplo idóneo respecto al desprecio que siente por él: “Cuando se desvestia (...) una risa tremenda me subia por el vientre como un vomito y no podía contenerme. La risa se me soltaba sola y tenia que reirme a carcajadas” (250). Este pasaje, perteneciente a la carta de la víctima, presenta una escena similar a la del hotel, cuando Camilo justifica el intento de estrangulamiento de María Correa por el modo en que ella se reía de él: “Entonces Rosaura comenzó a reírse, a reírse a carcajadas, frenéticamente, locamente, estridentemente (...). Y me abalancé sobre su risa, sobre el surtidor de aquella risa y quise destruirlo” (224). Como vemos, las carcajadas de María Correa son una imagen auditiva que pronuncia aún más el profundo desprecio que siente por Camilo.