Rosaura a las diez

Rosaura a las diez Resumen y Análisis Capítulos 4-5

Resumen

Capítulo 4

El cuarto capítulo se titula “Extracto de la declaración espontánea y (según la propia declarante) confidencial de la señorita Eufrasia Morales” (227). Eufrasia comienza su declaración dejando en claro que su opinión hacia todos los inquilinos de La Madrileña, incluidas Milagros y sus tres hijas, es completamente desfavorable. Pero su declaración no es para ocuparse de ellos sino para agregar información esencial acerca de “un olvido injusto y quizá perjudicial” (229) para la investigación.

Eufrasia se encuentra todos los meses con una conocida en el banco donde cobra su jubilación. Un día, esta mujer le pregunta si no conoce a alguien que realice retratos, ya que quiere tener una pintura de ella. Eufrasia le pasa el contacto de Camilo, pero al mes siguiente, cuando vuelven a encontrarse, su conocida le dice que Camilo es un farsante y que no hace retratos al natural sino a partir de fotografías. Por este motivo, Eufrasia siempre desconfió de la historia que contó Camilo acerca de que había conocido a Rosaura mientras la retrataba en vivo por encargo.

Más allá de eso, considera que en la investigación de la policía falta un personaje “hasta ahora escondido” y de capital importancia para el buen éxito de la investigación” (230): la mucama de La Madrileña, Elsa. Ella trabaja en la hospedería hace varios años y siempre ha amado a Camilo sin que nadie, salvo Eufrasia, lo advierta. Cuando Rosaura se establece en la hospedería, Elsa comienza a tratar mal a Camilo y se vuelve “la espía constante y silenciosa” (232) de todos los movimientos de Rosaura. Incluso se niega rotundamente a limpiar la habitación de la nueva huésped pese a las órdenes de Milagros.

El día de la discusión entre Rosaura, Camilo y David; Eufrasia, cuya habitación está contigua a la de Rosaura, logra escuchar parte de la pelea. En ese momento oye que Camilo le dice a Rosaura que se vaya y ella responde que si quiere que lo haga, le tiene que dar todo el dinero que tiene en el banco. Luego lo amenaza con contarle la verdad a todos, especialmente a Matilde. Tras la disputa, cuando todos curiosos dejan la habitación de Rosaura, Eufrasia advierte que Elsa ingresa a hurtadillas a la misma. Más tarde oye una nueva discusión entre los novios en el patio, donde Rosaura acusa a Camilo de haberle robado una carta que estaba escribiendo. Eufrasia está segura de que la carta está en posesión de Elsa. Aunque ignora el contenido del manuscrito, cree que es un documento de gran valor para la investigación por dos motivos: primero, porque a Rosaura le preocupaba que cayera “en manos de cualquiera”, pero también porque los días posteriores al robo Elsa se comportó como si “estuviera sumergida en un océano de perplejidad” (238).

Días más tarde, Elsa le pide un día libre a Milagros y Eufrasia descubre que lo utiliza para ir a Luján, gracias a un boleto que encuentra desechado en la basura. También sospecha que es Elsa quien se comunicó con la policía, ya que el día en que fueron a la hospedería a investigar, Elsa “Temblaba y gemía sordamente” (239). Finalmente, el día del casamiento, Eufrasia sorprende a Elsa llorando desconsoladamente en la cocina. Por todos estos motivos, considera indispensable que la policía recurra a ella.

Capítulo 5

El quinto y último capítulo se titula “Apremiada por las circunstancias” y consiste en el manuscrito de María Correa proporcionado por Elsa, la mucama: “Apremiada por las circunstancias” (243).

Elsa le ofrece al inspector la carta que le sustrajo a Rosaura. Es una carta inacabada, repleta de faltas de ortografía y cuya letra no tiene nada que ver con la escritura bella que tenían las que recibía Camilo. El sobre está dirigido a Rosa Chinca, tía de María Correa, es decir, Marta Córrega según su cédula de identidad falsa, y Rosaura según la invención de Camilo. La carta libra a Camilo de la condena por homicidio.

En el manuscrito, María le cuenta a su tía que salió de prisión luego de cinco años encerrada. Le escribe para reconciliarse porque sabe que ella no la quiere ver más, y para explicarle qué es lo que fue de su vida desde que está en libertad.

Al salir de prisión, María se da cuenta de que no tiene dónde vivir ni cómo ganarse el sustento, por lo que va en busca de una conocida a quien desprecia, Iris, para que la ayude. Iris la recibe simulando alegría y le ofrece un cuarto en su casa para que compartan. También le presta algo de dinero y le da una cédula de identidad falsa con el nombre de Marta Córrega, creada por un conocido de Iris, el Turco Estropeado.

Una noche, Iris y otros dos integrantes de una banda de proxenetas, de la cual el Turco es el jefe, le proponen a María que trabaje como prostituta para ellos. Como ella se resiste, uno de ellos, el Ministro, la golpea, y luego la encierran en una habitación. Cuando todos en la casa se quedan dormidos, María logra salir del cuarto, golpea a Iris hasta dejarla agonizando y huye de la casa.

Tras pasar muchas horas vagando por la ciudad, María advierte que un hombre la persigue, pero logra perderlo de vista. Sin saber qué hacer, recuerda el nombre de Camilo Canegato, un hombre al que su tía le planchaba la ropa durante un tiempo y a quien ella le dio una foto de María para convencerlo de que empezara a acostarse con ella a cambio de dinero. María lo despreciaba profundamente y en cada encuentro se reía de él. Pero Camilo, aunque la odiaba, siguió viéndola una vez por semana hasta el día en que ella cayó en prisión.

María decide buscar a Camilo para que le preste algún dinero con el que volverse a la provincia y se dirige a La Madrileña a buscarlo. Para sorpresa suya, al llegar se encuentra con una multitud de personas que la reciben festivos al grito de “Rosaura”. La carta, aún sin finalizar, termina en este punto.


Análisis

Este segmento comienza con la declaración de Eufrasia Morales, quizás el personaje más chismoso y entrometido de todos los que habitan La Madrileña. Eufrasia es una mujer solitaria y resentida, que detesta profundamente al resto de los huéspedes. Vale recordar, en este punto, la descripción que sobre ella realiza Milagros en su declaración:

No es que sea mala persona, no, señor. Pero la verdad es que tiene una gran desgracia, y es que no se ha casado, ni se casará, porque anda por los cincuenta y pico, y agregue a eso los muchos disgustos que le dejaron sus años de enseñanza, porque es maestra jubilada, años que, como ella misma dice, le sirvieron para convencerse de que los niños son todos malvados y perversos hasta más no poder, así que espere usted algo de la humanidad, de modo que la pobre tiene el carácter un poco agrio y la lengua no le digo nada, pero fuera de esas pequeñeces es una bellísima persona, bellísima desde cierto punto de vista, porque, físicamente, la pobre, con ese cuerpo lamido, y sus anteojos… (27)

Eufrasia comparte con varios de los otros personajes el hecho de ser una mujer signada por la soledad e imposibilitada de cualquier relación amorosa. Jubilada, sin familia, de una personalidad tan complicada que aleja a todos los que la rodean, y sin demasiados intereses en los que entretenerse, vive su vida a través de lo que realiza el resto de los huéspedes de La Madrileña. Más aún, pese a que afirma despreciarlos, se encuentra constantemente pendiente de lo que acontece en sus vidas. El hecho de que su declaración sea “espontánea” (227) -es decir, que nadie la convocó a declarar- es significativo en tanto la presenta como una mujer que no puede evitar entrometerse en lo que sucede dentro de la hospedería.

Pese a todo, el carácter fisgón de Eufrasia termina siendo central para la resolución del caso. Ella es la única que, absolutamente pendiente de todos los demás, adquiere consciencia de lo que sucede en el corazón de Elsa, personaje que parece imperceptible para el resto de los convivientes. Frente al desinterés de los huéspedes, e incluso de la policía, Eufrasia dice de Elsa que es como “La piedra desechada por los arquitectos”, aquella que “puede ser la clave del ángulo” (231). Mediante esta metáfora, Eufrasia alude al concepto de ‘piedra angular’, aquella que establece los cimientos de una construcción y es especialmente importante, ya que las otras se establecen en referencia a ella. Además, la imagen remite a las Sagradas Escrituras, en las que se insta a no rechazar a Jesús porque él es el cimiento de la religión cristiana. Con todo, Eufrasia refiere de esta manera al valor de Elsa como un elemento central para la reconstrucción del caso que investiga la policía.

Cabe mencionar los paralelismos que presenta el personaje de Elsa en relación a Camilo Canegato. Al igual que él, ella es víctima de un profundo desinterés por parte del resto. Incluso, a pesar de haber sido presentada desde el primer capítulo, su presencia es casi imperceptible hasta el momento en que Eufrasia la señala en su declaración. Además, Elsa también se caracteriza por ser un personaje solitario e introvertido, su aspecto la vuelve poco seductora para los demás y realiza constantemente sus tareas por la casa sin que nadie le preste atención:

Coja del pie izquierdo, un poco sorda y, sin duda a consecuencia de lo mismo, muy callada. Esto es, no habla sino cuando se la interroga y, todavía, lo hace mediante estrictos y a veces insuficientes monosílabos. Su rostro, dice la señorita Eufrasia, tiene la expresividad de una piedra sin tallar. Va y viene por las habitaciones como una mole, como un robot, como un gran animal al que guiase únicamente el hábito o el instinto de pasar un plumero por los muebles y servir los platos en la mesa (231).

Ahora bien, más allá de la declaración de Eufrasia, la novela finaliza con una transcripción de la carta robada por Elsa. Esto pone en relieve la centralidad que el tema de “La correspondencia” tiene en esta obra, no solo como un elemento constantemente repetido, sino también como una mención que abre y cierra la narración, ofreciendo un marco para la historia. Sin embargo, mientras las primeras cartas están escritas por el principal sospechoso del asesinato, la última corresponde a la mano de la víctima y se ofrece como la pieza clave para resolver el misterio del crimen. Con la aparición de esta carta descubrimos, además, la verdadera identidad de la víctima: no es Rosaura, nombre ficticio dado por Camilo, ni Marta Córrega, identidad falsa grabada en la cédula, sino María Correa, una mujer humilde de la provincia.

Tal como analizamos anteriormente, Denevi es un maestro a la hora de caracterizar a sus personajes mediante sus modos de comunicarse. Su narración no se vale tanto de descripciones, sino que los personajes se van revelando para el lector mediante el léxico que utilizan, sus sintaxis y modismos. En el caso de María Correa, los lectores accedemos a su personalidad mediante un manuscrito de “letra pequeña y desmañada” que “no guarda ninguna analogía o semejanza con la que (...) lucían las perfumadas epístolas de Rosaura” (243). En esta carta, no solo la caligrafía contrasta con la imagen de la mujer culta y refinada que había pintado Camilo; también está repleta de faltas de ortografía, y el vocabulario que presenta no coincide con el de la falsa Rosaura. María Correa aparece caracterizada como una mujer de origen humilde, que ha estado en prisión, no ha completado sus estudios y ha tenido que valerse de la astucia y la fuerza para sobrevivir.

Las últimas líneas del manuscrito sin finalizar presenta un importante elemento de casualidad como origen del fatal destino de María Correa: “Hice sonar el timbre. Una china con aspecto de mucama salió a atenderme. Le pregunté si allí vivía el señor Camilo Canegato. Y en eso un mundo de gente salio del interior de la casa y vino a mi encuentro, gritando, riendo, y llamandomé Rosaura. Y aqui comiensa, tia, lo que deseaba contarle” (251).

La casualidad lleva a que María Correa, en su desesperado intento de conseguir dinero para escapar de los proxenetas que la persiguen, vaya a en busca de Camilo Canegato en el preciso momento en que él utiliza su imagen para convencer a los huéspedes de La Madrileña de que tiene un amorío. Sin embargo, aunque las mentiras de Camilo se le presentan a María como la oportunidad para salir finalmente de la pobreza y reconciliarse con su tía, terminan por llevarla a la muerte en su noche de bodas.

De esta manera, los asesinos de Rosaura quedan finalmente al descubierto: son el proxeneta Turco Estropeado y el Ministro, aquel extraño joven de camisa amarilla que se escondía de Camilo en el hotel. La verdadera identidad de Rosaura y el extraño vínculo que sostenía con Camilo en la hospedería se explican también a partir del manuscrito. Además, las últimas líneas de María se corresponden con su llegada a La Madrileña a las diez de la noche, completando el significado del título de la novela.

Como dijimos, la llegada de María a la hospedería resulta significativa en tanto reúne casualmente las mentiras de Camilo con el difícil pasado de la víctima, da origen a la historia del crimen, y su narración en la carta es el último eslabón en la historia de su investigación. Siguiendo las palabras de Daniel Link, la carta pone el punto final a esta historia que, como todo policial, “es un relato sobre el Crimen y la Verdad” (2003: 7).

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