Resumen
El tercer capítulo, titulado “Conversación con el asesino”, consiste en la transcripción del interrogatorio realizado por el inspector Julián Baigorri a Camilo Canegato, principal sospechoso por el asesinato de Rosaura. El inspector inicia el interrogatorio preguntándole acerca de su oficio de pintor y Camilo responde que detesta la pintura contemporánea, que al arte nuevo no lo comprende nadie y que “si un arte tiene que ser entendido sólo por los entendidos, no es arte, es la clave de una logia” (188). Con la llegada de la cámara fotográfica la pintura dejó de ser útil y ahora los pintores ya no tienen oficio, han perdido la técnica.
Como al inspector le resulta extraño que diga eso siendo él un pintor, Camilo responde que él solo aprendió el oficio debido a la imposición de su padre, un hombre frío y distante a quien no le importaba en absoluto ni los intereses ni los sentimientos de su hijo. Además, él es restaurador y no pinta originales, sino que hace buenas copias a partir de fotografías. El inspector recuerda un bello retrato que pintó de Milagros y sus hijas, y Camilo responde que las quiere mucho, y por eso se quedó doce años viviendo en La Madrileña.
Julián Baigorri señala que, además de ser un buen copista, Camilo es también un falsificador de documentos, ya que “La cédula de identidad donde Rosaura se llama Marta Córrega es falsa” (197). Camilo no niega ser falsificador, pero advierte que lo falso no es la cédula sino la propia Rosaura. Ante la incredulidad del inspector, afirma que le puede dar la dirección del viudo al que le restauró el cuadro de su mujer, para que compruebe que todo lo que dijo sobre él es cierto, salvo el hecho de que tenga una hija llamada Rosaura.
Pese a ello, el inspector le dice que “lo que hay allá en la morgue parece ser de carne y hueso” (199), y Camilo responde que no sabe qué hay en la morgue, pero que a Rosaura la inventó por completo: las cartas, el retrato, la escritura y la historia, todo fue producto de su imaginación. Él sueña demasiado, no puede controlarlo. Como “El sueño es la contrapartida de la acción” (201), y él pasa la vida inhibido y reprimiendo sus emociones, sueña de más para compensarlo. A veces pasa tanto tiempo soñando que lo que vive despierto se le fusiona con las pesadillas y no logra discernir lo que es real de lo que no. Eso fue lo que le sucedió en las últimas semanas: “El sueño se me solidificó delante de los ojos” (199) desde el día en que Rosaura se apareció en La Madrileña. Ahora, sin embargo, está despierto.
El inspector le pregunta a Camilo si soñó a Rosaura de día y él lo afirma, y dice que ella fue un producto de su fantasía. Así como algunos sueñan que se vuelven millonarios, él también tiene su sueño: “El sueño de un imposible (...). Soñé que una mujer me amaba” (206). La idea se le ocurre un día en el que se siente “triste como nunca” (207), luego de haber visto a Matilde besarse con Hernández, uno de los huéspedes de la hospedería. La imagen ocasiona que Camilo lamente que nadie se fije en su interior y lo ame tal cual es. El inspector, que advierte que Camilo está enamorado de la joven, le dice que ella lloró por él al enterarse del crimen.
Como el inspector quiere saber cuál fue el objeto de la farsa de su romance, Camilo le dice que fue para “quebrar la ley de la indiferencia” (211), para que dejen de pensar en él como el “el tío solterón (...) sin sexo y sin instintos” (212). A pesar de su aspecto, Camilo siente pasión, tiene deseos y anhelos como todo el mundo. Luego agrega que, pese al éxito que tuvo su mentira, nunca pudo convencer a David Réguel, cuya “mirada científica, despiadada”, lo “examinaba como desde un microscopio” (220).
Un día, la invención de Camilo se vuelve realidad y Rosaura en carne y hueso se presenta en La Madrileña. A partir de entonces, Camilo ya no puede identificar qué es real y qué es un sueño. Aunque intenta deshacerse de ella, la joven lo presiona para que se casen.
Sin que pueda evitarlo, llega el día del casamiento y Camilo termina encerrado con Rosaura en un cuarto del hotel La media luna, recién casado, mientras ella se burla de él. Luego, la joven le dice que va a escribirle nuevamente a su tía que vaya a vivir con ellos y le pide a Camilo que no le robe la carta otra vez. Camilo no sabe de qué carta habla y niega haberle robado.
Rosaura le dice que ya no puede hacer nada para detenerla y que, si la abandona, estará obligado a pagarle una mensualidad. Luego comienza a reír a carcajadas mientras le pregunta si él preferiría estar allí con Matilde en lugar de ella. Preso de la ira, Camilo empieza a estrangularla sobre la cama, pero pronto adquiere conciencia de lo que está haciendo y la suelta. Para entonces, Rosaura aún vive. Preso de la desesperación, Camilo sale disparado del hotel. En el camino se encuentra con el hombre que los registró en la entrada, el Turco Estropeado, y con un joven alto de camisa amarilla, que se esconde en una habitación para que no lo vea. Finalmente logra salir a la calle, donde se encuentra con David Réguel.
Análisis
En este tercer capítulo la narración asume la forma de un diálogo y el inspector, que hasta ahora había aparecido como un receptor mudo de las declaraciones de los testigos, cobra voz propia. A su vez, Camilo, cuya imagen se había definido únicamente a partir de las apreciaciones de la señora Milagros y David Réguel, tiene la oportunidad de expresarse por sí mismo, mostrando una personalidad que difiere en varios aspectos de la pintada por ellos.
Los temas de “La soledad” y “El amor imposible” adquieren en estas páginas una importancia central. Camilo es un personaje solitario, cuya vida se encuentra signada por la fría relación que tuvo con su padre, único vínculo familiar de su vida, quien lo presionó para que siguiera el oficio de restaurador sin darle posibilidad de que tomara las riendas de su vida: “Eran años en que yo aceptaba lo que me venía de la vida, de los demás, como algo irremediable, como algo irrevocable. Mi padre me puso a trabajar en su taller, y yo ya no pensé si me gustaba o no me gustaba (...). Era severo y silencioso. Capaz de pasar todo un día sin mirarme. Pero me manejaba con la mirada” (195). Este pasaje resulta significativo en tanto permite explicar la falta de carácter y motivación que define a nuestro protagonista. A su vez, explica también el rechazo profundo que siente por el arte y por su propio oficio de restaurador.
Ahora bien, desde el momento en que llega a La Madrileña, Camilo tiene la oportunidad de establecer nuevas relaciones. Sin embargo, su inseguridad e incapacidad para comunicarse en forma transparente con los demás le impiden sortear la soledad que lo caracteriza. Siente que el mundo es indiferente hacia él, gesto que le resulta intolerable: “La indiferencia lo convierte a usted en un cero, en esa nada de la serie aritmética, que no suma, ni resta, ni multiplica, ni divide, que no agrega ni quita y está fuera de todas las operaciones aritméticas” (212). En otras palabras, si la indiferencia es peor que el odio, es porque este sentimiento implica cierto reconocimiento como persona. La metáfora del cero en la aritmética adquiere un significado similar al concepto de la nada: para Camilo, convertirse en un cero lo hace sentir que no existe, como si su sola presencia pasara por completo desapercibida.
La incapacidad de accionar que caracteriza a Camilo lo lleva, en sus palabras, a soñar en demasía. Él sueña constantemente y con tal intensidad que el mundo real y el de los sueños terminan por confundirse en su mente. Camilo considera que “El sueño es la contrapartida de la acción”, por lo que “El que durante la vigilia se dedica a la acción, de noche no sueña” (201). Como él es un hombre sin carácter, piensa que sus sueños compensan la represión que atraviesa día a día. En parte, es a través del motivo de los sueños que este personaje justifica el romance inventado con Rosaura:
—¿Rosaura fue un sueño de esa especie?
—Exactamente. El sueño de un imposible. Otros sueñan que son millonarios. Yo soñé que una mujer me amaba.
(206)
Como vemos, Camilo explica sus mentiras de un modo que nos permite poner en foco el tema de “El amor imposible”: él es consciente de que su aspecto exterior y su personalidad hacen que sea poco probable que alguna mujer se interese en su persona. El amor, en este punto, es algo imposible que solo puede ocurrirle en el mundo de la fantasía.
La farsa de las cartas de amor, en este sentido, tiene como objetivo presentarse a sí mismo como alguien digno de ser amado, alguien digno de interés. En particular, Camilo desea llamar la atención de Matilde, la hija mayor de Milagros, de quien se encuentra secretamente enamorado y a la que ha visto besarse con Hernández, otro de los inquilinos. Cabe mencionar el carácter misógino de su apreciación respecto a las mujeres, de quienes dice que son como las gallinas: puede que haya un pedazo de comida pudriéndose en el piso sin que ninguna le preste atención, pero “basta con que una empiece a picotearlo, para que todas se lo disputen y corran por el gallinero quitándose unas a otras el pedazo de bazofia” (211).
Símbolo de su imposibilidad de tener una relación amorosa, las cartas muestran que su única posibilidad de acceder a una es a través del engaño. Sobre esto, el inspector Baigorri deja entrever la posibilidad de que Matilde correspondiera el amor de Camilo cuando dice que lloró terriblemente por él al enterarse de que iría a prisión. Sin embargo, Camilo descubre sus posibilidades cuando ya es demasiado tarde para entablar cualquier vínculo con ella. El hecho de que su estrategia para conquistarla le termine jugando en contra constituye en sí mismo una ironía situacional.
El Capítulo 3 termina con la perspectiva de Camilo respecto a los acontecimientos finales que desembocaron en el asesinato de Rosaura. Cuando los recién casados terminan a solas en el hotel, Rosaura comienza a burlarse de Camilo, de su carácter y su aspecto. Las risas de Rosaura funcionan como una imagen auditiva que ilustra el profundo desprecio que siente por él: “Entonces Rosaura comenzó a reírse, a reírse a carcajadas, frenéticamente, locamente, estridentemente (...). Y me abalancé sobre su risa, sobre el surtidor de aquella risa y quise destruirlo” (224). Camilo inenta justificar su intento de asesinato como consecuencia de las carcajadas de Rosaura. Pese a ello, la suelta antes de acabar con su vida y huye del hotel. Antes de dejar el lugar se encuentra con los mismos personajes sospechosos que ya mencionó David en su declaración: el Turco Estropeado y el joven alto de camisa amarilla. Deberemos avanzar más sobre la obra para comprender su rol en el asesinato de Rosaura.