El crimen
Fiel al género policial, Variaciones en rojo tiene como uno de los temas centrales al crimen. Sus tres relatos se organizan en torno a un crimen que constituye un enigma, el elemento infaltable de todo policial. De esa manera, se da pie a la investigación que hace avanzar la trama, que se estructura en torno a cómo, dónde y por qué se produjo el crimen, y, sobre todo, a quién lo perpetró.
En este libro, los crímenes tienen la forma de un asesinato que ha ocurrido en circunstancias confusas y que plantea la necesidad de ser explicado. En los dos primeros relatos, los asesinatos se producen y son escenificados al inicio; mientras tanto, "Asesinato a distancia" incluye la novedad de un crimen que carece de indicios materiales por el hecho de haber sucedido tiempo antes, y su escena debe reconstruirse en la mente del investigador.
En el policial, el crimen simboliza una lesión en el tejido social, algo que debe ser sanado y enmendado por el detective. De ahí su ligazón directa con otros dos temas clásicos del género: la verdad y la justicia.
La verdad
Al igual que sucede en la novela clásica de enigma, la obsesión por la verdad es uno de los temas principales en Variaciones en rojo. Los enigmas propuestos en cada uno de los tres relatos implican una verdad oculta e intrigante, que termina por imponerse sobre el final.
A pesar de presentarse como alguien simple y ordinario, Daniel Hernández —y, a través suyo, Rodolfo Walsh— muestra una pasión por la verdad que puede verse en su forma de involucrarse en los casos. En sus razonamientos, sus procedimientos y sus acciones hay una voluntad por desechar lo falso y encontrar lo verdadero, incluso aunque esto último resulte incómodo o desagradable.
La verdad no es solo una meta a alcanzar, es una revelación, un descubrimiento que permite ver las cosas como realmente son o fueron: "Una aurora de comprensión creció lentamente en los ojos del comisario, agrandándose hasta adquirir la nitidez de la certeza" (p. 63). Porque descubrir la verdad significa, en el contexto de estas historias, quitarse el velo de los ojos y aceptar lo que ella conlleva, más allá de que no sea lo esperable: "—La Fortuna también tiene los ojos vendados —dijo una voz [la de Daniel Hernández] desde la puerta vidriera enrejada—. ¿O era la Justicia? ¿O tal vez la Verdad?" (p. 97).
Así, lo verdadero adopta un carácter casi sagrado, no hay nada más importante:
Es más sencillo desentrañar la verdad que urdir una mentira inexpugnable, porque la verdad es la meta natural de un espíritu inquisitivo. La verdad es una y excluyente, esa unidad se manifiesta de algún modo (p. 139).
En definitiva, la verdad se revela en estos relatos como única y poderosa: puede ocultarse, puede resultar esquiva, pero permanece latente y siempre, en algún momento, termina por imponerse.
La justicia
Como derivación del crimen, la justicia —al igual que la verdad— se convierte en otro de los temas necesariamente presentes en el policial y, por ende, en Variaciones en rojo. En los tres relatos del libro, un crimen desestabiliza o desbarata el orden social, por lo que este debe recomponerse de alguna forma. Si el crimen constituye una herida o afección social, la justicia es su sanación.
En ese sentido, la figura del detective —aquí Daniel Hernández— viene a recomponer el desorden que el crimen ha desencadenado. Su objetivo es el retorno del orden: un orden que es tanto psicológico como social, por medio de la verdad, y otro que es del todo social, por medio de la justicia. El investigador suele distinguir entre la justicia como institución, codificada en leyes, y la idea de justicia, que se relaciona más con una noción ideológico-moral. En Variaciones en rojo, Daniel ocupa justamente ese lugar y muestra un compromiso inquebrantable para con la verdad y la justicia, incluso aunque las resoluciones de los casos resulten incómodas o desagradables.
La razón
El tema de la verdad va de la mano de otro igual de presente en el libro de Walsh: la razón: ¿Cómo se alcanza la verdad? Por medio de la razón. ¿Cuál es el camino que desemboca en esa única verdad? El del razonamiento. ¿Cómo se transita? A través de la lógica y el método científico.
La razón, en cuanto capacidad de la mente humana, es el principal instrumento utilizado por Daniel Hernández para abordar los casos. En este libro, al igual que en todo el género policial, es la herramienta con la que el investigador analiza los hechos, esboza su teoría y supera las dificultades y las presuntas imposibilidades que los enigmas conllevan. La razón es, entonces, la que le da acceso a la verdad.
En los tres relatos, la razón es protagonista y aparece bajo la forma de la lógica, la ciencia y, en particular, del pensamiento deductivo. Tanto el comisario Jiménez como Daniel —aunque también Lázaro, en "Asesinato a distancia"— ponen en práctica un método científico en pos de resolver los misterios. La observación, el relevamiento de indicios, la formulación de hipótesis y su contrastación son parte de la resolución de cada uno de los casos.
Por otro lado, y para ser fiel con el policial clásico, Walsh hace del razonamiento un estandarte y deja sin lugar a la locura, lo sobrenatural y lo imposible: todo debe tener una explicación lógica. En "Asesinato a distancia", donde la explicación de la muerte de Ricardo parece estar en su "predisposición a la locura" (p. 136) y se considera a la teoría del asesinato como una "imposibilidad absoluta" (p. 135), son los razonamientos de Daniel los que desafían esas hipótesis para arribar a la solución correcta: que fue un crimen planificado.
En definitiva, el resultado es igual de importante que el proceso que implica alcanzarlo. En otras palabras, la verdad es tan fundamental como el razonamiento que permite llegar a ella.
La obsesión y la locura
La obsesión y la locura son otros de los temas que resaltan en el libro de Walsh. En todos los relatos aparecen personajes que permiten pensar en estas nociones, ya sea a través de sus acciones, sus pensamientos o sus discursos.
Para empezar, en "La aventura de las pruebas de imprenta", Raimundo Morel se describe como un hombre de las letras y la poesía, pero principalmente como alguien que está completamente dedicado a estudiar y dar a conocer la obra de un autor específico: Oliver Wendell Holmes. En ese nombre, pero todavía más en la difícil tarea que se ha propuesto, radica su obsesión.
Por su parte, "Variaciones en rojo" presenta a un personaje extravagante y enigmático como es Duilio Peruzzi, un artista que se propone a sí mismo como alguien especial. Es un personaje que habla mucho, que disfruta de divagar, disertar y filosofar, siempre con una tendencia a la exageración que lo acerca a la idea de locura. De hecho, en esto último se apoya su estrategia para evitar la culpa del asesinato: en ser considerado alguien inestable y ridículo, incapaz de planificar un crimen tan complejo.
En tanto, "Asesinato a distancia" es el relato en el que se encuentran más presentes la obsesión y la locura. Por un lado, el personaje de Silverio se muestra obsesionado con la idea de que su hijo Ricardo haya sido asesinado, y no admite la posibilidad del suicidio. De hecho, esta convicción es la que lo lleva a contactar a Daniel y producir la génesis de la investigación. Además, esa obsesión es motivo de preocupación para quienes lo rodean, como ocurre con el doctor Larrimbe: " —Yo conozco a Silverio hace muchos años, sé cómo funciona su mente y no quiero verlo arrastrado por una obsesión desprovista de sentido" (p. 137).
Por su parte, el personaje de Lázaro permite identificar otra obsesión: el ajedrez. Lázaro expresa un interés profundo por el juego, algo que demuestra a través de sus ganas de competir —con Osvaldo y también con Daniel— y de su avidez por conocer su historia, incluyendo algunas de sus partidas y jugadas históricas.
Asimismo, este relato tiene a la locura como tema fundamental porque hasta antes de la solución racional que encuentra Daniel, es considerada la "verdadera" causa de la muerte de Ricardo. Esta hipótesis, impulsada principalmente por el doctor Larrimbe, pero admisible para la mayoría de los personajes, se basa en una supuesta "tendencia a la insania" que Ricardo había "heredado" de su madre, quien se había suicidado:
Él ya había consentido en la locura. La locura es consentimiento, atracción por algo desconocido, renuncia ante problemas insolubles, cansancio de la personalidad consciente (p. 137).
La locura es un tópico tradicional del género policial clásico y debe entenderse en una relación de disputa con la noción de razón, ya que esta última, en representación del bien, es la que viene a vencer esa fuerza maligna que amenaza con desarticular el pensamiento humano y volver las cosas inexplicables para alejar a la verdad:
En todos los seres humanos existe una fuerza interior, ciega y diabólica, que tiende a aniquilarlos. (...) Hay un instinto de conservación y una voluntad de poder [la razón]. Pero también hay un instinto de autodestrucción y una voluntad de fracaso [la locura] (p. 137).
Las apariencias
En oposición al tópico de la verdad, las apariencias son otro de los temas relevantes del libro. En parte, esto tiene que ver con la idea del juego que el policial propone a sus lectores, en el sentido de que los tres relatos se estructuran de igual manera en torno al enigma, tópico primordial del género.
La estructura es la siguiente: con el crimen consumado, se presentan una serie de personajes, de forma tal que se genere una sospecha generalizada y todos puedan pensarse como posibles culpables. Tras ello, se da lugar a hipótesis y explicaciones que, justamente, aparentan ser verdaderas, pero finalmente no lo son y sirven de preámbulo a la resolución final.
Así, los dos primeros relatos comparten la estructura clásica del policial y presentan esas necesarias apariencias a través de sus personajes, ya que el narrador se encarga de describirlos de modo tal que cualquiera de ellos pueda ser considerado culpable. En segundo término, hay lugar para la aparente solución del caso —pronunciada por el comisario Jiménez— que resulta errónea y es contrastada por la argumentación de Daniel Hernández. Tras ello, se revela que todas esas aproximaciones eran erróneas y se da lugar a la verdadera explicación del crimen.
"La aventura de las pruebas de imprenta" incluye una cita del comisario Jiménez que resulta muy elocuente respecto al tema de las apariencias:
Lo que ocurre es que nunca conocemos realmente a las personas que mejor creemos conocer. Nuestras relaciones con los demás suelen ser muy unilaterales. El punto de contacto entre dos seres humanos es más estrecho de lo que se supone. Son como dos circunferencias que se cortan dejando una pequeña zona de intereses comunes, pero lo demás permanece ignorado (p. 25-26).
Cabe resaltar al personaje de Duilio Peruzzi de "Variaciones en rojo", a través del cual puede vislumbrarse claramente el tema de las apariencias. Peruzzi parece alguien enajenado y delirante, un "payaso" incapaz de planificar un crimen complejo, pero Daniel lo revela como es en realidad: un hombre frío y calculador que resulta ser el asesino.
De todos modos, donde la idea del juego de apariencias se hace más evidente es en "Asesinato a distancia". Allí, el hecho de que el crimen ocurrió un año atrás imposibilita la existencia de indicios materiales en el presente, lo que produce que el desciframiento de los personajes y sus intenciones —tarea del investigador y los lectores— sea la única manera de resolver el enigma. El juego de las apariencias es fundamental en este relato que, a diferencia de los dos anteriores, está más cerca del género thriller, ya que se caracteriza por un clima de tensión y sospecha, donde uno de los conflictos recurrentes es que nada es lo que parece. De ahí, el protagonismo que Walsh le da al ajedrez, un deporte de juegos mentales, astucias y falsas apariencias.
La culpa
Vinculado con el tema del crimen, la culpa es otro de los tópicos que está muy presente en los tres relatos de Variaciones en rojo.
Lo primero que puede decirse es que la noción de culpabilidad obedece a una de las necesidades que presenta el género policial: la de tener una solución para el enigma que propone. Aunque no siempre se trate del accionar de una persona, el señalamiento de un culpable facilita el acceso a la explicación final por parte de los lectores. En este sentido, los tres relatos de Walsh permiten pensar en diferentes sospechosos —y posibles culpables— para luego satisfacer esa necesidad cuando Daniel acusa al indicado.
Sin embargo, la culpa también se manifiesta en otras formas. En "La aventura de las pruebas de imprenta", la culpabilidad opera sobre Alberta, la esposa de la víctima. Es esa sensación la que la lleva a tratar de detener, sin éxito, el crimen que había planeado con su amante:
Esta se había preparado una coartada para que no sospecharan de ella, pues era la única, aparentemente, que tenía un motivo para asesinar a Raimundo. Pero a último momento debió arrepentirse, porque regresó precipitadamente al lugar, dejando a su amiga en el cine. Infortunadamente, era demasiado tarde (p. 74).
Por otro lado, en "Variaciones en rojo" aparece otro personaje invadido por la culpa: Hans Baldung (u Otto Jenke, su verdadero nombre). Lo que atormenta e impulsa a actuar a Baldung es su pasado vinculado al nazismo. La culpa de haber sido partícipe del régimen y sus crímenes, así como el temor de ser señalado como culpable, lo mantienen en silencio pese a ser un testigo fundamental para la resolución del caso.
Por último, el que carga con la culpa en "Asesinato a distancia" es Silverio Funes, el padre de la víctima. Silverio se muestra apesadumbrado y atormentado por la muerte de su hijo Ricardo y se niega a creer que tuvo el mismo destino que Regina: el suicidio. El doctor Larrimbe es el primero que hace mención a ese sentimiento de culpa:
El no puede aceptar que Ricardo se haya suicidado, porque aceptarlo equivale a admitir que todo lo que hizo por él, los momentos que vivió a su lado, y aun el recuerdo de Regina, todo ha sido inútil o inexistente. El se sentiría responsable. Responsable y frustrado, aniquilado (p. 138).
Posteriormente, es Daniel quien lo confirma mientras desarrolla su explicación de los hechos: "Silverio tenía absoluta necesidad de creer que su hijo no se había suicidado, porque de lo contrario él se sentiría de alguna manera responsable de su muerte" (p. 161).