Resumen
Capítulo I
El narrador describe la librería y editorial Corsario, en Avenida de Mayo, centro de Buenos Aires. Luego cuenta lo que va a pasar después de las 17:00 y describe la rutina del lugar. En el segundo piso están las secciones de Contaduría y Créditos y en el tercero está la sección Ediciones, donde se hacen las revisiones, las correcciones de originales y las pruebas de imprenta. Allí trabaja Daniel Hernández, que en ese momento está conversando con Raimundo Morel.
El narrador señala que los dos son cortos de vista y feos, pero que Raimundo lleva esa fealdad con “dignidad”. Parece viejo, pero tiene treinta y cinco años y es un escritor talentoso. Tiene un buen pasar económico y es egresado de Harvard. Es traductor del poeta Oliver Wendell Holmes, está trabajando en los tres tomos de sus obras completas.
A la hora del cierre habitual, a las 18:45, se van todos menos ellos dos, que se quedan unos minutos más. Se van caminando por Avenida de Mayo y se separan en Piedras. Raimundo sigue por la avenida y Daniel dobla en dirección a su casa. Daniel mira el reloj y son las 19:00.
Capítulo II
A las 24:00 Raimundo Morel aparece muerto. Lo encuentra su esposa Alberta cuando vuelve del cine, a las 22:30. Había ido con una amiga y salió antes porque le dolía la cabeza. Se describe entonces el momento en que encuentra el cuerpo: cuando Alberta entra en la casa, solo ve luz en el estudio de Morel. Ella se cambia y lo llama varias veces, sin obtener respuesta. Esto le llama la atención y va al estudio. Ve a Morel apoyado en el escritorio y cree que está dormido, trata de despertarlo y cuando le levanta la cabeza se da cuenta de que está muerto, con una herida en el ojo derecho.
El narrador describe la escena del crimen. No hay señales de lucha, todo está en perfecto orden. Bajo el brazo derecho de Morel encuentran un arma de pequeño calibre. Hay un cajón abierto y dentro un periódico, una lata de aceite, un frasquito de bencina, una baqueta de cerdas, una gamuza y un cargador con varios proyectiles. A la izquierda del escritorio, un libro de tapas celestes sobre una pila de pruebas de imprenta. A la derecha, en una bandeja, una botella de whisky, un sifón y un vaso.
Llega el comisario Jiménez con su equipo. El narrador lo describe como un hombre de ciencia, corpulento, elegante, con acento del interior. Remarca que es muy metódico y puntilloso con el trabajo policial. Jiménez examina la habitación y confirma que no hubo lucha y que no hay vías de acceso desde el exterior. Descubre que la botella de whisky fue abierta esa noche y que en el vaso hay restos de bebida. Los policías descubren que falta una bala en el cargador del arma y encuentran el casquillo en un costado de la habitación. El médico forense, de apellido Meléndez, examina el cadáver y hace su reporte, donde especifica detalles de la trayectoria del disparo.
Tras ello, se llevan todas las evidencias, excepto el libro de tapas celestes. El comisario lo observa y reconoce el sello de la Editorial Corsario. Se acuerda de Daniel Hernández, a quien conoce y trabaja allí. Describe las anotaciones de las pruebas de imprenta: la letra es peculiar, irregular, ilegible, como de una persona que no sabe escribir bien o no está en un buen estado.
Capítulo III
Alberta denuncia el hecho a la policía. Como tiene una crisis nerviosa, le dan un sedante, y acepta ser interrogada por el comisario Jiménez. Ella le cuenta que encontró el cadáver entre las 23:45 y 24:00. Que estaba todo cerrado con llave cuando llegó, no se cruzó a nadie y tampoco escuchó ningún ruido extraño. Respecto a su coartada, dice que salió a las 21:00 al cine con una amiga y que Morel estaba invitado, pero no quiso ir. Dice que siempre discutían por eso y llora.
Alberta detalla la rutina de su marido ese día: salió antes de las 17:00 y volvió a las 19:30. Ella lo vio llegar con las pruebas de imprenta bajo el brazo. También reconoce el arma y cuenta que Morel la había traído cinco años atrás de Estados Unidos, que la tenía como recuerdo, junto al estuche y los elementos de limpieza. Luego aclara que él nunca había pensado en utilizarla y que no tenía enemigos, que solo la limpiaba cada tanto, como distracción. El comisario le pide muestras de la caligrafía de Morel y se lleva un manuscrito que se llama Vida y obra de Oliver Wendell Holmes.
Llega el hermano de Raimundo, llamado Agustín. Está muy conmovido y pregunta quién lo mató. Cuando le dicen que podría tratarse de un suicidio, queda muy descolocado. Cuando le preguntan por la letra de su hermano, dice no reconocerla, aunque después identifica ciertos rasgos similares. Dice que podría ser la letra si se encontrara en apuros o nervioso.
Entra un hombre llamado Anselmo Benavídez, se presenta como amigo de la familia y ofrece su ayuda. Dice que viene de La Plata en micro, porque no había tren hasta después de las 4:00. El comisario se va y se lleva las pruebas manuscritas.
Capítulo IV
Daniel Hernández se entera de la muerte de Morel a través del diario y se comunica con el comisario Jiménez, que lo pone al tanto y lo invita a encontrarse esa noche en el velatorio.
Esa noche, Daniel le dice que no cree que se haya suicidado, pero le parece raro que lo hayan matado, señala que las armas son incongruentes con Morel. Debaten sobre las tres hipótesis: suicidio, accidente o asesinato. Jiménez cree que fue alguna de las dos primeras y descarta la tercera, Daniel cree que puede haber sido la tercera. Jiménez dice a Daniel que la esposa tiene una buena coartada, que se estima que Morel habría muerto a las 23:15, porque a esa hora los vecinos testifican haber escuchado un ruido similar a un disparo y un amigo dice haberlo llamado, sin obtener respuesta. Por su parte, Daniel le comenta que se separó de Morel a las 19:00, lo que confirma el relato de Alberta.
Mientras conversan, ven en un rincón a un hombre que, según explica Jiménez, es investigador privado y trabaja para la compañía de seguros. El comisario le cuenta a Daniel que Morel tenía seguro contra accidente de 300.000 pesos, que cobraría Alberta. Luego, lo invita a ir a su despacho al otro día para devolverle las pruebas de imprenta y hacerle algunas preguntas.
Capítulo V
Daniel va a ver al comisario. El narrador aclara que ambos se conocen hace tiempo y están habituados a teorizar juntos sobre distintos casos, pero esta vez Daniel es testigo y Jiménez agradece esta circunstancia.
El comisario ya tiene una opinión formada sobre la base de las pruebas analizadas: dice que fue un accidente y le explica cómo llegó a esa conclusión. Describe con detalle todas las pruebas de laboratorio, balística y caligrafía que se hicieron. Los estudios confirman que la bala salió del arma de Morel y que no contaba con dispositivo de seguridad, por lo que era propensa a dispararse accidentalmente. La disposición de los elementos confirman que Morel se disponía a limpiar el arma. Se comprueba que hay alcohol en su cuerpo y esto, junto al dato de que había discutido con su mujer previamente, incrementa la posibilidad de que haya querido beber. En cuanto a las pericias de escritura, confirman que la letra de las pruebas de imprenta son de Morel, aunque en un estado de alteración indeterminado. La teoría del comisario es que Morel estaba trabajando, un poco alterado por el alcohol y por la pelea con su esposa, se dispuso a limpiar el arma y se le escapó el tiro tras un movimiento brusco involuntario. Daniel se va disconforme con esta explicación y se lleva las pruebas de imprenta.
Capítulo VI
Daniel analiza las pruebas de imprenta de Morel y comenta sus conclusiones con Aurelio Rodríguez, compañero de trabajo en la sección Ediciones. Daniel se va y vuelve con un mapa ferroviario y horarios de ferrocarril. Luego, le pide a Rodríguez que corrija una hoja de pruebas de imprenta y le toma el tiempo. A las 18:30, sin revelar sus descubrimientos, Daniel sale apresurado y se lleva todas las cosas. Se toma el subte hasta la estación Once y luego un tren hasta Moreno. Se baja, cruza las vías y toma el primer tren de regreso.
Al día siguiente no va a la oficina. Alrededor de las 19:00, alguien lo ve atravesar el hall de la estación Constitución. Se sube a un tren estacionado en una de las plataformas. A la 1:00, llama al comisario Jiménez y le pide reunirse al día siguiente con todos los implicados en la muerte de Morel, ya que ha descubierto algo. El comisario le dice que Alvarado también lo llamó para decirle lo mismo.
Capítulo VII
Se reúnen en el despacho del comisario todos los involucrados en la muerte de Morel: Alberta, Anselmo Benavídez, Daniel Hernández, el doctor Quintana, Agustín Morel y Alvarado. El comisario informa a Alberta que Daniel y Alvarado hicieron descubrimientos por su cuenta y quieren informarlos, pero aclara que no es un interrogatorio oficial.
Alvarado toma la palabra y dice que se trata de un suicidio. Revela que Morel tenía problemas económicos inminentes, ya que se había gastado la herencia y padecía una enfermedad incurable del corazón. Según él, este había planificado minuciosamente su suicidio para que pareciera un accidente y poder dejarle algo a su esposa.
Todos los presentes se exaltan ante sus palabras. Alvarado aclara que, a pesar de todo, la compañía de seguros está dispuesta a hacer concesiones. Alberta, el doctor Quintana y Benavídez se muestran dispuestos a llegar a un acuerdo. El único que sigue alterado es Agustín. Finalmente, Daniel dice que no coincide con esa versión. Igualmente, dice que la compañía no tendrá que pagar el seguro.
Capítulo VIII
Daniel da su versión de los hechos. Antes de comenzar su exposición, pide a la señora Morel que ratifique su testimonio. Luego explica que su demostración es múltiple y parte de un razonamiento que se apoya en catorce hechos comprobables:
1. Morel no había bebido antes de corregir las pruebas.
2. Morel hizo un viaje en ferrocarril y corrigió las pruebas durante el mismo.
3. Realizó el viaje en el transcurso de cuatro horas y media, entre las 19:00 y las 23:30.
4. El viaje fue entre 19:30 y 23:00, porque debió ir y volver de la estación, caminar y comprar el boleto.
5. Morel corrigió once galeras en el viaje de ida y once en el de vuelta.
6. Tardó aproximadamente sesenta y seis minutos en el viaje de ida y lo mismo para el de vuelta.
7. El viaje de regreso no pudo iniciarse antes de las 22:00.
8. El viaje de ida debió comenzar como mínimo antes de las 21:00.
9. La ida se inició entre 19:30 y las 21:00.
10. Alberta dijo que estuvo con su marido en el departamento entre las 19:30 y las 21:00.
Daniel insinúa que el indicio número 9 desmiente al número 10, por lo que Alberta ha mentido. En ese momento, Benavídez se lanza contra él e intenta ahorcarlo. Lo impide el comisario, que lo separa y le da un puñetazo que lo deja sentado en el suelo.
Capítulo IX
Daniel continúa con su exposición. Aclara que cada uno de los indicios fue puesto a prueba por él mismo, y presenta gráficos y tablas que se incluyen en el capítulo. Posteriormente, explica los indicios restantes:
11. El tren se detuvo en seis estaciones intermedias.
12. La primera parada intermedia está a seis minutos de la estación de origen.
13. El único tren que corresponde a estos cálculos sale de Constitución a las 19:33 y llega a La Plata a las 20:39. Asimismo, el tren de regreso coincide con el que sale de La Plata a las 21:36 y llega a Constitución a las 22:42.
14. Morel viajó a La Plata, ciudad en la que vive Anselmo Benavídez.
La conclusión a la que llega Daniel es que Morel fue asesinado por Benavídez, en complicidad con Alberta. La explicación es que ellos tenían una relación extramatrimonial y que Alberta sabía tanto de la enfermedad crónica de su marido, como de su inminente quiebra. El plan se precipitó ese día porque Morel había empezado a sospechar de Benavídez, y por eso decidió ir a verlo a La Plata. Benavídez no lo atendió. En cambio, lo siguió de regreso hasta su casa. Finalmente, lo mató con su propia arma ―previamente provista por Alberta― para fingir un accidente. Luego se fue y cerró con una llave también provista por la mujer de Morel. Esta se arrepintió a último momento, pero ya era tarde, por lo que tuvo que continuar con el plan.
Análisis
Como ya anticipa Walsh en el prólogo, “La aventura de las pruebas de imprenta” es el relato que más se ciñe al modelo clásico del policial: se comete un crimen que constituye un enigma, la trama gira en función de la resolución de ese enigma, sin desarrollar demasiado la psicología de los personajes ni los argumentos secundarios; está narrado en tercera persona con un narrador omnisciente que comparte fragmentos de la información y da pistas para ir resolviendo el crimen junto al protagonista. Al final, se descubre la verdad y se restablece la justicia.
A su vez, cabe destacar que el protagonista que elige Walsh es un hombre que no pertenece a las fuerzas policiales ni es detective privado, se trata de un investigador aficionado. Más aún, se trata de un hombre de las letras cuya ocupación consiste en leer libros y hacer correcciones. En este punto, resulta curioso la cantidad de características similares que el protagonista comparte con el propio Walsh, quien también era un hombre de letras, culto e intelectual. Más aún, el autor devendrá en investigador con los años siguientes a la publicación de estos textos, cuando su trabajo como periodista y como narrador converjan en la creación de su célebre Operación Masacre. Ahora bien, esto no sucede en cuanto al aspecto físico del protagonista de los cuentos, quien presenta características son las de una persona común y corriente, incluso se lo describe como alguien débil, feo, enclenque y corto de vista.
Entonces, Walsh no solo elige a un aficionado como protagonista e investigador de los casos, sino que hace de su vinculación con la literatura y la escritura un rasgo preponderante del personaje. Esto lo advierte ya en el epígrafe, donde cita el pasaje del Libro de Daniel: “Si ahora pudieras leer esta escritura, y mostrarme su explicación, serás vestido de púrpura, y collar de oro será puesto en tu cuello, y en el reino serás el tercer señor” (p. 9). Daniel Hernández no es un corrector de pruebas de imprenta que independientemente de su trabajo tiene un hobby, sino que su puerta de ingreso al mundo detectivesco es justamente su oficio vinculado a la escritura. De hecho, “La aventura de las pruebas de imprenta” es el bautismo de Daniel como detective ―aficionado― y ayudante estable de su amigo el comisario Jiménez. La casualidad lo lleva a ese lugar como testigo, pero el crimen se resuelve gracias a su conocimiento y experiencia en el campo de las letras, razones por las que el comisario aprecia tanto su ayuda.
Este no es el único punto de contacto entre Daniel, la palabra y su rol de detective: su estrecho vínculo con la literatura también es fundamental en la resolución de este caso y los dos posteriores que componen el libro. En “La aventura de las pruebas de imprenta” aparece este tema en el momento de clímax de la investigación, cuando las pistas van completando una hipótesis que desemboca en la solución. Esto sucede en el capítulo VI, cuando Daniel comparte con su compañero de trabajo, Rodríguez, la reconstrucción hipotética de los hechos que está urdiendo a partir de las pruebas empíricas y especulaciones teóricas. Para empezar, hay una alusión al famosísimo Sherlock Holmes y su ayudante Watson, de parte tanto del narrador como del personaje.
Sobre Watson, el narrador dice: “Aurelio Rodríguez, viejo empleado de la editorial Corsario, fue el imprevisible y efímero Watson de aquella singular aventura de las pruebas de imprenta” (p. 36). Esto constituye un metadiscurso en el que el autor sugiere el carácter ficcional de lo que se está leyendo (ya anticipado en el prólogo) y prevé la función que tendrá el nuevo personaje en la estructura policial; estructura que todos los lectores avezados en el género conocen. En efecto, Watson es el célebre ayudante del genio Sherlock, y su función en los relatos es representar ―dentro de la ficción― al lector que acompaña al detective en sus descubrimientos. El rol de Watson es fundamental porque permite que el detective, cuya velocidad de razonamiento y capacidad de deducción son superiores a la media, explique a alguien común y corriente (como los lectores) los pasos de su investigación. Desde el punto de vista de la estructura narrativa, entonces, estos “Watson” son muy importantes como excusa verosímil para que el detective despliegue su ingenio de manera didáctica y que el lector pueda seguir el desarrollo de la trama.
La segunda alusión a la literatura policial llega pocos párrafos después, pero ahora a través de la voz del propio Daniel: “―Holmes ―musitó Daniel con expresión extraviada―. Oliver Wendell Holmes. Sherlock Holmes. Extraña coincidencia... ¿Recuerda usted el curioso incidente del perro?” (p. 38). El perro al que se refiere es el de “Estrella de plata”, un relato de Conan Doyle en el que Sherlock descubre al asesino, no a través de indicios materiales, sino al observar la ausencia de la conducta habitual del perro del lugar: ello significaba, únicamente, que el ladrón debía ser su criador. Así, el hecho de que Daniel invoque un razonamiento proveniente de dicha obra de la literatura para resolver su propio caso indica que su formación literaria es crucial en su desempeño como investigador. Esta cuestión se confirma en las sucesivas alusiones a los clásicos policiales que se incluyen en los dos relatos siguientes.
Sin embargo, Daniel no es un intelectual puro al estilo de Isidro Parodi, el detective de H. Bustos Domecq ―seudónimo de Borges y Bioy Casares― que resuelve todo sin moverse del lugar, porque está preso. Por el contrario, Daniel somete sus ideas a la experimentación (se toma el tren para corroborar los tiempos que especula a partir de las irregularidades de la grafía en las galeras) y así llega a la respuesta final, que deja en manos de la policía.
Por último, cabe destacar que el hecho de que en este relato no haya información sobre la vida privada de Daniel pone en evidencia la intención del autor de realzar la ética y el respeto por la verdad que tiene el personaje. Antes de develar al culpable, este se lamenta porque debe “destruir la imagen de un héroe y sacar a la luz a un asesino” (p. 51), lo que demuestra que pone por encima de cualquier sentimiento su compromiso con la verdad. Lo mismo sucede en los dos relatos siguientes, como se verá enseguida, donde queda demostrado que la máxima lealtad de Daniel es con la verdad, aunque esta sea cruel o injusta.