Walden Citas

Citas

"Una renta anual de veinticinco a cien dólares, según los precios del país, le dan derecho al beneficio de las mejoras de los siglos, espaciosas habitaciones, pintura limpia y papel, una chimenea Rumford, revoques traseros, persianas venecianas, bombas de cobre, cerradura de muelles, un amplio sótano y muchas otras cosas. Pero ¿cómo es que aquel de quien se dice que disfruta de estas cosas es, por lo general, un pobre hombre civilizado, mientras que el salvaje, que no las tiene, es rico como salvaje? Si se afirma que la civilización es un verdadero avance en la condición del hombre —y yo creo que lo es, aunque solo el sabio aprovecha sus ventajas—, debe demostrarse que ha producido mejores residencias que no resulten más caras, y el coste de una cosa es la cantidad de lo que llamaré vida que ha de cambiarse por ella, de inmediato o a largo plazo. Una casa en esta vecindad, por término medio, cuesta tal vez ochocientos dólares, y reunir esta suma llevará de diez a quince años de la vida del trabajador, aun sin carga de una familia [...], de modo que tendrá que pasar, por lo general, más de la mitad de su vida antes de adquirir su tienda. Si suponemos, en cambio, que paga un alquiler, se tratará solo de una dudosa elección entre males. ¿Sería sabio el salvaje que cambiara su tienda por un palacio con esas condiciones?".

Narrador. Capítulo: "Economía".

En este fragmento, el narrador pone de manifiesto su filosofía de la economía del vivir. Encontramos un pensamiento aferrado a la idea de que el valor está puesto en el tiempo y el esfuerzo para conseguir un propósito, y no en el dinero que el mercado estipula que cuesta. En este sentido, la condición del hombre civilizado puede tener un alto costo monetario, pero en términos de valor vivencial o vital es pobre, dado que sus horas están dedicadas a la obtención de ciertos estándares y estandartes civilizatorios que poca relación guardan con una vida enriquecedora desde el punto de vista espiritual.

"Fui a los bosques porque quería vivir deliberadamente, enfrentarme solo a los hechos esenciales de la vida y ver si podía aprender lo que la vida tenía que enseñar, y para no descubrir, cuando tuviera que morir, que no había vivido. No quería vivir lo que no fuera la vida, pues vivir es caro, ni quería practicar la resignación a menos que fuera completamente necesario. Quería vivir con profundidad y absorber toda la médula de la vida, vivir de manera tan severa y espartana como para eliminar cuanto no fuera la vida, abrir un amplio surco y arrastrarlo, arrinconar a la vida y reducirla a sus términos inferiores y, si resultaba mezquina, coger toda su genuina mezquindad y hacerla pública al mundo; o, si era sublime, saberlo por experiencia y ser capaz de dar cuenta de ello en mi próxima excursión. La mayoría de los hombres, a mi juicio, se halla en una extraña incertidumbre respecto de si la vida es cosa de Dios o del diablo, y ha concluido algo precipitadamente que el principal fin del hombre es «glorificar a Dios y gozar de él por siempre»".

Narrador. Capítulo: "Dónde vivía y para qué".

En este fragmento encontramos la motivación inicial por la cual el narrador tomó la decisión de abandonar la vida citadina y forjar una forma de vida silvestre, cruda y auténtica. Es como si la ciudad tapara con su cemento la verdadera cara de la vida, disfrazando la rutina cotidiana con promesas de un progreso sin un genuino sentido. El narrador se muestra dispuesto a correr todos los riesgos, vivir de manera "severa" y "espartana"; y aceptar todas las consecuencias: que la vida resulte "mezquina" o "sublime" le daba igual, con tal de que fuera auténtica.

Al abandonar la motivación genuina de una vida auténtica, el ser humano civilizado se resigna a la creencia de que el propósito de su vida es vivir para servirle a otro ser - "glorificar a Dios"-; y como no puede gozar de su rutina alienante, deposita el goce en la adoración al mismo Dios -"gozar de él por siempre"-.

"Quienes no hayan aprendido a leer a los antiguos clásicos en la lengua que fueron escritos tendrán un conocimiento muy imperfecto de la historia de la raza humana, pues es notorio que no han sido nunca transcritos a una lengua moderna, a menos que nuestra misma civilización pueda ser considerada esa transcripción. Homero nunca ha sido impreso en inglés, ni Esquilo, ni siquiera Virgilio, cuya obra es tan refinada, tan sólida y casi tan hermosa como la mañana misma [...]. Las obras de los grandes poetas no han sido leídas por la humanidad, pues solo los grandes poetas pueden leerlas. Han sido leídas como la multitud lee las estrellas, a lo sumo astrológica, no astronómicamente. La mayoría de los hombres ha aprendido a calcular para llevar las cuentas y que no la engañen en el negocio; pero poco o nada sabe de la lectura como un noble ejercicio intelectual [...]".

Narrador. Capítulo: "Leer"

En esta cita puede apreciarse la erudición del narrador. El autor de Walden fue profesor universitario de Ciencias y de las lenguas latín, griego y francés; y tenía conocimientos en Historia, Geografía y lengua española. La vida silvestre y cruda a la que el narrador se expone tiene un fundamento filosófico basado en un conocimiento profundo de la naturaleza humana.

La decisión del narrador de vivir en los bosques de Walden, lejos de ser un arrebato emocional, es una realidad creada a partir de sofisticados pensamientos de libertad, justicia y belleza. Señala la penosa situación de que las grandes obras de literatura no han sido y no pueden ser leídas por la humanidad, ya que requieren de complejos conocimientos para ser verdaderamente comprendidas.

Podemos suponer que él sí tiene acceso al entendimiento de esas grandes obras, puesto que él mismo se considera un poeta y tiene suficientes conocimientos del griego y del latín. Por el contrario, el promedio de los seres humanos aprende a leer y calcular, no ya para enriquecer su espíritu, sino por cuestiones meramente pragmáticas.

"Cuando tenía cuatro años, por lo que recuerdo, me trajeron de Boston a esta, mi ciudad natal, a través de estos bosques y este campo, y a la laguna. Es una de las más antiguas escenas estampadas en mi memoria. Ahora, anoche, mi flauta ha despertado los ecos sobre la misma agua. Los pinos son aún más viejos que yo; si algunos han caído, he cocinado mi cena con sus tocones, y una nueva vegetación surge alrededor y tendrá un nuevo aspecto para otra mirada infantil. En este prado brota la misma verbena de la misma perenne raíz, e incluso he contribuido por fin a vestir el fabuloso paisaje de mis sueños infantiles; uno de los resultados de mi presencia e influencia se ve en las hojas de judías, los limbos de maíz y los tallos de patata".

Narrador. Capítulo: "El campo de judías".

La elección del narrador acerca del bosque particular al cual mudarse puede fundamentarse en esta expresión de tierno amor hacia Walden. Además de gozar de la paz de un bosque virgen e impoluto, cobra sentido la recreación de escenarios primitivos en los cuales recorría los bosques y la laguna siendo un niño pequeño.

Ya adulto, el narrador puede elaborar una comprensión histórica acerca de los ciclos de ese bosque, vinculándose con los "ecos" de su tierna infancia, cocinando con la misma madera que lo viera jugar y crecer, reconociendo la vegetación perenne que aún inunda el suelo, "vistiendo" el paisaje de Walden con sus tiernas memorias.

"Cuando remé por primera vez en Walden estaba completamente rodeada por espesos y altos bosques de pino y roble, y en algunas de sus calas las vides silvestres trepaban por los árboles junto al agua y formaban enramadas por debajo de las cuales podía pasar un bote [...]. He pasado muchas horas, cuando era más joven, flotando sobre su superficie al antojo del céfiro, tras llevar mi bote al centro y recostarme sobre el asiento, en tardes de verano, soñando despierto, hasta que me despertaba al encallar el bote en la arena y me levantaba a ver a qué orillas me habían arrastrado mis hados; días en que el ocio era la ocupación más atractiva y productiva [...]. Pero desde que dejé estas orillas, los leñadores las han esquilmado aún más y hasta dentro de muchos años no habrá más paseos por las crujías del bosque, con vistas ocasionales del agua [...] ¿Cómo podéis esperar que canten los pájaros si han cortado sus enramadas?".

Narrador. Capítulo: "Las lagunas".

En este pasaje se puede apreciar cómo una de las formas cotidianas que el narrador tenía de disfrutar de Walden era integrar la conservación de las especies, mitigando el impacto ambiental, para luego dejarse llevar por esa naturaleza, integrándose a ella como una parte inseparable.

El narrador muestra poseer vastos conocimientos en naturalismo y ecología, los cuales lo llevan a aumentar su goce y lo ayudan a fundirse con el flujo de la vida en el bosque. Esta capacidad suya resulta incluso intelectualmente provechosa, "días en que el ocio era la ocupación más atractiva y productiva". Por último, el narrador señala que con el paso de los años algunas especies vegetales han sido intervenidas por el ser humano, lo cual no solamente representa un daño al ecosistema, sino principalmente una privación de la experiencia espiritual de oír cantar a los pájaros.

"En el invierno siguiente usé una pequeña estufa por economía, puesto que el bosque no era mío, aunque no mantuve el fuego tan bien como en la chimenea. Cocinar ya no era, en su mayor parte, un proceso poético, sino químico. Pronto olvidaremos, en estos días de estufas, que solíamos asar patatas en las cenizas, como los indios. La estufa no solo ocupa la habitación y perfuma la casa, sino que oculta el fuego, y sentí que había perdido un compañero. Siempre podéis ver un rostro en las llamas. El trabajador, mirando el fuego al atardecer, purifica sus pensamientos de los desechos y la terrenalidad que han acumulado durante el día. Pero yo ya no podía sentarme a mirar el fuego y las palabras oportunas de un poeta acudían a mí con fuerza renovada: «No me faltes nunca, llama brillante [...]»".

Narrador. Capítulo: "Calentar la casa".

Como parte del capítulo "Calentar la casa", el narrador cuenta su vínculo espiritual con el fuego. El manejo adecuado de este elemento de la naturaleza es vital para la supervivencia en la cruda vida silvestre. Sin embargo, lo que más le interesa contar al narrador es el poder espiritual que el fuego brinda. Más allá de su rol central para la supervivencia, el fuego es un espejo para el alma, "siempre podéis ver un rostro en las llamas". Además, contribuye a sosegar la mente, "purifica sus pensamientos". El fuego es un remedio para la soledad, "sentí que había perdido un compañero".

En un momento determinado de su tiempo en Walden, el narrador se vio obligado a reemplazar la técnica del hogar por la tecnología de la estufa, la salamandra. Este reemplazo representó un verdadero sacrificio, pero a veces nos vemos impelidos a cuidar la fragilidad de la vida, renunciando a la contemplación espiritual: la estufa necesita consumir mucha menos leña que el hogar para lograr el objetivo de calentar la casa.

"Dejé los bosques por una razón tan buena como la que me llevó allí. Tal vez me pareciera que tenía más vidas que vivir y no podía dedicarle más tiempo a aquella. Es sorprendente con qué facilidad e insensibilidad seguimos una ruta particular y la convertimos en un camino trillado. No llevaba allí una semana y mis pisadas ya habían trazado un sendero desde mi puerta a la orilla de la laguna y, aunque han pasado cinco o seis años, desde que lo seguía, aún es visible. Es cierto, temo que otros puedan haberlo seguido y, de este modo, contribuido a mantenerlo despejado. La superficie de la tierra es suave e impresionable a las pisadas de los hombres y lo mismo ocurre con los senderos que recorre la imaginación".

Narrador. Capítulo: "Conclusión".

Finalmente, como parte de la conclusión de su experiencia en los bosques de Walden, el narrador asume que no hubo ninguna razón en particular para poner fin a su forma de vida silvestre. La razón es buena, pero tiene que ver con el hecho sorprendente, y a la vez sencillo, de que ninguna experiencia es permanente, sino que está constituida por ciclos de apertura, maduración y conclusión.

El narrador hubiese podido continuar su vida en Walden, pero dejó de ser su deseo, probablemente porque ya había encontrado todo lo que allí buscaba su espíritu: "Tal vez me pareciera que tenía más vidas que vivir y no podía dedicarle más tiempo a aquella".

Una profunda reflexión acerca de esta eventualidad es el símil de la tierra con la imaginación: una vez transitado un camino durante un tiempo suficiente, como una idea en la imaginación, el espíritu anhela nuevos rumbos.

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