Resumen
En el año 1799, el capitán Amasa Delano entra a una pequeña isla en un archipiélago al sur de Chile, llamada Santa María, al mando de un gran barco mercante y ballenero llamado Bachelor's Delight. Allí, en el mar “alisado en la superficie como plomo batido que se ha enfriado y fraguado en el molde del fundidor” (p.85), avista otra embarcación. El hecho de que este barco no exhiba ninguna bandera inquieta un poco al capitán, que lo observa con el catalejo. Sin embargo, las singulares maniobras del barco hacen que Delano intuya que quienes la tripulan no son de expertos navegantes ni mucho menos. Decide, por esto, acercarse y cerciorarse de que el barco no se encuentra en apuros.
La apariencia de la embarcación a cierta proximidad es la de un “monasterio enjalbegado después de una tormenta eléctrica” (p.88), sobre el que se divisan “figuras oscuras en movimiento” como “monjes dominicos” (ibid.). En una aproximación mayor aún, la apariencia de monasterio de la embarcación se disipa y aparece su verdadero carácter: se trata de un barco español de primera línea, que transporta esclavos negros y alguna otra carga valiosa, entre puertos coloniales. No hay en él, curiosamente, cañones a la vista, aunque tampoco ve cambios importantes en los aparejos. La proa llama su atención: el mascarón se encuentra cubierto por una lona y, a su lado, junto a un pedestal, se encuentra la frase, toscamente escrita con tiza, de “Seguid a vuestro jefe” (p.91). Sobre el borde de ataque, Delano encuentra finalmente el nombre del barco: Santo Domingo.
Cuando enganchan el bote de Delano a la embarcación, a bordo lo asalta una gran cantidad de esclavos negros que intentan, a la vez, comunicarse con él de forma torpe y precipitada. A primera vista, los esclavos parecen superar en número a los blancos. Alcanza a comprender, de aquello que le intentan relatar en diferentes lenguas, que esta diferencia en número se debe al escorbuto, que barrió con más tripulantes que esclavos.
Mientras es aturdido por la horda de hombres desesperados, Delano alcanza a observar el barco. Llaman su atención cuatro negros de cabello entrecano que, tranquilos, desarman trozos de cabo y los convierten en estopa, apostados cada uno en los cuatro lados de la cubierta de la embarcación. En el alcázar, elevados, en una posición privilegiada desde la cual observar todo lo que sucede a bordo, ve a otros seis esclavos, más jóvenes, todos ellos con una hachuela oxidada en las manos que restriegan sin cesar contra un ladrillo para afilarla.
Finalmente, se acerca a Delano el capitán español, Benito Cereno, suntuosamente vestido, “pero con claras huellas de preocupaciones, e inquietudes insomnes” (p.93). Sin perder el tiempo, Delano se acerca a él, le ofrece sus condolencias, se apura a hacer subir a la embarcación canastas de pescado y pide a sus tripulantes que hagan otro viaje hacia el Bachelor's Delight en el bote y traigan pan fresco, agua, calabazas, azúcar y sidra.
Delano observa para sí, detenidamente, a Benito Cereno y su fiel esclavo, Babo, un negro de cara ruda y baja estatura que lo sigue a todas partes. Los modales del capitán español le transmiten a Delano “una especie de desdén agrio y sombrío” (p.97) que le cuesta comprender, pero adjudica esta actitud al clima general del barco en apuros. Además, se da cuenta de que Cereno no da órdenes él mismo, sino que delega toda comunicación en Babo.
Análisis
A pesar de ser un relato de ficción, Benito Cereno guarda estrecha realidad con algunos personajes y situaciones ocurridos en la época de las colonias americanas. Por ejemplo, el personaje de Amasa Delano se encuentra inspirado en un capitán estadounidense llamado de igual modo, salvo por una tilde en el apellido: Délano. Amasa Délano también nació en Massachusetts, en el año 1763. Se trata de un viajero norteamericano, marino, que, desde los 14 años, vivió embarcado, tanto en el combate con la marina militar como, años más tarde, trabajando de armador naval. Mientras residía en el archipiélago de Juan Fernández en el Pacífico, Amasa Délano se encontraba al mando de un buque llamado Perseverance, donde se dedicaba a la caza de ballenas. El 20 de febrero de 1805, en los alrededores de la isla Santa María, apresó a un buque llamado Trial, que transportaba esclavos negros. Los negros se habían amotinado y habían diezmado severamente a la tripulación. A bordo del Trial, se encontraba el capitán español Benito Cerreño. Resulta evidente que esta información fue el sustrato para el Benito Cereno de Melville.
Esta novela participa del género denominado novela de mar o aventura marítima. Esta última acepción da cuenta de una de las características del género que delata su procedencia: el género de aventuras. Sin embargo, hay cierto corrimiento en muchas de estas novelas de la aventura en sí y particularidades que hacen que pueda hablarse de un género en sí mismo. El tema de la vida en alta mar, que abordaremos más adelante, es uno de sus tópicos privilegiados. Luego, este género marítimo muchas veces hace hincapié en tópicos como la soledad (es el caso de El viejo y el mar y Robinson Crusoe) y el encuentro con el otro diferente (como El corazón de las tinieblas, de Joseph Conrad). Para dar cuenta de la especificidad del género al que Benito Cereno pertenece y, a la vez, resaltar el hecho de que se relaciona con otro tipo de novelas, en las que la historia transcurren en un barco, podemos pensar que, de todas las acepciones que se utilizan, la de ficción náutica es adecuada.
En la siguiente escena, leemos, en una conversación entre Benito Cereno y Amasa Delano, como un hombre de mar relata a otro los sucesos que lo han traído hasta aquí:
En un instante, una noche, tres de mis mejores oficiales, junto con quince marineros, desaparecieron en el agua, junto con la verga mayor, cuando el palo se partió debajo de ellos en las eslingas, mientras intentaban, con alzaprimas, abatir la vela helada (p.101).
En este relato, Benito Cereno no se detiene en absoluto en la terminología náutica para hacer aclaración alguna, y tampoco lo hace el narrador. No necesariamente porque se presuponga que el lector sea versado en la vida en alta mar. Más bien, lo que se busca es un efecto inmersivo en un mundo desconocido, el de la vida del embarcado. Si bien no se explica qué es una “eslinga” o una “alzaprima”, o qué es “abatir una vela”, este desconocimiento no impide la lectura ni confunde al lector. Por contexto, vamos deduciendo poco a poco algunos conceptos y otros, sencillamente, resultan irrelevantes para la trama principal. En esta posibilidad reside la transversalidad del texto, gracias a que puede ser leído no solo por marinos versados en terminología náutica o lectores asiduos del género.
Luego de contarle a Amasa Delano lo desesperante que fueron los vendavales que dañaron la embarcación, Benito Cereno le menciona el escorbuto. Tampoco se explica en el texto qué es el escorbuto, no tanto por ser común entre los embarcados (cosa que es absolutamente cierta), sino también porque recién ahora en la modernidad es una enfermedad erradicada gracias a haber descubierto que era causada por una deficiencia en la vitamina C y, por ende, olvidada. Al estar presente la vitamina C en los alimentos frescos, y carecer la vida en alta mar, antiguamente, de estos, resultaba una causa de muerte muy común entre marineros. En la célebre novela de Daniel Defoe, el personaje de Robinson Crusoe se inspira en un corsario que murió de escorbuto. La búsqueda de alimento fresco en dicho relato tiene que ver con este asunto. James Lind, un cirujano escocés, fue conocido por sus investigaciones pioneras sobre esta enfermedad: en 1753, publicó un informe que detallaba sus experimentos con marineros enfermos y cómo el suministro de jugo de limón les proporcionaba una recuperación notable.
Amasa Delano se siente contrariado por la crónica que hace Cereno. No comprende por qué el escorbuto diezmó la tripulación y no así a los esclavos. El narrador nos deja entrever que, a pesar de asentir y no cuestionar la historia que Cereno le proporciona, Delano tiene sus sospechas. Benito Cereno hace “referencia al azar a las diferentes constituciones de las razas, que permitían a una ofrecer más resistencia a ciertas enfermedades que otra. La idea era nueva para su compañero” (p.163). Más que una “idea nueva”, el narrador deja entrever que Delano la considera una idea algo errónea o estrafalaria, inclusive. Sabe que el escorbuto afecta tanto a blancos como a negros, pero se encuentra dispuesto a seguir escuchando a Cereno con tranquilidad. Cabe mencionar que el capitán español hace referencia a la constitución de una u otra raza. El narrador también hará, a lo largo del texto, varias reflexiones en torno a las diferencias raciales. Veremos más adelante este asunto en lo que se refiere a una forma de racismo "positiva", por ser ornamentado con posturas condescendientes hacia, en este caso, la población negra.
Además, llama la atención un recurso muy utilizado por Melville, que no necesariamente viene aparejado al género de ficción náutica: el uso de lo macabro. Aunque el relato de terror, tal cual lo conocemos ahora, no estaba para la época constituido como género, algunos de sus motivos tradicionales, como las brujas o las casas embrujadas, ya hacía tiempo que eran como recursos literarios conocidos. En el caso de Benito Cereno, el barco fantasma es uno de los motivos por antonomasia. Aunque las explicaciones son lógicas y el relato es realista, a través de las imágenes y las metáforas que utiliza el narrador aparece por momentos frente a nosotros una embarcación espectral y temeraria. El barco es retratado como si se tratara de un antiguo monasterio en ruinas y blanqueado con cal. Esta imagen perturba al lector desde un primer momento: rodeado de “olas plomizas” (p.88), ve a la “distancia brumosa (...) figuras oscuras en movimiento” (ibid.) que se asemejan a monjes.
El capitán Delano tiene, constantemente, la sensación de que algo no anda bien en cubierta. Estas sensaciones no siempre tienen para él un fundamento racional y lógico. Dice el narrador:
Aparecía, en majestuosas mayúsculas, alguna vez doradas, el nombre del barco: Santo Domingo, con todas las letras corroídas a rayas por un reguero de óxido de los clavos de cobre, mientras, como ropas de luto, oscuros festones de algas barrían babosamente ida y vuelta el nombre, a cada balanceo del barco al modo de un coche fúnebre (p.90).
Lo macabro recorrerá el relato entero hasta el final, en el que se revela la imagen más horrorosa de todo el texto vinculada a la muerte.
Cabe mencionar que, aunque el género de horror constituido como tal en ese entonces, sí había aparecido la novela gótica. Así, los presentimientos de Delano y sus apreciaciones sobre el Santo Domingo se traducen fácilmente en lo que llamaremos, para ser precisos, imágenes góticas. En el siglo XVIII, las novelas góticas eran el principal medio por el que sentimientos como el presentimiento oscuro y el terror se hacían accesibles a un público popular. En lugar de examinar los signos que tiene ante sí como únicos en cuando al misterio que esconden, Delano ve, y verá, todo aquello como un tipo específico. De este modo, se libera de la responsabilidad de interpretar activamente el mundo y el momento presente. Es decir, Delano atribuye al barco, y a lo macabro que ve en él, sensaciones que, en realidad, él mismo está teniendo y de las cuales le cuesta hacerse cargo. Esta relación compleja de Delano con sus propios temores, que oscila entre la confianza ingenua, en la bondad de quienes lo rodean, y la suspicacia extrema, por la cual sospecha de todo el mundo, recorre el texto por completo hasta el clímax.