Ceremonia secreta

Ceremonia secreta Elementos Literarios

Genero

Novela corta o nouvelle.

Configuración y Contexto

La novela transcurre a mediados del siglo XX en Buenos Aires, mayormente en una casona con dirección en Suipacha 78, en el centro de la ciudad, frente a la parroquia de San Miguel Arcángel.

Narrador y Punto de Vista

Narrador omnisciente. En algunos momentos, el narrador adopta el punto de vista de Leonides Arrufat y de Cecilia, plasmando sus emociones y pensamientos; en otros, adopta su propio punto de vista, haciendo comentarios e incluso interpelando a los lectores.

Tono y Estado de Ánimo

El tono de esta novela es decadente y patético, oscilando entre el dramatismo y el humor negro. La utilización paródica de géneros como el gótico, el maravilloso y el policial generan un contraste -por momentos cómico- con las situaciones trágicas que acontecen a las protagonistas.

Protagonista y Antagonista

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Conflicto Principal

Cecilia confunde a Leonides con su madre muerta a partir de un episodio traumático, que Leonides luego investigará.

Climax

El clímax de la novela tiene lugar hacia el final, cuando Cecilia despierta de su trance y recupera su identidad. Así, recuerda lo que le sucedió y, antes de morir, se lo cuenta a Leonides, quien pone en marcha un plan de venganza.

Presagio

En la presentación del personaje de Leonides, al comienzo de la novela, el narrador hace el siguiente comentario: "Se la hubiera podido confundir con un pope que al abrigo de la noche huía de alguna roja matanza, si la sonrisa que le distendía los labios no mostrase que, por lo contrario, aquel pope corría a oficiar sus ritos" (p. 23). Si bien en el momento la frase no significa nada particular para los lectores, al terminar la novela se comprende que es un presagio de la participación de Leonides en la "ceremonia secreta". Refuerza esta idea, sobre todo, la repetición de la imagen de ella como oficiante de un ritual en el último capítulo: "Si ella había sido incluida en la ceremonia era para que, en un determinado momento, pasase de acólito a celebrante y oficiase el último acto ritual, aquel con el que la ceremonia culminaría" (p. 88).

Atenuación

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Alusiones

En esta novela hay muchas alusiones al cristianismo: desde las imágenes (la imagen de San Miguel de Arcángel que se ve siempre desde la ventana) hasta las alusiones al pecado original, la serpiente y la expulsión del paraíso. Leonides se refiere a su estadía en la casona como su "paraíso" del que siempre teme ser expulsada.
Por otro lado, la mención del poema Anabel Anabelí es una alusión al poema de Edgar Allan Poe, máximo exponente de la novela gótica y el terror, llamado "Annabel Lee".

Imágenes

Ver sección Imágenes.

Paradoja

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Paralelismo

Existe un paralelismo entre Cecilia y Leonides, cuyas vidas parecen espejadas. Al comienzo de la novela, cuando se encuentran por primera vez, ya se establece esta conexión: "Hasta la coincidencia de estar vestidas de luto creaba entre ambas un misterioso vínculo que las separaba de los demás y las colocaba juntas y aparte" (p. 28). Ambas están solas en el mundo, pero, además, se hace mucho hincapié en que Leonides parece una madre sin hijos (ya que tiene 58 años, pero es una "solterona") y Cecilia, una hija sin madre. Si bien es Cecilia quien, por su locura, sale a buscar a su madre, Leonides admite que ella siempre fantaseó con tener a alguien que la quiera y la necesite.

Metonimia y Sinecdoque

“El nudo de piernas y de brazos se suelta como cortado por una cimitarra” (p. 79). Esta frase constituye una sinécdoque, ya que el narrador se refiere a Cecilia como un nudo de piernas y brazos (la parte por el todo).

Personificación

Luego del episodio de la pelea con Natividad, del que Leonides sale muy atormentada, vuelve en el tranvía dándole vueltas al asunto, enferma de ira. Allí, inmersa en sus pensamientos, se imagina que la palabra "arrastrada", que repite una y otra vez, cobrará vida y asesinará a su enemiga: "Se imaginaba que aquella palabreja, así salmodiada, volaba por encima de las calles y los edificios, llegaba hasta la propia Natividad, caía sobre la miserable como una lluvia de ardientes alfileres, la derribaba y la arrojaba al suelo, allí le sorbía el orgullo, la juventud, la belleza, aquel maligno vigor que había despegado con la señorita Leonides, y, por fin la abandonaba como una nube de langostas a un árbol seco" (p. 26).

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