Ceremonia secreta

Ceremonia secreta Símbolos, Alegoría y Motivos

La mansión en ruinas (Motivo)

La casa donde vive Cecilia es el lugar más importante de la novela, y donde transcurre la mayor parte de la trama. La descripción pormenorizada de sus cuartos y pasillos oscuros remite directamente a uno de los motivos más conocidos del género gótico: la mansión en ruinas.

La serpiente (Símbolo)

En su rutina diaria, Leonides Arrufat visita a diferentes vecinos y repite palabras del credo cristiano, según amerite la ocasión, de acuerdo a su propio criterio. En la casa de Ruth, Edith y Judith Dobransky, Leonides menciona la "tentación de la serpiente" en su oración. En el cristianismo, la serpiente es un símbolo de la maldad y la tentación ante el pecado de la carne. En la cosmovisión de Leonides, las mujeres jóvenes y el sexo importan un peligro, tal como Eva representa la perdición y la expulsión del Paraíso. Por su parte, los nombres de las tres muchachas que visita corresponden a nombres bíblicos del Antiguo Testamento, lo que refuerza el simbolismo de este pasaje.

Los ojos y la mirada (Símbolo y Motivo)

Desde el comienzo de la novela, los ojos y la mirada constituyen un motivo que se sostendrá hasta el desenlace. En el momento en que Leonides y Cecilia se conocen, hay un cruce de miradas que genera una máxima tensión durante el trayecto en tranvía. Después, en el cementerio, la mujer se conmueve por una mirada que cree reconocer: "La señorita Leonides vio únicamente los ojos. Así, con esos mismos ojos, la había mirado Robertito aquel 23 de marzo de 1926. Una piedad inmensa y una infinita dulzura la poseyeron. Supo que ya no podría evadirse. Había caído en una red" (p. 33).

Los ojos son, desde la antiguedad hasta hoy y en diferentes culturas y religiones, símbolo de un portal al interior de las personas: en el medioevo, se creía que el enamoramiento era una enfermedad que entraba por los ojos; en el siglo XX, se sostenía la hipnosis como forma de acceso a una conciencia perturbada. Como se ve en la cita, Leonides queda como "encantada" por esa mirada, queda hiptonizada de alguna manera. Por otra parte, es a través de las miradas que se reconocen en sus vidas pasadas: Cecilia ve a su madre muerta y Leonides ve a Robertito.

La risa y la sonrisa (Motivo)

La risa y la sonrisa están presentes en toda la novela y definen, en distintos momentos, tanto a Leonides como a Cecilia. La risa representa una forma de la locura, por ejemplo, en este pasaje del comienzo, en el que Leonides se ríe sola: "Recordándolo, la señorita Leonides sufrió un ataque de hilaridad. Se sofocaba" (p. 27). La risa histérica representa la contracara de la risa feliz, en compañía, cómica.

Del mismo modo, la sonrisa, gesto habitualmente asociado a la ternura y la felicidad, tiene su contracara siniestra. El personaje de Cecilia, una joven que está en un trance de demencia, tiene una sonrisa que en muchas ocasiones genera espanto en Leonides. La sonrisa de Cecilia se describe como espectral y tenebrosa: "(...) como al mismo tiempo la odiosa sonrisita socarrona empezó a titilarle otra vez entre los labios, esa fisonomía siniestramente dual aterrorizó al ídolo así exhortado a la benevolencia" (p. 41). Y, frecuentemente, da lugar a la risa histérica: "Entonces la joven estalló en una especie de frenética contorsión. La congoja se le borró de los ojos, la pérfida sonrisita hirvió, se corrió hasta las comisuras de los labios, reventó como un burbujeo palúdico" (p. 42).

Por último, en muchas ocasiones la risa y la sonrisa aparecen conjuntamente con los ojos, representando la dualidad, tópico del gótico, al mostrar un rostro escindido que genera terror.

Las muñecas (Motivo)

Las muñecas son un motivo de la novela con el que se caracteriza a Cecilia. Desde el principio, la joven es descrita como una muñequita, una marioneta o un autómata. Sus movimientos maquinales, así como sus respuestas automáticas, que parecen evadir por completo la realidad, forman parte de la identidad del personaje. Muchas veces, es la propia Leonides quien la describe así: "¡No había más que decir: 'querida, querida' y la muñequita correteaba sobre sus piernecitas como si le hubiesen dado toda la cuerda" (p. 45).

Además, las muñecas aparecen como objeto reiteradas veces en la casa (la repisa de las muñecas holandesas, la muñeca robada por Encarnación y Mercedes), aportando a la construcción del ambiente gótico.

El espejo de luna (Símbolo)

En varias oportunidades, aparece el espejo de luna vinculado a la transformación del personaje de Leonides. En el momento en el que ingresa al caserón de Suipacha, Leonides comienza a atravesar un proceso de desdoblamiento en el que se identifica con su doble, la madre muerta de Cecilia, al tiempo que olvida o confunde su propia identidad. Su imagen reflejada es, en muchos casos, siniestra, y parece devolverle la mirada. El espejo y la luna, por su parte, son símbolos del acceso a otros mundos (muchas veces, siniestros) y de la transformación, respectivamente. Constituyen, por este motivo, un motivo típico de la literatura gótica y de terror.

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