Ceremonia secreta

Ceremonia secreta Temas

La dualidad

En Ceremonia secreta, la dualidad es un tema central, sobre el que gira toda la trama. En efecto, toda la historia se desarrolla a partir de una confusión -producto de la atribulada mente de Cecilia- que se desata a partir de un parecido: el de Leonides Arrufat y Guirlanda Santos. A partir de ese primer conflicto, se despliega un juego de dobles, paralelos e identidades múltiples. Se trata, por un lado, de un tema clásico de la literatura: el doble. Pero también, particularmente, es un tópico del género fantástico, en especial de la literatura gótica, de la que esta novela toma gran parte.

El juego del doble se multiplica en la encarnación de Anabelí Santos, personaje que no existe (es un invento de Leonides), pero que cobra vida y termina transformándose en otra de las caras de la mujer escindida. En Cecilia, por su parte, la dualidad está vinculada a su demencia y en la ruptura -producto de un shock postraumático- de mente (razón) y cuerpo, representada a través de la metáfora de la decapitación. Así, este personaje -desdoblado- asume el papel de la niña dócil que Leonides describe como una muñeca o una marioneta, pero que, a veces, deja asomar a la joven desolada y aterrada que vive dentro de ella. Esta cuestión se comunica a través del motivo de los ojos y la sonrisa que, en muchas ocasiones, no se condicen. Dicha dualidad, típica del género, causa el efecto de lo siniestro.

Lo oculto

Desde su título, Ceremonia secreta anticipa la presencia de lo oculto y su importancia. No se trata solo de los secretos familiares y los misterios que Leonides desentraña en su rol paródico de detective, sino de lo oculto que hay en la consciencia y las profundidades de la psiquis humana.

De la mano de la dualidad, lo oculto es un tópico de la literatura gótica que invoca el horror de los secretos que puede guardar para un sujeto su propia mente. Así es que lo oculto no es solo lo que una persona esconde, por cualquier motivo, sino lo que ya vive en ella sin saberlo, con una fuerte impronta psicoanalítica. De esta manera, por ejemplo, Cecilia se oculta a sí misma el momento traumático y la muerte de su madre.

Por último, lo oculto está presente en el costado mágico y misterioso de los Engelhard. El padre de Cecilia, Jan, es, en palabras de la propia joven, un mago, un hombre espiritual. Pero no es un religioso -como Leonides-, sino un hombre adiestrado en las ciencias ocultas.

Finalmente, el ritual secreto que oficia Cecilia, a través del propio sacrificio, y el que oficia Leonides, a través del asesinato de Belena, mantiene, para los lectores, su sentido oculto. Ellos deben sacar a la luz, sin ninguna seguridad, de qué se trata la serie de eventos, y puede elegir darles una interpretación racional o mágica.

La locura

La locura en Ceremonia secreta aparece tematizada como reverso de la razón, pero no como su opuesto. Los personajes no están completamente desquiciados, sino que instalan un sentido alternativo de lo real, que está desviado de lo "normal" y puede parecer extraño desde afuera.

En el primer capítulo, los lectores conocen a Leonides a través de la descripción del narrador omnisciente, que expone sus obsesiones, fobias y paranoias. Ella misma dice que, desde una visión externa, parece "una loca" que habla sola y se ríe. Cuando conoce a Cecilia, piensa lo mismo de ella: es una pobre "loquita".

Las circunstancias de la vida llevan a estas mujeres al límite, poniendo en juego su cordura y empujándolas hacia conductas que no se entienden desde el sentido común. Pero cuando los lectores se familiarizan con las protagonistas y conocen sus historias de vida, pueden empatizar con ellas e incluso comprender estas conductas. Ambas se han aferrado a otros mundos para sobrevivir: Leonides, a la religión, que le da un propósito en la vida y la mantiene ocupada; Cecilia, a la infancia, su espacio seguro y cálido, donde la ingenuidad no es castigada y la muerte no existe.

En conclusión, la locura aparece de la mano de la dualidad, como algo que está siempre latente, con lo que las anti-heroínas de esta historia conviven y luchan al mismo tiempo.

La sexualidad

La sexualidad es un tema muy presente en Ceremonia secreta, en sus distintas aristas, como el rol de la mujer, el abuso sexual y la vida casta. Desde el comienzo, Leonides se presenta como una “solterona” y se la llama “señorita”, a pesar de que tiene 58 años. Ella tiene un rechazo visceral contra todo lo que tenga que ver con la sexualidad femenina: se ve en el episodio con Natividad, pero también en su recorrido por la casa de las jovencitas -ora porque no “caigan en la tentación de la serpiente” (p. 24)- y en su odio hacia las parejas que se besan en los parques; por último, hacia Belena, descrita como una mujer muy bella y seductora.

La sexualidad es una cuestión totalmente disociada al placer para las dos protagonistas de la novela. Es posible asumir que ambas son vírgenes y que “el vejamen del sexo” (p. 31) no trae para ellas nada bueno, sino el “peligro de la carne” (p. 81), lo que se comprueba luego del abuso sexual a Cecilia, que la termina matando. De hecho, la casona donde ambas se recluyen se describe como “un recinto amurallado donde el sexo no tiene cabida, donde la bestia de la carne no puede introducirse” (p. 78).

Sin embargo, no es la sexualidad ni las mujeres, sino los hombres quienes representan un real peligro para las mujeres de la novela. Son ellos -un grupo de varones- quienes violan y roban a Cecilia. Pero, si bien Leonides teme a “los muchachones”, para ella, el mayor enemigo sigue siendo la mujer.

La soledad

La soledad es uno de los temas que atraviesan la novela de principio a fin. Leonides Arrufat empieza y termina la historia de la misma forma: sola. La soledad es lo que caracteriza y lo que mueve a las protagonistas de Ceremonia secreta. Tanto Leonides como Cecilia se encuentran solas en el mundo, con sus familiares muertos y sin amistades, y es justamente esto -sin olvidar la locura- lo que las lleva a construir una relación -en cierto punto ficticia, pero necesaria para ambas-.

La soledad está presentada, a través de comentarios del narrador, como algo dañino. Por un lado, es un estado que amenaza y persigue a Leonides, quien vive “enferma de soledad” (p. 33) y tiene la fantasía inconsciente de ser querida por otra persona. En el caso de Cecilia, su inestabilidad mental y emocional parecen poner a su soledad en segundo plano, pero es evidente que en su estado exige la compañía y la ayuda de alguien.

En definitiva, la soledad -fruto de la suerte que han tenido en la vida las dos protagonistas- es algo que verdaderamente las afecta y las condiciona. Por eso, de manera casi natural y sin proponérselo, las dos tratan de modificar ese estado y se dejan llevar por el encantamiento que les produce su encuentro.

La pérdida

Junto al tema de la soledad, está muy presente el de la pérdida. Cuando Leonides conoce a Cecilia en el tranvía, se siente hermanada porque ambas están vestidas de luto. Este pequeño detalle es muy importante para la trama: no solo son dos personas solas, sino dos personas que han perdido a todos los que tenían. En la escena siguiente, en el cementerio, se confirma que los seres queridos de Leonides murieron, probablemente en un accidente: todos tienen la misma fecha de defunción, incluso el pequeño Robertito. Cecilia, por su parte, está sola en el mundo: la única persona que tenía -su madre- enfermó de cáncer y murió antes de lo esperado.

En ambos casos, la muerte irrumpe y desarma la estructura familiar de contención antes de que las sobrevivientes hayan podido abrirse paso en el mundo adulto. Ambas quedaron detenidas en el instante de la pérdida, en los dos casos producidos en la temprana juventud. En este sentido es que pueden interpretarse el eterno luto, el hecho de que Leonides se siga llamando "señorita", el temor al sexo y la imposibilidad de generar nuevos vínculos sanos y adultos.

La culpa

La culpa es otro de los temas que atraviesa la novela y aparece en aquellos momentos en que las protagonistas toman diferentes decisiones con las que luego tienen que lidiar. Esto se ve especialmente en Leonides, quien siente culpa por engañar a la pobre Cecilia, pero también de abandonar su papel de madre y abandonarla. Todo el tiempo existe esa tensión psicológica que termina llevando a Leonides a vengar a Cecilia, matando a Belena.

Pero además del aspecto psicológico, la culpa se vuelve el motor de la novela a partir del giro policial de la trama, cuando Leonides se convierte en investigadora. Esta parte se desarrolla en torno a un hecho delictivo (el robo y la violación a Cecilia), la persecución de pistas y la elaboración de una lista de motivos y sospechosos, con el único fin de encontrar a los culpables de las desgracias de la joven y redimirla.

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