Aunque Cumbres Borrascosas se considera una de las grandes novelas inglesas entre los clásicos de la literatura, en el momento histórico de su aparición, en diciembre de 1847, ciertos elementos fueron criticados y puestos en tela de juicio.
En primer lugar, el desarrollo de una historia de amor tan apasionada rebasaba los límites impuestos por la moral de aquella época. Es necesario destacar que la novela es publicada en la época en que la reina Victoria gobierna el Reino Unido. Durante estos años, se subrayaba la necesidad de una sociedad regida por la rectitud moral, la seriedad y el decoro. En este sentido, la violencia exacerbada de los personajes y el desenfreno al que llevaban las pasiones amorosas causó revuelo.
Sin embargo, no era solo cuestión de la moralidad, sino que el libro además confrontaba la relación típicamente victoriana de semejanza entre el autor-lector. En este sentido, la publicación en entregas incitaba al lector a tomar una parte más activa en la acción de la obra. Este hecho es sumamente ejemplificador de las características que tenía el público lector del siglo XIX, que a menudo prefería leer una novela en fascículos en vez del libro. De alguna manera, la ventaja de dicha técnica consistía en que tanto el lector como el autor eran "cómplices" en el proceso, ya que el escritor estaba atento a las repercusiones que tenía su publicación entre los lectores. Sin embargo, Emily Brontë decidió publicar el texto en forma de novela. Así, Cumbres Borrascosas despojaba al lector de esta convención exigida en la novelística de la época —la de ser guiado y también interpelado por el escritor— y, en su lugar, le invitaba a asumir un papel central como intérprete activo del significado de su obra.
Con respecto a los valores morales de la corrección y de la delicadeza, que debían ser observados en toda obra de ficción, se consideraba que no habían sido respetados a lo largo de toda la novela. También fue objeto de preocupación las pasiones violentas y destructivas de sus protagonistas, que exigían una condena abierta por parte del lector y que, sin embargo, habían sido dramatizadas con una intensidad tal que, más que repeler, insinuaban la simpatía o comprensión del autor por las mismas. Esto mereció la condena de las revistas de la época, mientras que otras destacaban la intensidad de la pasión de su héroe y su heroína, la originalidad del relato, la descripción vívida de la naturaleza.
En todos estos juicios de la recepción de Cumbres Borrascosas en la Inglaterra victoriana se entremezclan elogios y críticas, sus elementos más sobresalientes y sus debilidades más notorias, fruto de una mente que fue descrita como «de limitada experiencia, pero disposición singular y original fuerza».