“El señor Heathcliff contrastaba con el ambiente de un modo chocante. Era moreno, y por el color de su tez parecía un gitano, si bien en sus ropas y en sus modales mostraba ser un hombre distinguido”.
Esta cita del primer capítulo es uno de los primeros intentos que hace la novela de explicar el carácter misterioso de Heathcliff. En este sentido, esta dicotomía entre parecer un hombre distinguido pero también un gitano constituye un eje problemático en el protagonista. La situación del lector es análoga a la del narrador; como Lockwood, los lectores deben afrontar todo tipo de extrañas escenas y personajes y plantear posibles interpretaciones de los hechos. En este punto, la cita exhibe los prejuicios en torno al personaje de Heathcliff y su incapacidad de ser encasillado en una única categoría.
“Aunque yo lo tumbara veinte veces, no dejaría de ser él más guapo que yo. Quisiera tener el cabello rubio y la piel blanca como él, vestir bien y tener modales como los suyos, y ser tan rico como él llegará a serlo”.
La perspectiva de vida que tiene Heathcliff en su niñez contrasta rotundamente con la mirada del mundo que sostiene de adulto. En un extraño momento de vulnerabilidad, Heathcliff admite que envidia a Eduardo Linton. Algunos de los motivos no son sorprendentes: como muchos personajes de la época, Heathcliff aspira a mejorar su situación económica. Sin embargo, su deseo por tener el cabello rubio y la piel blanca sugiere una crítica velada a las actitudes de los ingleses con respecto a los extranjeros. Aunque los orígenes de Heathcliff son inciertos, suele nombrárselo como un gitano. De alguna manera, esta pertenencia étnica hace más difícil el ascenso social del protagonista, ya que los prejuicios conllevan que estos personajes no sean considerados miembros distinguidos de la sociedad. A pesar de que Heathcliff deviene un personaje cruel, Brontë sugiere que esto no es enteramente su culpa. De alguna manera, el rechazo de la sociedad contribuyó a su maldad tanto como las propias decisiones que tomó.
“En sitios como este, las personas adquieren a los ojos del que las observa un valor que pueda compararse con el de una araña a los ojos de quien la contempla en un calabozo. La araña en un calabozo tiene una importancia que no tendría en la casa de un hombre en libertad. Pero, de todos modos, el cambio no se debe sólo a la distinta situación del observador. Las personas aquí viven más hondamente, más reconcentradas en sí mismas y menos atraídas por la parte superficial de las cosas”.
En esta observación que hace Lockwood sobre la vida rural, nota que los habitantes de esta región suelen ser más reflexivos y estar más conectados con sus sentimientos. Así, nos anticipa que el amor que nace entre Cati y Heathcliff se relaciona con el espacio donde ambos habitan. En este sentido, se asocia el mundo natural con la expresión de poderosas emociones. Si bien a veces la exteriorización de los sentimientos más profundos puede ser atemorizante, es necesario para tener una vida plena y apasionada.
“Mi amor a Linton es como las hojas de los árboles, y bien sé que cambiará con el tiempo, pero mi cariño a Heathcliff es como son las rocas de debajo de la tierra, que permanecen eternamente iguales sin cambiar jamás. Es un afecto del que no puedo prescindir. ¡Elena, yo soy Heathcliff! Lo tengo constantemente en mi pensamiento, aunque no siempre como una cosa agradable”.
Esta declaración de amor de Catalina es el punto de giro de la novela. En este momento, Heathcliff abandona Cumbres Borrascosas, cuando oye a su amada decir que casarse con él sería una degradación. A pesar de que la acción narrativa de la novela se sitúa en un mundo muy lejano al bullicio de la ciudad, las ambiciones y expectativas de ascenso social motivan muchas de las decisiones de los personajes. En este sentido, la comparación de Catalina entre el amor a Linton y las hojas de los árboles deja claro que este sentimiento es mutable y, como tal, perecedero. Una vez más, la novela refuerza la conexión entre lo natural y la expresión de sentimientos. Al referirse a ella y a Heathcliff como la misma esencia, la novela permite leer hasta qué punto la relación entre ambos trasciende la dinámica del deseo y se convierte en una única unidad. Si bien el amor en la literatura suele ser descrito en términos de opuestos complementarios, el sentimiento de estos amantes se opone a esta convención. Catalina no dice que ama a Heathcliff sino que ella es él. Sin embargo, esta pasión no es necesariamente edificante; el trágico final de esta historia de amor permite entender lo destructivo que puede ser el amor cuando niega toda diferencia e individualidad.
“Bésame y llora todo lo que quieras, arráncame besos y lágrimas, que ellas te abrasarán y serán tu condenación. Tú misma te has matado. Si me querías, ¿con qué derecho me abandonaste? ¡Y por un mezquino capricho que sentiste hacia Linton! Ni la miseria, ni la bajeza, ni aun la muerte nos hubiera separado, y tú, sin embargo, nos separaste por tu propia voluntad”.
En esta cita, Heathcliff acusa a Catalina de ser la responsable del sufrimiento de los dos. Incapaz de entender las motivaciones que condujeron a la muchacha a tomar la decisión de casarse con Eduardo, Heathcliff revela su mirada perversa de los hechos: para él, la inminente muerte de Catalina es merecida por haber elegido otro esposo. En esta apreciación, Heathcliff exhibe también su miopía y egoísmo: es incapaz de entender la importancia que tiene un matrimonio acaudalado para las mujeres de la época.
“Aunque me hubiese adorado, no habría dejado de mostrar su infernal carácter. Solo un gusto tan pervertido como el de Catalina podía llegar a tener afecto hacia este hombre. ¡Qué monstruo! Quisiera verlo completamente borrado del mundo y de mi recuerdo”.
En esta cita de Isabel, la muchacha subraya el carácter infernal de Heathcliff. Al nombrarlo como un demonio o un monstruo destaca la naturaleza del personaje, tan cruel que parece un ser sobrenatural. Por una parte, podría interpretarse que Heathcliff nació como una persona mala y que, por lo tanto, como individuo tiene poco control sobre su personalidad y sus acciones, ya que viene determinado a ser de una manera específica. Sin embargo, a lo largo de la novela, la narración nos recuerda que la maldad de Heathcliff se debe en parte al ambiente abusivo y perverso en el que creció. En este sentido, en Cumbres Borrascosas no se nace monstruo, sino que las circunstancias llevan a las personas a ser así.
“Su carácter era altivo, pero no brusco, y su corazón, sensible y afectuoso en extremo. No se parecía a su madre. Era dulce y mansa como una paloma. Tenía la voz suave y la expresión pensativa. Jamás se enfurecía por nada”.
En esta cita, Elena plantea una comparación entre Cati Linton y su madre, la difunta Catalina. La narradora destaca las cualidades positivas de la niña y las opone a los defectos de su madre. En esta apreciación, se subraya la parcialidad de Elena y las distintas valoraciones que hace de ambas Catalinas. Además, también permite ver que esta nueva generación logró, de alguna manera, desprenderse de los errores de sus antepasados. Esta mirada esperanzadora sobre el futuro anticipa el desenlace final de Cati y Hareton.
“¡Y lo mejor es que Hareton me quiere como un condenado! En esto he vencido a Hindley. ¡Si el canalla pudiera levantarse de su sepultura para venir a echarme en cara el mal que he hecho a su hijo, este sería el primero en venir a defenderme, ya que me considera como el mejor amigo que pudiera tener en el mundo!”
En este pasaje, Heathcliff saca a relucir su total falta de empatía, demostrando su cambio luego de la muerte de Catalina. Esta actitud despiadada no se reduce al desprecio que hace del cariño de Hareton sino que también alude a la obsesión que tiene Heathcliff con el pasado. Así, solo puede pensar en que el vínculo con Hareton afectaría al difunto Hindley; el protagonista continúa mortificado por los maltratos recibidos aun tiempo después de la muerte de aquel. Este odio y rencor es llevado al paroxismo con el hostigamiento que ejerce sobre su propio hijo por ser, simplemente, descendiente de los Linton.
“Aunque usted ha hecho todo lo posible para que nos aborrezcamos el uno al otro, Linton es el único cariño que me queda en el mundo y lo desafío a usted a que lo haga padecer cuando yo esté presente”.
Estas palabras de Cati frenan los intentos de manipulación de Heathcliff sobre su destino y el de Linton. El coraje de la muchacha contrasta con el miedo y la subordinación que Heathcliff suele inspirar en los demás -especialmente en Hareton, José y Linton-. En esta afrenta, Cati extrae su fuerza y su pasión del cariño que siente por su primo, a diferencia de Heathcliff y Catalina, que solo parecen centrados en sí mismos. Por este motivo, Cati representa la humanidad y la parte civilizada de la cruel y salvaje sociedad; su determinación feroz de amar a alguien, aun cuando probablemente no se lo merezca, pone de relieve la absoluta necesidad de amor que tiene el ser humano.
“Si miro al suelo, creo ver las facciones de ella grabadas en las baldosas. En los árboles y en las nubes, en todas las cosas durante el día y llenando el aire durante la noche, veo su imagen. ¡Creo verla en las más vulgares facciones de cada hombre y cada mujer, y hasta en mi rostro! El mundo es para mí una espantosa colección de recuerdos diciéndome que ella vivió y que la he perdido”.
En este pasaje, Heathcliff le confiesa a Elena su perturbado estado. Así, los lectores conocemos que la monomanía del protagonista lo condujo hasta este estado de destrucción. El protagonista describe la dualidad que siente frente a la muerte de su amada; su existencia está repleta de signos de la existencia de Catalina y su posterior pérdida. En este desenlace, todas las percepciones del mundo están permeadas por su conexión con Catalina. Si antes estas señales se encontraban en lugares puntuales, como en el parecido físico de Cati con su madre, ahora la presencia de su amada es total. En este sentido, el final de la novela subraya la pérdida de la individualidad de los amantes; Catalina forma parte del mundo interior de Heathcliff hasta condicionar su forma de entender la vida.