Resumen
Capítulo 31
Lockwood, fiel a su palabra, viaja a Cumbres Borrascosas para terminar su alquiler en la Granja. Le lleva a la joven Catalina una nota de Elena. Hareton se apropia en un principio de la nota, pero cuando Catalina llora, se la entrega. Catalina se amarga de no tener ni una hoja de libro para responder la carta, ya que se lo confiscaron todo. Hareton tiene algunos papeles en su habitación, ya que ha estado intentando aprender a leer. Catalina se burla de la situación de su primo pero Lockwood trata de aplacarla. Luego, Hareton le trae las hojas y se las arroja de mala gana. Catalina empieza a leer una imitando el tono de un principiante, lo que hiere el orgullo de su primo, que le pega una bofetada, para luego agarrar los libros y tirarlos al fuego.
Heathcliff regresa y, mientras entra a la casa, murmura que Hareton se empezó a parecer tanto a su tía Catalina, que apenas soporta verlo. Lockwood comparte una comida con Heathcliff y Hareton y luego se va de la casa. Al irse, reflexiona sobre la tristeza de esa residencia, y piensa que hubiese sido como un cuento de hadas para la joven Catalina si ella se hubiera enamorado de él y abandonado Cumbres Borrascosas en pos de vivir en un ambiente más placentero.
Capítulo 32
Unos seis meses después, en el otoño de 1802, Lockwood regresa a la Granja de los Tordos, ya que le queda de paso en un viaje de cacería que está realizando. Encuentra que la Granja está bastante vacía: Elena está en Cumbres Borrascosas y fue reemplazada por una mujer vieja.
Lockwood visita Cumbres Borrascosas para liquidar los asuntos relacionados al alquiler con Heathcliff. Nota que hay flores creciendo en la vieja casa, y oye una apacible lección desde adentro. Cati, dulcemente, le está enseñando a leer a Hareton, quien ahora se viste de forma respetable. La lección es interrumpida con besos y palabras amables. Lockwood no quiere molestarlos y se dirige hacia la cocina, donde encuentra a Elena cantando y a José quejándose, como es habitual en él. Elena se pone contenta al ver a Lockwood, y le dice que debe acordar la renta con ella, que está actuando en lugar de Cati. Heathcliff lleva muerto tres meses.
Elena le cuenta a Lockwood lo que sucedió en su ausencia. Unos días después de que Lockwood abandone la Granja la primavera anterior, Zillah renuncia a Cumbres Borrascosas y, para reemplazarla, Heathcliff convoca a Elena, que va alegremente para estar con la joven Catalina. Está feliz de ver a Cati, pero se entristece al notar que la personalidad de la muchacha es diferente. Un día que Cati, Elena y Hareton están sentados en la cocina, Cati le ofrece un libro a su primo, pero él lo rechaza. Lo deja cerca suyo, pero Hareton nunca lo toca. El muchacho está herido por un accidente de caza que tuvo en marzo, y como a Heathcliff no le gusta verlo, pasa mucho tiempo sentado en la cocina, donde Cati encuentra muchas razones para ir. Finalmente, sus esfuerzos por reconciliarse son exitosos y se hacen amigos. Así, el vínculo entre ellos es cada vez más íntimo y amoroso.
Elena le dice a Lockwood que la unión de los primos representaría el coronamiento de todos sus deseos, y que el día de su boda no habrá mujer más feliz en Inglaterra.
Capítulo 33
En el desayuno de la mañana siguiente, Elena cuenta que Cati y Heathcliff empezaron a discutir sobre la herencia de la joven y la de su primo. Un día, Heathcliff la sacude y casi la golpea, pero, mirándola a la cara, de repente la deja ir. Cuando se quedan solos Catalina y Hareton, Elena oye que el joven la reprende severamente por hablar mal de Heathcliff, sosteniendo que él siempre lo defenderá, ya que lo considera su padre. Cuando Heathcliff vuelve por la noche, observa una tierna escena entre Catalina y Hareton, que se parece sorprendentemente a su tía Catalina. Los echa de la habitación y le confiesa a Elena que no tiene más deseos de continuar con su venganza hacia la joven Catalina y Hareton, ya que perdió la motivación. Agrega también que se acerca un extraño cambio en su vida y que ya no tiene interés por la vida cotidiana. Le dice que siente que Hareton es una personificación de su juventud y que su parecido con Catalina lo espanta, aunque, a su vez, todo le recuerda a ella: la ve en cada árbol, en cada nube y en cada objeto, ya que el mundo entero es un espantoso recuerdo del hecho de que Catalina existió y también murió.
Capítulo 34
Con el paso del tiempo, Heathcliff se vuelve cada vez más solitario, y empieza a comer menos hasta hacer una sola comida al día. Un día, Elena se da cuenta de que no estuvo en toda la noche y, cuando vuelve, le pide tener la casa solo para él. Ella le pregunta, preocupada, dónde pasó la noche. Heathcliff contesta que estuvo en el infierno, pero que ahora se encuentra en el umbral del cielo.
Más tarde en su habitación, parece ver una aparición detrás de él y comunicarse con ella, aunque Elena no puede observar nada. El comportamiento de Heathcliff se vuelve cada vez más extraño: empieza a murmurar el nombre de Catalina, y le recuerda a Elena que cumpla con sus deseos en el entierro. Poco después, la mujer lo encuentra muerto en su habitación, con una sonrisa y mirada triunfal. Elena resalta que Hareton es el más perjudicado, y que llora toda la noche al lado del cuerpo con amarga sinceridad.
Elena le cuenta a Lockwood que ya lo enterraron como él pidió, pero que la gente de la comarca jura haberlo visto. Incluso ella cuenta que hace un mes, yendo a la Granja, encontró a un hombre llorando que decía que allí estaban Heathcliff y una mujer, y que no se atrevía a pasar.
Cuenta, también, que la joven Catalina y Hareton se casarán pronto, el día de Año Nuevo, y se mudarán a la Granja de los Tordos. En este instante, los jóvenes amantes regresan a la casa y Lockwood siente un deseo de irse. Apura su salida por la cocina, lanzando una moneda de oro a José. Antes de volver a la Granja, camina por los páramos hacia el cementerio, donde descubre las tumbas de Eduardo, Catalina y Heathcliff. Lockwood se pregunta cómo alguien puede imaginarse un sueño intranquilo para estas personas que yacen en una tierra tan calma.
Análisis
Si bien la venganza de Heathcliff podía hacer prever que la novela contaría con un desenlace intenso y violento, acorde a los deseos del hombre, en estos capítulos la tensión narrativa se disipa hasta concluir en un final feliz para Cati y Hareton. Si bien esta resolución no hubiera sido posible sin la muerte de Heathcliff, en sus últimos días el personaje se fue convirtiendo en una amenaza cada vez más insignificante para los habitantes de la residencia. A medida que pasa el tiempo, la obsesión de Heathcliff con Catalina lo conduce a un ensimismamiento en el que pierde referencia absoluta de su entorno.
Es posible afirmar que una de las posibles causas de este progresivo enloquecimiento se relaciona con su convivencia obligada con Cati. Frente a la presencia permanente de la muchacha, el hombre no deja de ver en la muchacha huellas de su madre: “cada vez que me propongo ver en su cara el rostro de su padre veo el de ella” (p.262). En esta apreciación, este contacto permanente difumina el mundo de los vivos y los muertos, hasta confundir los límites al extremo. En este sentido, es significativa la conversación que Heathcliff tiene con Elena: “Si miro al suelo, creo ver las facciones de ella grabadas en las baldosas” (p.280). Es interesante subrayar que la presencia de Catalina no forma parte del mundo exterior sino que vive dentro de Heathcliff: su existencia distorsiona absolutamente su percepción y su habilidad para comunicarse con el mundo que lo rodea. Finalmente, el deseo de venganza muta finalmente hacia otro anhelo. Luego de dieciocho años, Heathcliff parece descubrir que la concreción de su venganza no disminuyó la pasión por la amada sino que, al revés, lo obligó a vivir torturado por su presencia. Así, el hombre no le teme a la muerte sino que desea finalmente poner fin a esta existencia para poder reencontrarse con Catalina.
Al fin, Heathcliff concreta su deseo: luego de unas semanas de reclusión, fallece en su habitación. “Tenía en los labios una especie de sonrisa y sus ojos miraban fijamente de un modo agudo y feroz” (p.290). Para un personaje tan cruel y perverso, la muerte no se representa como un descanso plácido o pacífico. Es interesante subrayar que, en esta escena, “los postigos de la ventana, movidos por el viento, se agitaban de un lado a otro” (p.290). Si bien esto podría entenderse como un detalle insignificante, muestra una vez más el vínculo de Heathcliff y Catalina con lo natural y salvaje. Así, la concreción sublime de su amor es indomable como lo es el viento que irrumpe en la habitación de Cumbres Borrascosas. Con este final, la novela destaca su propia visión celestial, identificada con la naturaleza como principio de libertad y de vida. La relación de identidad entre Catalina y Heathcliff y su proyección después de la muerte como espíritus en armonía consigo mismos sustituye el código moral cristiano de cielo e infierno y se reemplaza por una perspectiva natural, que encuentra su fundamento en la conexión con la tierra. En este sentido, el final de la historia destaca que los fantasmas de ambos amantes continúan cerca de Cumbres Borrascosas, en medio de los sombríos y salvajes páramos.
Si el desenlace de Heathcliff acentúa el carácter destructivo que puede tener la pasión cuando no es mesurada, en estos últimos capítulos nace una segunda pareja que contrasta notablemente con este espíritu. En este final, la novela exhibe una vez más su simetría y dualidad. Al comienzo de la historia, Hindley y Catalina vivían en Cumbres Borrascosas, mientras que los Linton habitaban la Granja. Para continuar de manera obvia esta simetría, cada uno de los hermanos debería haberse casado entre sí, para así unificar ambos linajes. Sin embargo, la incorporación de Heathcliff, salvaje y forastero, destruye esta armonía. Para restaurar este equilibrio, este integrante desestabilizador y sus descendientes deben desaparecer.
Así, el amor de Cati Linton y Hareton Earnshaw viene a ser una especie de comentario de la autora sobre la trágica y consumidora pasión de la primera pareja. En efecto, Cati y Hareton representan una nueva generación de valores en respuesta a las viejas formas. Aquí, los libros tienen un rol importante en el afianzamiento de la relación. Si el analfabetismo de Hareton es la muestra más obvia de los maltratos recibidos por Heathcliff, su contacto con Cati lo obliga a conocer otras realidades culturales y tomar consciencia de sus propias limitaciones. En la novela, la cercanía de los primos es necesaria para que Hareton desarrolle su propia voluntad de aprender y pueda así trascender la agresividad como la única forma de vincularse que conoce.
En esta relación profesora-alumno, la novela presenta una alternativa de paz, veneración y afecto respecto a la anterior violencia de una sociedad fundada en el odio y el resentimiento. Esta opción no constituye un sueño, sino que en realidad encierra una promesa para el futuro, una correcta base donde poder construir la sociedad y la civilización. Como otros novelistas de la época, Emily Brontë concluye su novela señalando una potencial salida: la lenta y gradual transformación que solamente la educación hace posible garantiza el progreso social.
Sin embargo, el matrimonio de los primos no encarna únicamente una promesa de futuro sino también una liberación del pasado. Esta relación redime los pecados y errores de sus antecesores y manifiesta una forma del amor relacionada con la capacidad de perdonar y ser perdonado. “Los dos tendían a lo mismo, ya que uno amaba y deseaba apreciar, y la otra se sentía amada y deseaba que la apreciasen” (p.274), expresa Elena. Así, esta pareja manifiesta las mejores características de sus padres sin los defectos que hacían insostenible toda relación saludable. En Cati y Hareton se ve la fuerza y la pasión de Cumbres Borrascosas sin la intensidad indomable que caracterizaba esta residencia, en unión con la bondad y la civilidad de Granja de los Tordos sin su debilidad y pedantería.
Con este final, Brontë opone la trágica relación amorosa de naturaleza e identidad esencial que aparece encarnada en la pareja de Catalina-Heathcliff, que rechaza todo modelo de conducta moral, con el ideal de amor generoso e inclusivo, más humano, de la segunda pareja Cati-Hareton, enraizada en la civilización y dentro de la norma de lo socialmente aceptable. La felicidad aparece como una recompensa por sus conductas, ya que fueron capaces de amar de acuerdo con las normas éticas de la sociedad convencional a la que pertenecen, mientras que Catalina Earnshaw y Heathcliff creen en un amor más allá de la muerte, que desafía el orden y la armonía doméstica de la sociedad a la que pertenecen.
Aunque esto puede leerse como que, con el matrimonio de Cati y Hareton, la novela alienta el triunfo de la civilización por sobre la naturaleza, es necesario destacar que el vínculo entre ambos es muy similar a aquel que sostenían en su juventud Catalina y Heathcliff. En este sentido, esta segunda generación también viene a poner de manifiesto lo que podría haber sido el matrimonio entre Catalina y Heathcliff. Esta lectura se refuerza con el hecho de que la novela empieza y termina con una Catalina Earnshaw. Además, el nombre "Hareton" es muy parecido a "Heathcliff". De alguna manera, esto no se reduce a lo anecdótico, sino que plantea la posibilidad esperanzadora de que las nuevas generaciones ofrezcan la posibilidad de redimir los defectos de sus padres.
El mismo Heathcliff parece ser consciente de estas similitudes, ya que, al ser testigo de la relación amorosa de Cati y Hareton, ve la personificación de su propia juventud al lado de su amada, constatando de esta manera el fracaso de su venganza sobre los Earnshaw y los Linton. Esta pareja, concebida en una escala menos intensa y apasionada, simboliza, por contraste con sus antecesores, la continuidad de la vida y de las aspiraciones humanas. Así, Heathcliff entiende que todos sus esfuerzos por mantener sus derechos y su orgullo no pudieron impedir el amor entre Cati y Hareton. Una vez aceptado su fracaso, se consagra al encuentro con su amada.
Si bien la novela muestra que la segunda generación de amantes es una versión mejorada de sus padres, como lectores solemos sentir más atracción por los personajes salvajes, aun sabiendo que sus personalidades tan extremas y virulentas representan una amenaza a las normas sociales. En este sentido, la primera parte del libro está cargada de vínculos tan pasionales que conducen, inevitablemente, a la destrucción. En términos de estructura narrativa, el amor de la segunda pareja reacciona contra esta intensidad y consolida la vida del ser humano en su dimensión más ordenada y doméstica. De esta manera, es posible afirmar que Brontë fue perfectamente consciente del carácter subversivo de su creación artística, conociendo de sobra y representando en ella las normas sociales y morales que imperaban en su tiempo. Así, esta segunda mitad viene a restablecer el orden y la armonía que garantiza el funcionamiento óptimo de la sociedad. No obstante, de alguna manera, el daño ya está hecho: siglos después, el poder y la fuerza de Catalina y Heathcliff continúan convocando a los lectores y los constituyen como una de las parejas románticas más trascendentes de la literatura universal.