Los páramos (Símbolo)
Los páramos tienen diferentes significados simbólicos para los personajes de Cumbres Borrascosas. Para Lockwood, funcionan como una extensión de tierra que le es hostil y, como tal, difícil de recorrer por cuenta propia. Así, se ve obligado a quedarse en la residencia de Heathcliff, ya que le advierte Elena que aun las “personas familiarizadas con estos páramos pierden a menudo la pista” (p.15). Para el hombre, este paisaje representa una amenaza a su integridad física.
Sin embargo, para Catalina y Heathcliff, los páramos son una fuente de comfort y una escapatoria del ambiente opresivo de Cumbres Borrascosas. Para los amantes, la posibilidad de recorrer este espacio salvaje encarna un mundo de libertad y liberación. En este sentido, se entiende que el deseo de Catalina en su lecho de muerte subraya su identidad con este espacio tan inhóspito y brutal. La protagonista sostiene: “¡Yo volvería a ser la de siempre si me hallase de nuevo entre los matorrales y los pantanos!” (p.117)
Los fantasmas (Símbolo)
En Cumbres Borrascosas, los espíritus son figuras ambiguas que pueden tener explicaciones lógicas en vez de sobrenaturales. Más allá de si son “reales” o no, los fantasmas simbolizan la presencia del pasado en el presente y las formas en las que los recuerdos perviven en la gente hasta trastocar su vida cotidiana.
El fantasma más trascendente de la novela es Catalina, que aparece al principio atormentando el sueño de Lockwood. Esta presencia puede ser leída como parte de una pesadilla. Sin embargo, cuando Heathcliff le exige una explicación por la conmoción, Lockwood le responde que el fantasma decía que “había estado vagando estos últimos veinte años” (p.29). En este sentido, si bien la presencia de Catalina puede responderse como una alucinación, esta información que ofrece se revela, finalmente, como cierta.
Más allá de la ambigüedad de esta aparición, el personaje de Heathcliff quiere creer en los espíritus y en la vida después de la muerte porque esto implicaría que Catalina sigue estando cerca de él. Cuando ella muere, él le ruega que lo persiga: "Hazlo, pues, sígueme, hasta que me enloquezcas" (p.154). Este deseo pone en evidencia el significado simbólico que toma el fantasma en la novela: la permanencia del ser amado aun después de su muerte.
Las casas (Símbolo)
En la novela, Cumbres Borrascosas y la Granja de los Tordos simbolizan dos mundos opuestos, ya que se presentan en contraposición en diversos sentidos. Por una parte, Cumbres Borrascosas representa la sencillez, la pasión y el amor por lo salvaje. En este sentido, la residencia es producto de los inhóspitos páramos ingleses en los que se encuentra: carece de todo tipo de comodidad hogareña, es desprolija y está aislada de toda influencia civilizatoria. Por el contrario, la Granja de los Tordos simboliza el refinamiento, la cultura y los buenos modales. Es la casa a la que aspira socialmente Catalina para poder legitimarse como una señora acomodada en la sociedad. En este punto, la Granja es un baluarte de la educación y la urbanidad anclada en el medio de los hostiles pantanos ingleses.
A pesar de las diferencias entre ambas residencias, ellas poseen un rasgo en común: sus características responden a los personajes que las habitan. Así, los habitantes de Cumbres Borrascosas son pasionales, ligados con la naturaleza y expresivos, mientras que aquellos que viven en Granja de los Tordos exhiben actitudes más calmas y mesuradas.
El clima (Símbolo)
Las tormentas recurrentes y el viento que azota a los personajes de la novela representan las fuerzas incontrolables que dominan al ser humano. Así, la autora utiliza el clima como la manifestación concreta del poderío que tiene la naturaleza al ser capaz de doblegar a cualquier personaje. Por ejemplo, el temporal que sorprende a Lockwood en Cumbres Borrascosas lo obliga a pasar la noche allí, a pesar de los intentos del hombre por querer sobreponerse a esta situación y volver a su hogar: la naturaleza es más fuerte que él y lo obliga a quedarse en la residencia.
Dobles y opuestos (Motivo)
En Cumbres Borrascosas, la novela está organizada en una estructura par, en la que la primera mitad se centra en una historia y la segunda mitad, en otra. Sin embargo, a lo largo de todo el texto, los personajes y lugares se construyen desde la dualidad.
Catalina y Heathcliff conforman el doble más importante: su amor se fundamenta en el hecho de que son gemelos en espíritu. Al respecto, es ejemplar la confesión que le hace Catalina a Elena en cuanto a que no se puede casar con Heathcliff porque, según explica, "hay más de mí en él que en mí misma. No sé qué composición tendrán nuestras almas, pero sea de lo que sea, la suya es igual a la mía" (p.77). Sin embargo, Heathcliff no es el único doble de Catalina: también está su hija, la otra Catalina, más conocida como Cati. La repetición de los nombres permite leer que estas nuevas generaciones mantienen características de sus padres, pero que serán también distintos a ellos.
Otro de los dobles más trascendentes de la novela es la oposición entre Heathcliff y Eduardo. Mientras que el primero encarna los valores naturales y pasionales de la novela, el segundo es aplacado, moderado y civilizado. Esta dualidad repercute en la misma Catalina, que se verá obligada a tener que elegir por uno a pesar de lo que eso significa para ella misma.
También Cumbres Borrascosas y la Granja de los Tordos representan mundos y valores opuestos. Sin embargo, es interesante destacar que la relación entre estas oposiciones es compleja, ya que los miembros de cada par no son estrictamente idénticos ni diametralmente opuestos. Por ejemplo, si bien al principio los Linton y los Earnshaw parecen encarnar formas antagónicas de entender el mundo, al final de la novela, la multiplicidad de matrimonios y descendientes producto del cruce de ambos linajes hacen que sea imposible distinguir entre las dos familias.