Resumen
Capítulo 16
Alrededor de la medianoche, Catalina da a luz a una niña, también llamada Catalina, y muere dos horas después. Nadie le presta atención a la niña al principio. Elena desea que hubiera sido un niño, ya que, sin hijos varones, la heredera de Eduardo es Isabel, la esposa de Heathcliff. El cuerpo de Catalina luce hermoso y pacífico y Elena piensa que finalmente la muchacha logró acceder al cielo.
Sale a darle esta noticia a Heathcliff, quien aparenta ya saber lo ocurrido. Le pregunta a Elena cómo sucedió, y si lo nombró. Elena le dice que Catalina no recuperó la conciencia luego de su encuentro, y que murió pacíficamente, recordando momentos de su niñez. Heathcliff maldice a Catalina por el dolor que le genera su muerte, y ruega que su espíritu lo persiga por el resto de su vida. Golpea su cabeza contra un árbol y aulla como una bestia salvaje, mientras Elena lo mira, horrorizada.
En la casa, Eduardo mantiene una vigilia al lado del cuerpo de su esposa, que queda al descubierto y rodeado de flores y hierbas. El martes siguiente, Heathcliff aprovecha la ausencia de Eduardo, quien, agotado, va hacia su dormitorio por unas horas, para verla de nuevo. Al ver el cuerpo de Catalina, Heathcliff reemplaza el cabello de Eduardo en el relicario de la difunta con un poco de su propio pelo. Elena toma el cabello de Eduardo, que yace en el suelo, lo entrelaza con el de Heathcliff y los guarda juntos.
Aunque Hindley es invitado al funeral de Catalina, no asiste, mientras que Isabel ni siquiera es invitada. Para sorpresa de los pueblerinos, Catalina no es enterrada en el panteón de los Linton ni cerca de sus propios familiares. Eduardo ordena que la entierren en una esquina del cementerio, en una verde colina donde las plantas del páramo la tapan casi por completo. Elena cuenta que ahora Eduardo yace al lado de ella en ese mismo lugar.
Capítulo 17
Al día siguiente, mientras Elena acuna a la Catalina bebé, Isabel aparece en la Granja de los Tordos, sin aire y riendo histéricamente. Elena le pregunta qué la incitó a huir de Cumbres Borrascosas. La muchacha responde que los conflictos entre Hindley y Heathcliff se volvieron violentos.
Al parecer, Hindley tenía la intención de estar sobrio para ir al funeral de su hermana, pero no pudo soportarlo y empezó a beber en grandes cantidades esa mañana. Heathcliff, por su parte, no comparte ni una comida con los integrantes de la casa desde la muerte de Catalina, ya que vuelve al amanecer y se encierra en su habitación. Una noche, al regresar Heathcliff de su vigilia sobre la tumba de Catalina, Hindley le dice a Isabel que planea dispararle a su esposo, y le pide que lo ayude. Isabel abre una ventana para advertirle a Heathcliff sobre la resolución de Hindley, que va hacia la ventana con una pistola y un cuchillo. Sin embargo, Heathcliff le quita el arma de fuego pero, en este ajetreo, el cuchillo se clava en la muñeca de su dueño. Comienza un enfrentamiento entre ambos, en el que Heathcliff rompe la ventana y golpea severamente a Hindley, pero se abstiene de matarlo y le venda la herida con rudeza. A la mañana siguiente, Isabel le recuerda a Hindley lo que Heathcliff le hizo la noche previa. Hindley lamenta no tener fuerzas suficientes para enfrentarlo, e Isabel empieza a provocar a Heathcliff exclamando que Catalina seguiría viva si no fuera por él. Heathcliff le arroja un cuchillo por la cabeza, que le provoca un tajo debajo de la oreja. En ese momento, Isabel se escapa hacia la Granja de los Tordos, buscando un refugio permanente de la violencia de Cumbres Borrascosas.
Elena le cuenta a Lockwood que, luego de ese episodio, Isabel se establece cerca de Londres, donde tiene un hijo unos meses después, nombrado Linton. Heathcliff se entera de la existencia de su hijo pero no va en busca de ellos. Finalmente, Isabel muere cuando Linton cumple doce años.
Eduardo, aturdido por el dolor, se vuelve ermitaño, evitando incursiones a la iglesia y al pueblo, y procurando pasar sus días en los límites de su propiedad. Pronto desaparece la frialdad que siente por su hija, a la que llama Cati para distinguirla de su madre.
Agrega también que el final de Hindley es como se lo espera: seis meses después de la muerte de Catalina, muere él también, lo que afecta hondamente a Elena. Este hecho convierte a Heathcliff en el amo de Cumbres Borrascosas, ya que Hindley hipotecó la propiedad y Heathcliff es su acreedor. Como consecuencia, Hareton se queda viviendo en la casa como un criado, incapaz de hacer justicia por el desamparo en el que se encuentra y por desconocer el atropello del que fue víctima.
Capítulo 18
Elena Dean comenta que la joven Catalina crece en la Granja de los Tordos, y hacia los trece años se convierte en una chica hermosa, dulce y sensible, aunque también de carácter altivo y con cierta propensión a la insolencia. Elena destaca que parece conciliar las mejores cualidades de los Linton y los Earnshaw. Eduardo no le permite a su hija cruzar los límites del parque de la Granja de los Tordos, por lo que ella crece sin conocimiento de Cumbres Borrascosas, Heathcliff o Hareton. Aunque constantemente insiste en visitar el Roquedal de Penistone, su padre se niega por la cercanía con Cumbres Borrascosas.
Un día, Eduardo recibe una carta de Isabel y se entera de que está muriendo. Así, va urgentemente a Londres para encargarse del joven Linton. En su ausencia, que dura tres semanas, Catalina queda al cuidado de Elena, y una mañana se las ingenia para escapar de la Granja. Elena sale en su búsqueda y toma la ruta hacia el Roquedal de Penistone hasta que encuentra a Cati en Cumbres Borrascosas. Al entrar, la ve charlando animadamente con Hareton, con quien pasa un día apacible jugando cerca de los peñascos.
Elena trata de llevarla hacia la Granja de los Tordos, pero Catalina se niega a ir y empieza a corretear por la sala. Luego le exige a Hareton, al confundirlo con un criado, que le acerque su caballo. Esta confusión provoca que él la insulte. Finalmente, Cati se entera por la sirvienta de la casa que Hareton es su primo y se pone a llorar.
Finalmente, ambas parten hacia la Granja y Catalina acepta no mencionarle el incidente a su padre, quien podría despedir a Elena si se enterase de que Cati sabe de la existencia de Cumbres Borrascosas.
Capítulo 19
Al morir Isabel, Eduardo regresa a casa con su sobrino, Linton. Cati, que está feliz de conocer a su primo, se decepciona pronto al darse cuenta de que el chico es triste, débil y quejoso.
Esa misma tarde, José va a reclamar al niño en nombre de Heathcliff, ya que, después de todo, es su hijo. Elena le responde que Eduardo está durmiendo, pero José va a la habitación de Eduardo y le insiste en que se llevará a Linton. Eduardo desea retener a su sobrino en la Granja, pero no puede reclamarlo legalmente, por lo que el chico se queda únicamente hasta la mañana siguiente.
Capítulo 20
A la mañana siguiente, Elena despierta a Linton temprano para llevarlo hacia Cumbres Borrascosas. Linton se sorprende al oír que tiene un padre, ya que Isabel jamás le habló de Heathcliff, y expresa que prefiere quedarse con su tío. Finalmente accede a irse, bajo la falsa promesa de que su ausencia será por poco tiempo.
Al llegar, tanto Heathcliff como José manifiestan desprecio por el delicado joven. Linton llora al ver a Heathcliff, y cuando su padre le pregunta si sabe de su existencia y su hijo lo niega, le responde que su madre era una malvada zaparrastrosa. Elena le ruega a Heathcliff que sea amable con el chico. El hombre aclara que estará cuidadosamente asistido, ya que Linton es el heredero de la Granja de los Tordos, por lo que quiere que viva hasta que Eduardo muera y él lo herede. Por eso, cuando Linton se niega a comer la avena que le ofrece José, Heathcliff ordena que le sirvan té y leche hervida en su lugar. Al ver a Elena irse, Linton le ruega que no lo deje allí.
Análisis
Con la muerte de Catalina, la novela exhibe un quiebre abrupto de la tensión dramática sostenida en los capítulos anteriores. Si en el capítulo 15 la pasión entre la mujer y Heathcliff constituye el clímax de la novela, el trágico desenlace de Catalina conduce a que la narración se vea obligada a incorporar nuevas historias y personajes. De hecho, una lectura habitual sobre Cumbres Borrascosas afirma que esta segunda mitad de la novela es anticlimática, en tanto el lector tiene la certeza de que la desaparición física de la protagonista implica la ausencia de la gran historia de amor que motiva la narración. Sin embargo, estos nuevos personajes son cruciales para entender el desarrollo temático de la novela y otorgar nuevos significados a las historias contadas en la primera mitad del texto.
En primer lugar, la desaparición física de Catalina abre el interrogante sobre la vida después de la muerte. Las posibles respuestas de los personajes están atravesadas por sus circunstancias y sus perspectivas religiosas. Para Elena, la muchacha está “donde la vida no tiene límites en su duración, ni el amor en sus arrebatos, ni la felicidad en su plenitud” (p.151). En este sentido, su mirada responde a los ideales católicos que creen en el cielo como lugar de paz eterna. Sin embargo, Heathcliff no concibe que Catalina haya encontrado su descanso en el más allá. Para él, ella continúa en el mundo de los vivos. El protagonista exclama: “¡Haga Dios que no reposes mientras yo viva!” (p.154). Este deseo condensa el cambio que sufre el personaje de Heathcliff. A partir de ahora, su motor argumental tendrá que ver con el incesante y consumidor anhelo por alcanzar el único objetivo que rige su existencia: la consumación de su unión con Catalina en ese «más allá». Ya desde su lugar terrenal, Heathcliff interviene para concretar su utopía; en este sentido debe leerse lo que hace con el cadáver de su amada. Elena comprueba que en el dije que llevaba Catalina al cuello había “un negro rizo de los cabellos de Heathcliff” (p.154). El hombre no duda en intervenir el cuerpo de la mujer para subrayar que el amor entre ambos trasciende la muerte y es la materialidad de Heathcliff lo que ella debe llevarse al más allá.
La dimensión transformadora que tiene en las familias la muerte de Catalina no se reduce únicamente a su desaparición física sino que deja, literalmente, un legado en la tierra: horas antes de su fallecimiento nace su hija, también llamada Catalina. Nombrarla como su madre subraya la estructura dual que tiene la novela: los dos amores de Catalina, Eduardo y Heathcliff; las dos casas familiares, Cumbres Borrascosas y la Granja de los Tordos; las dos familias, los Earnshaw y los Linton. La segunda mitad de la novela presenta a esta nueva descendiente; de manera simétrica, el desarrollo temático de esta parte se centra especialmente en estas nuevas generaciones y la necesidad que tienen de lidiar con las herencias familiares. Junto con la joven Cati, la aparición de Linton, hijo de Isabel y Heathcliff, y el propio Hareton Earnshaw representan una posibilidad de redimir las trágicas historias de sus padres. Si la historia de la primera Catalina terminó con su muerte al borde de la locura, tal vez la vida de su hija pueda significar un desenlace más feliz para los Linton.
La familia entendida como herencia y elección constituye uno de los ejes temáticos de la novela. Si bien Cati mantiene rasgos similares a los que tenía su madre, “no se parecía a ella, porque sabía ser tan suave y mansa como una paloma.” (p.171). Esta actitud apacible la conecta con su linaje paterno; así, la muchacha encarna una perfecta síntesis entre las manifestación de las pasiones propias de Catalina pero de forma dulce y pacífica, tal como caracteriza a los Linton. Entre los rasgos heredados de su madre, se destaca la atracción que siente por la naturaleza salvaje. A pesar de que Elena describe ese paisaje como “áridas masas de piedra” (p.171), la sangre Earnshaw la atrae indefectiblemente a esos lugares inhóspitos y salvajes. En este punto, si los Linton encarnan la refinación de los sentimientos y las pasiones, esa vocación por lo salvaje aparece a pesar de los intentos por refrenarla o reprimirla.
Junto con Cati, Linton Heathcliff es el otro personaje nuevo que aparece en estos capítulos. Su llegada a la Granja de los Tordos contrasta con el espíritu cariñoso y enérgico que tiene su prima. El muchacho es descrito como “pálido y delicado, con un aspecto enfermizo” (p.180). Esta disparidad no responde a las convenciones atribuidas socialmente a hombres y mujeres. Por el contrario, Linton es frágil y sensible, ambas características suelen atribuirse al sexo femenino. En esta relación de pares, Cati será la que le “infunda ánimos” (p.181) y fuerza. Así, el muchacho se deja cuidar por su prima, en vez de ser él el personaje dominante y viril. Si bien esta actitud de Linton se justifica por la muerte reciente de su madre, es posible leer que también son producto de una crianza carente de una figura paterna que pueda proveer modelos masculinos de comportamiento. Aún más, si ese rol hubiera sido cumplido por su padre, Heathcliff, podríamos asegurar que la fragilidad de Linton no habría sido tolerada por su progenitor.
El tercer vértice de esta generación es Hareton Earnshaw. Criado por Hindley y, luego de la muerte de este, por el mismo Heathcliff, se encuentra en una posición socialmente inestable: por su procedencia social, debería pertenecer a una clase elevada, pero luego de la bancarrota de su padre, se ve sometido a los designios crueles de Heathcliff. Esta ambigüedad emerge a la luz cuando se encuentra con su prima Cati, a quien le dice brutalmente: “Primero te veré condenada que ser tu criado” (p.176). En este sentido, Hareton es más similar a Heathcliff de lo que es su propio hijo biológico: ambos son descuidados y bruscos, dueños de un carácter indomable que se niega a ser reprimido. Además, comparten esta relación tensa con las jerarquías sociales, y no se dejan doblegar ni humillar por aquellos que pertenecen a clases elevadas.
La violencia de Hareton responde también a la falta de educación característica de los habitantes de Cumbres Borrascosas. En este sentido, su encuentro con Cati simboliza también el encuentro de dos mundos antitéticos. Mientras que Cumbres Borrascosas representa lo salvaje y la violencia incontrolable, la Granja de los Tordos se vincula con el refinamiento, lo civilizado y los buenos modales. Los mismos nombres de las residencias hiperbolizan estos significados. Por una parte, el adjetivo “borrascosas” remite a tormentas violentas e implacables que, con el sustantivo “cumbres”, se asocia con lo inhóspito y la inclemencia de la naturaleza. Por otra parte, “granja” remite a un lugar doméstico, y el “tordo” evoca un ave conocida por su canto amable y melodioso. Estos conceptos yuxtapuestos subrayan el contraste de ambas residencias y determinan las personalidades de los personajes que la habitan.
Es interesante subrayar la importancia que tienen las muertes que se desencadenan en estos capítulos. Con la desaparición física de estos adultos, la novela pone el foco en la caterva de niños huérfanos y abandonados que se ven obligados a crecer con diferentes modelos de conducta, más o menos protectores, crueles o afectuosos. Esta decisión estética de la autora es también una lección moral; así, el lector no debe juzgar de manera superficial las actitudes de los personajes, sino siempre recordar los padecimientos y sufrimientos que atravesaron en su niñez. En este sentido, Linton es un ejemplo ideal: a pesar de su carácter quejoso y petulante, solo sentimos pena por su destino, obligado a estar en Cumbres Borrascosas con un padre que lo desprecia y que lo utiliza como un engranaje en su maquinaria de venganza.
En un primer momento, podemos anticipar que la crianza de Linton en manos de Heathcliff conducirá, probablemente, a la destrucción de ambos. Sin embargo, Heathcliff es lo suficientemente inteligente como para que el odio no limite su estrategia vengativa y se propone cuidar a su hijo. Los motivos son ruines: “Quiero ver a mi descendiente dueño exclusivo de los bienes de los Linton y a estos o a sus descendientes cultivando las tierras de sus padres a las órdenes de mi hijo” (p.186), le dice a Elena. Una vez más, el motor de sus acciones se vincula con tomar represalias contra las familias que lo humillaron y que impidieron, en parte, la concreción de su amor con Catalina. En esta declaración, se ve que la perspectiva de invertir las clases sociales constituye una esperanza para Heathcliff. Para él, no hay mayor degradación que verse obligado a servir a aquel que era su subalterno.