"Dios no mira lo que hacemos: Tiene la cara vuelta".
La oposición entre fe católica y paganismo atraviesa toda la obra. La fe católica es representada por Pedro Gailo; el paganismo, por Lucero. Esta cita, precisamente, pertenece a una discusión entre ambos personajes. Pedro Gailo reprende a Lucero y Poca Pena por discutir frente a la iglesia, frente a Dios. Lucero entonces afirma que, en realidad, Dios no lo mira de frente, que hace rato le da la espalda. Luego, la discusión continúa, y Lucero replica que él es compadre de Satanás.
Ambas creencias serán fundamentales en el desarrollo de la obra, que mostrará su coexistencia dentro de la sociedad gallega, y les otorgará a ambas el mismo carácter de "verdad". No es superstición el paganismo ni la fe católica: la obra presentará a Satanás como personaje, y al final el Idiota aparecerá flotando como un ángel.
Otro punto clave que aparece en esta cita de Lucero es que la iglesia le da la espalda a los pobres. Él tiene la particularidad de ser el único personaje que se atreve a enfrentarla, ya que tiene conocimientos paganos, conexiones con el diablo, pero el resto de la población depende tanto del sermón religioso como de la superstición. En definitiva, ambas creencias sostienen su esperanza con sus discursos vacíos o con sus profecías absurdas.
"¡Y fortuna que el hijo te vale un horno de pan!".
La crueldad y la avaricia son otras de las características que tienen absolutamente todos los personajes de la obra. La Tatula, esta vieja mendiga, artera, sumamente práctica, sintetiza en esta cita ambas características. El hijo al que se refiere es el hijo de La Reina, es decir, el Idiota. Para ella, La Reina es afortunada por tener un hijo deforme, ya que puede exhibirlo por las ferias y ganar limosnas.
¿La Reina se indigna con el comentario? No, está de acuerdo. La avaricia y la crueldad son totalmente naturales en estos personajes. Por eso, en definitiva, todos están de acuerdo en que El Idiota es un gran negocio y no un pobre enfermo. Eso desata la trama: ¿quién se queda con el carromato tras el fallecimiento de La Reina? ¿Qué se hace con el Idiota? Este es cruelmente utilizado para ganar limosnas y para divertimento propio: Mari-Gaila muestra sus partes, lo hacen beber aguardiente para que sea gracioso. Esta avaricia y esta crueldad llevan, finalmente, a que El Idiota fallezca. Esta es una de las consecuencias, entre otras tantas, que trae consigo este modo de ser de los personajes.
"¡Maricuela! Si por buenas no arrías el bolso, te mando al corazón la navaja".
Tras el fallecimiento de La Reina, Miguelín El Padronés (a quien El Compadre Miau llama "maricuela") se roba las limosnas del carromato del Idiota. Cuenta el dinero que obtuvo frente a su amigo El Compadre Miau. Pero, en Divinas palabras, no hay verdaderos amigos. Todos velan por sus propios intereses. Todos son avaros, egoístas. Por ende, cuando El Compadre Miau le pide que comparta las ganancias, Miguelín se niega rotundamente. Ante esta negativa, El Compadre Miau lo amenaza con asesinarlo, tal como se ve en la cita. Ya Poca Pena ha dicho que El Compadre Miau (antes llamado Lucero) estuvo preso por asesinar a alguien que coqueteó con ella. Es decir, sabemos que es capaz de asesinar. Y, como se ve aquí claramente, sus impulsos criminales no nacen del amor, sino de la posesión. En aquel caso, fue para mantener la posesión sobre su mujer; en este, la posesión es sobre el dinero que, finalmente, Miguelín terminará compartiendo.
Si bien esta cita demuestra solamente la excesiva avaricia tanto de Miguelín (que no quiere compartir lo robado) como de El Compadre Miau (que es capaz de matar si no se lo comparten), en realidad la avaricia es constitutiva de todos los personajes de Divinas palabras. Valle-Inclán considera que esta característica negativa forma parte de la idiosincrasia del español, es uno de sus peores defectos, y la critica severamente en varias de sus obras, además de la que aquí analizamos: Luces de bohemia y Retablo de la avaricia, la lujuria y la muerte son otras dos piezas en las que el tema de la avaricia también es fundamental.
"¡Cro, cro!".
Esta aparición única del Sapo como personaje, con esta ridícula línea, expone a la perfección la intención de Valle-Inclán de despegarse absolutamente del realismo imperante en la literatura española de su época.
El Sapo aparece en el final de la escena quinta, una en la que los personajes, totalmente ebrios, le dan aguardiente una y otra vez al Idiota para incitarlo a que realice distintas onomatopeyas. Tras el último "Hou, hou" del Idiota, El Sapo aparece de la nada haciendo "Cro, cro". En la esencia del esperpento está la deformación de la realidad, la creación de la misma a partir de la pura subjetividad y no desde el intento de copiar la realidad tal cual es. La ridícula aparición del Sapo, en este sentido, es absolutamente coherente con la incoherencia que reina en el desarrollo de la escena, aunque sea inverosímil en términos de realismo. Además, por supuesto, hay también en la aparición del Sapo una búsqueda de efecto cómico por parte del autor. Sin dudas, la búsqueda es exitosa.
"¡Si robas la plata con la ocurrencia que sacaste de enseñar las vergüenzas del engendro!".
En Divinas palabras no hay ningún escrúpulo moral que detenga a los personajes en su búsqueda del dinero. El Ciego de Gondar acusa a Mari-Gaila de andar mostrando las partes del Idiota para obtener más limosnas (El Ciego, un personaje totalmente inmoral), y ella, en lugar de negarlo, se defiende afirmando que "No son tiempos éstos en que corra dinero" (p. 53).
Además de la avaricia y la crueldad ya analizadas en otras citas, hay algo interesante que esta cita en particular nos permite conjeturar. Si al mostrar las partes del Idiota Mari-Gaila obtiene más dinero, es porque aquellos que tienen el dinero, aquellos que no aparecen en la obra, en definitiva, son también cómplices de la crueldad, son también miserables e ignorantes como los personajes de la obra. Son ellos quienes pagan para ver las partes íntimas de una persona enferma como si fuera un espectáculo. Valle-Inclán, con su pesimismo tragicómico, demuestra, en definitiva, que no son solo los pobres quienes viven sumidos en la miseria moral, sino toda la sociedad, más allá de las diferencias de clase.
"Las voces declamadoras de aquella vieja, en el silencio del atrio lleno de sombras moradas, de fragancias de rocío, de vuelos inocentes de pájaros, tienen el sentido de las negras sugestiones en la primera inocencia sagrada".
Esta cita es útil para observar cómo, a través de las didascalias, el autor nos brinda elementos que no apuntan solamente a una clara comprensión de aquel que lee la obra en lugar de verla representada, ni tampoco a ser indicaciones para aquel que pretenda dirigir la obra, sino a describir poéticamente cada escena, cada personaje, cada acción.
¿Se puede representar fielmente "el sentido de las negras sugestiones en la primera inocencia sagrada"? ¿Cómo se representa? Aquí se nota con claridad que Valle-Inclán pensó esta obra más para que sea leída que para ser representada (más allá de que, finalmente, es la obra del autor con más representaciones alrededor del mundo). Por supuesto, aquel que dirige la obra puede captar, a través del despliegue poético de las didascalias, el espíritu que el autor pretende que tenga cada escena. Pero la comprensión de tal despliegue poético será absolutamente subjetiva. He aquí donde, nuevamente, Valle-Inclán sienta su posición acerca de la importancia de la libertad subjetiva en contraposición a la idea de copiar determinada verdad, la idea imperante del realismo español de su época.
"¡Eres mi negro!"
En esta cita aparece con claridad la lujuria de Mari-Gaila mezclada con el paganismo. La pronuncia justo antes de dejar de resistirse a Séptimo Miau y acceder a tener relaciones sexuales con él.
La afirmación "Eres mi negro" metaforiza, por un lado, la idea de que Séptimo Miau es el amante que ella desea, tomando como base la creencia popular de que las personas de esa etnia son grandes amantes. Por otro lado, remite a que Séptimo Miau es aquel que estará con ella en la oscuridad, ya que es su amante extramatrimonial, y que, por lo tanto, su amorío no debería ser público. Es su negro porque está prohibido. Y, por último, remite a la figura de Satanás, aquel que aparece en la oscuridad. De hecho, cuando, dos escenas después, Mari-Gaila se encuentre a Satanás en el camino, será este quien le diga que él es su negro.
"¡De la mujer se revira la serpiente! ¡Vaya si se revira! ¡La serpiente de las siete cabezas!".
Pedro Gailo, el sacristán, el personaje más hipócrita de la obra, constantemente lanza sus acusaciones contra los demás personajes utilizando su discurso religioso. En este caso, su misoginia lo lleva a afirmar que la mujer (todas las mujeres, aunque él está enojado con Mari-Gaila) es tan malvada que hasta la serpiente de las siete cabezas huye de ella. Esta figura hace alusión a la bestia de siete cabezas que aparece en el "Apocalípsis" de la Biblia, que representa a Satanás.
Por lo tanto, según el sacristán, la mujer con sus lujurias es más peligrosa aún que el mismísimo diablo. Tras lanzar estas grandes declaraciones religiosas, Pedro Gailo intenta tener relaciones sexuales con su hija. Religión, hipocresía y lujuria, tres temas fundamentales de la obra, aparecen unidos en esta cita.
“Que se vaya libre. El hombre hace lo suyo propio. En las mujeres está el miramiento”.
Esta cita, pronunciada en la anteúltima escena, en el momento en el que Séptimo Miau escapa al ser encontrado por el pueblo junto a Mari-Gaila teniendo relaciones sexuales, sintetiza la misoginia que atraviesa toda la obra. La "moza", esta voz anónima que aparece solamente en esta cita, representa la voz popular, que clama que el hombre siempre es inocente y la mujer, siempre culpable. Así, tras dejar escapar a Séptimo Miau, el pueblo descargará su ira misógina contra Mari-Gaila, humillándola de distintos modos.
Todos los personajes de Divinas palabras tienen en su forma de ser totalmente arraigada la misoginia. En los hombres se manifiesta a través del sometimiento constante, el acoso. En las mujeres se manifiesta a través del discurso, como en la cita. Pese a haber escrito esta obra hace más de 100 años, en un momento histórico en el que el feminismo prácticamente no existía y la misoginia estaba totalmente naturalizada, Valle-Inclán encuentra en esta característica uno de los peores defectos de la sociedad gallega de su tiempo y, a su manera cruel y cómica, lo expone con claridad.
"Qui sine peccato est vestrum, primus in illam lapidem mittat".
Con estas divinas palabras, Pedro Gailo logra calmar al pueblo y convencerlo de que dejen de humillar a Mari-Gaila. ¿Qué quiere decir la frase? "Quien esté libre de pecado, que arroje la primera piedra". ¿Es el significado de la frase el que calma al pueblo? No. Pedro Gailo la pronuncia en español unos instantes antes de hacerlo en latín y el pueblo continúa con su castigo. El pueblo, además, no entiende latín. Sin embargo, se calma porque el idioma culto, el idioma de la Iglesia Católica Apostólica Romana, los posee mágicamente y eleva su espíritu. Por supuesto, esta es una ironía que expone la profunda ignorancia del pueblo y su sometimiento a la iglesia.
La cita, originalmente, pertenece a la Biblia. Es pronunciada por Jesucristo cuando defiende a María Magdalena de la lapidación popular que está a punto de sufrir por ser lujuriosa. Aquí, Pedro Gailo la pronuncia para defender a Mari-Gaila, estableciendo un paralelismo absurdo entre el final de Divinas palabras y la escena bíblica.