Gemir de Alicia (imagen auditiva en "La palabra sagrada")
"Aquel gemir de Alicia entre las irremediables sábanas de hielo era seco, sin lágrimas, con sollozos breves a los que entrecortaba la respiración difícil igual que en un letargo inocente".
Alicia finge su congoja, copiando a su Tía Ene. Tiempo atrás, ha fallecido el Tío Reynaldo, y frente a su cajón, Alicia notó que las mujeres "debían" llorar con una suerte de sollozo contenido, para mostrar la angustia verdadera. Por lo tanto, en el presente del cuento, ella usa este recurso para que su congoja parezca sincera.
Sus familiares creen que ha sido abusada sexualmente por un maestro del Instituto. Pero esto no ha sido así, sino que ella ha sido sorprendida por un muchacho, a solas en un aula en desuso. Este gemir, entonces, es una treta para que no descubran la verdadera conducta inmoral de la muchacha.
Alarido de muerte (imagen auditiva en "Los hombres en el pantano")
"Los dos hombres habían lanzado al morir un alarido espantoso -el de Arizona y el japonés a su turno respectivo-, un alarido que pareció reconfortar, tonificar de igual manera a los dos bandos, en aquella lucha de silencios, de inmovilidad absoluta, que era peor que cualquier otra cosa del mundo".
En este cuento existe un fuerte contraste entre el ruido y el silencio. En medio de la guerra, varios soldados se esconden en un pantano durante la noche. Cuando uno de ellos es descubierto y asesinado, lanza un alarido que en algún punto reconforta a quienes deben permanecer en silencio para no ser sorprendidos, pues este silencio les es demasiado difícil de mantener.
Tanteo de cuerpos en la oscuridad (imagen táctil en "Noche de epifanía")
"Ahí en el sótano, al menos, nunca había faltado la luz, excepción hecha de cuando la planta fue destrozada por las bombas y hubo necesidad de trabajar en las tinieblas para no perder un solo minuto. Fue desagradable valerse tan solo del tacto. Aquí la caja toráctica. Aquí el esternón. Aquí la pelvis. Como buscar desesperadamente, en mitad del infinito, la existencia, la presencia consoladora de un ser humano y, al tropezar con ella, encontrarlo muerto. Aquí la fosa ilíaca. Aquí la arteria femoral".
En otro contexto de guerra, las enfermeras deben asistir a enfermos y también anunciar las muertes. Para ello, en medio de la oscuridad, necesitan palpar los cuerpos, ubicando cada una de sus partes detenidamente para poder detectar qué es lo que les ha pasado.
Llegada a la hacienda de los familiares de doña Aquilina (imagen visual en "El lenguaje de nadie")
"Llegaron en una berlina polvorienta, todos vestidos de negro, dos caballeros y tres damas, la última de estas una joven, compungidos y con el aire asustado, sin atreverse a mirar en su derredor hacia la gente de la hacienda que se había reunido en el patio con curiosidad de ver cómo eran aquellas personas".
Luego de que doña Aquilina negara nuevamente la tierra a Carmelo, recibe visitas de sus familiares. Se los describe en el momento en que llegan a la hacienda. Son personas de clase alta, preocupadas por no encontrarse con los peones del lugar.
Casas del puerto (imagen visual en "Dormir en tierra")
"Las casitas de madera del puerto, montadas en zancos sobre la orilla del río para quedar a salvo de las crecientes, parecían temblar, con ligeras y cambiantes distorsiones, vistas a través del vaho abrumador, quieto, de un aire que no se movía, de un aire que estaba ahí, empozado, muerto como el agua de un estanque. De las casitas se elevaba trabajosamente, vertical y despacioso, trazando sobre el agresivo azul del cielo una apenas ondulada línea blanca de gis, humo concreto, corporal, macizo, que no terminaría de salir nunca de las pequeñas chimeneas de lámina que se veían encima de los techos".
En esta cita encontramos descrito el ambiente portuario que es escenario del último cuento del libro. Lleno de un humo que torna la atmósfera algo insalubre, este sitio deja ver las humildes casitas hechas de madera que se construyeron de tal modo que pudieran salvarse de la crecida de las aguas.
