Muerte
Todos los cuentos de este libro representan a la muerte desde alguna arista diferente.
El primero de ellos, a partir del velatorio del Tío Reynaldo y del modo supuestamente apropiado en que una viuda debe llorar ante el cajón.
En el segundo, un moribundo en su lecho de muerte accede a un lenguaje misterioso que no puede compartir con sus allegados.
En el tercero, con la guerra como escenario, muere el cuñado del protagonista a manos de un arma blanca enemiga. Luego, tanto él como sus compañeros, continúan en constante riesgo de muerte.
En el cuarto, la guerra junta cadáveres en los depósitos, en la oscuridad. Los crímenes pasionales siguen ocurriendo en ese contexto sin que los personajes se lo puedan explicar.
En el quinto, una niña inocente y pura se suicida luego de que le hicieron creer que era pecadora y abyecta.
En el sexto, la esposa del protagonista, así como su perro, mueren de tifus, una epidemia que se extiende en la hacienda.
En el séptimo, el protagonista muere sin siquiera saber lo que le está ocurriendo.
En el octavo y último, la muerte aparece a través de un fenómeno natural: un ciclón que hunde el barco El Tritón.
Cada cuento escenifica una manera diferente de entender o abordar el fenómeno inexplicable de la muerte.
La sexualidad femenina
En cuanto a este tema en particular, hay al menos cuatro cuentos del libro que lo colocan en escena de muy diversa manera. Estos son: "La palabra sagrada", "Noche de epifanía", "La hermana enemiga" y "Dormir en tierra".
En el primero de ellos, la sexualidad femenina aparece representada como un contraste entre infancia y prostitución.
En el segundo, aparece en el deseo que persiste a través de un escenario de guerra y muerte.
En el tercero, aparece a través de la maduración física de una niña, así como de la envidia de quien ya es una muchacha.
En el cuarto, finalmente, aparece a través de la prostitución en vínculo con la maternidad.
En todos los casos, la sexualidad femenina aparece como si se tratase de un tema vedado, prohibido, o bien problemático, oculto y sucio. En este sentido, podemos encontrar una fuerte crítica por parte del autor a una sociedad que condena a la mujer como si fuera pecadora, cuando en realidad esto no es así en absoluto.
Guerra
Este tópico aparece fundamentalmente como escenario de los hechos en dos cuentos del libro. Estos son: "Los hombres en el pantano" y "Noche de epifanía".
En el primero de ellos, se trata de una isla ubicada en el Océano Pacífico. El narrador no especifica la ubicación exacta, como si quisiera significar que se trata de una isla entre tantas otras. La guerra confronta a dos bandos enemigos en medio de un pantano. Durante tres días y sus noches, los hombres esperan, escondidos, sin hacer el menor ruido. Pero al momento en que alguno de ellos realiza algún movimiento, o bien se queda dormido, el bando contrario dispara con su ametralladora o lo persigue con un arma blanca. En alguna medida, la guerra se presenta aquí como una especie de juego ilógico del cual simplemente hay que seguir las reglas. Por momentos, con solo salir del silencio y la inacción, los hombres sienten cierta dicha y alivio cuando alguno de ellos logra gritar, aunque más no sea cuando está a punto de morir.
En el otro cuento, "Noche de epifanía", la guerra se presenta como escenario brutal de un crimen pasional. Los personajes implicados, tales como las enfermeras, el cura o los gendarmes, apenas parecen creer que haya otro motivo para matar que no sea la guerra misma. Igual que en el cuento anterior, el desarrollo de la guerra se presenta en un escenario oscuro, abyecto, terrorífico.
Soledad
En casi todos los cuentos encontramos un momento en que la soledad aparece de forma prácticamente existencial. En el caso de "La frontera increíble", por ejemplo, el hombre moribundo está solo traspasando el umbral de la vida a la muerte. En ese momento accede a un lenguaje misterioso que no le es posible compartir con sus familiares.
Por su parte, la niña de "La hermana enemiga" está sola frente a todo el mundo. Su madre ha muerto, ya, y solo le queda soñar, pero ni siquiera eso le es permitido con alegría. Su hermanastra, el cura y su madrastra le acusan de algo de lo que ella no tiene verdadera idea. De tan sola que se siente, decide suicidarse.
Por otro lado, en "El lenguaje de nadie", luego de que fallece su esposa Prudenciana, Carmelo se queda solo. Cuando intenta pedirle a doña Aquilina que le ceda un pedazo de tierra para continuar adelante con su vida, esta se burla, fingiendo no comprenderle, sin confiar en él. El peón se halla completamente solo, en un mundo injusto y racista.
En otro orden de cosas, en "Lo que solo uno escucha", como bien lo indica el título, el hombre que toca el violín y está a punto de morir ha creído experimentar un milagro que no logra compartir con nadie. En medio de su ilusión, acaba falleciendo esa misma noche.
Por último, en "Dormir en tierra", el personaje que más solo y abandonado se encuentra es Eulalio, el niño de 7 años, hijo de una prostituta y rechazado por ella. Contra todo pronóstico, el niño se salva de un ciclón en un barco y esto parece contener un vago gesto de esperanza por parte del autor.