El libro Dormir en tierra posee ocho cuentos.
1. “La palabra sagrada”
El cuento comienza con una niña gimiendo y sollozando en su cama, ante la atención de sus familiares, que no saben cómo ayudarla. Se menciona un accidente de caballos, pero enseguida nos enteramos que hubo un altercado con un maestro de su Instituto, o más bien un posible abuso sexual que la familia y el director del lugar están intentando mantener oculto, por conveniencias de distinta índole. En todo momento se compara a la joven con su tía Ene, que hacía poco había quedado viuda, teniendo que enterrar a su esposo, Reynaldo, hecho que abrumó e impactó mucho a esta chica.
Progresivamente, el cuento devela la verdad que desconocen el rector y su padre: Alicia había sido encontrada por el maestro Mendizábal en compañía de un muchacho llamado Andrés en un altillo donde se guardaban cosas viejas de la escuela. Mendizábal se hizo cargo de una culpa inexistente, echando al muchacho y desgarrándole el vestido a ella, solo para que no los echen del Instituto.
Entonces, el narrador revela que Alicia ya había tenido varios encuentros íntimos con Andrés, en una pieza de hotel. Alicia terminó yendo muchas veces a esa pieza, pues la dueña del lugar le organizaba encuentros con otros hombres.
Por lo tanto, toda la consternación familiar no tiene sentido, puesto que la niña hace mucho tiempo que no es ni virgen ni tan inocente como la suponen, y que además no ha sido abusada por Mendizábal, sino que directamente se dedica a la prostitución. Solo la tía Ene le revela, a su oído, que sabe perfectamente de su secreto, que a ella no la engaña.
2. “La frontera increíble”
Un hombre moribundo se encuentra en el lecho de muerte. Su familia acompaña sus momentos finales. Están allí la esposa, la madre, el hermano y la hermana. Asimismo, se encuentra presente el cura, quien se siente como si fuera culpable de algo al asistir ese momento. El hombre que está por morir está muy tranquilo. En un momento abre los ojos y su mirada transmite serenidad y algo como sobrehumano y beatífico. Se lo compara incluso con los santos o con el mismo Jesús.
El narrador describe cómo el moribundo ya habita más el otro mundo que el de la vida, y piensa o se comunica en un lenguaje que ya los vivos no podrían comprender. Con los ojos cerrados, percibe el estado de sus familiares por completo, como si los viera ya con otros ojos, sin que estos se den cuenta.
Al mismo tiempo, piensa en un lenguaje que es ya desconocido e intransmisible para los humanos. El mismo lenguaje que seguramente el propio Jesús quiso usar antes de morir. El moribundo traspasa el umbral de la muerte, y se sume en un fuego, como si él mismo fuera una llama. La madre dice, “Ya dios se lo ha llevado”, y el narrador aclara que lo dice sin saber que esto no fue en realidad así.
3. “Los hombres en el pantano”
En este cuento hay dos bandos de hombres enfrentados. Pasan tres días completos en un pantano, presos del frío y de un silencio tan intenso como jamás han vivido. Son hombres mexicanos y texanos se enfrentan a los japoneses en alguna isla del Pacífico.
Joe, Smith y Johnny se encuentran en el mismo bando, pero no se ven, pues está muy oscuro. Al momento en que uno de sus hombres hace un ruido, los japoneses realizan una descarga con ametralladora. Pero, ahora, avanzado el breve cuento, ya la lucha se vuelve cuerpo a cuerpo. Y el narrador, con el punto de vista anclado en Joe, nos cuenta que escucha a su lado una voz que le es muy familiar y que al mismo tiempo le suena desconocida.
Este le está diciendo que podrían apostar si el japonés va a lograr matar con su arma blanca a uno de los suyos que parece haber atacado tras quedarse dormido. Joe piensa que se trata del negro Smith, y se imagina que se ha quedado dormido por unos segundos, que ha soñado y que entonces ha sido sorprendido por el ataque del japonés.
Sin embargo, hacia el final, reconoce la voz que le habla a su lado como la del propio negro Smith, por lo que entiende que el muerto tiene que haber sido Johnny, su joven cuñado. En un gesto entre romántico y resignado, agradece internamente a Johnny que al menos le haya dado una muerte de hermosos detalles.
4. “Noche de epifanía”
En un contexto de guerra, oscuridad y muerte constante, encuentran el cadáver de una mujer llamada Rebecca. Este hecho llama poderosamente la atención, pues no ha muerto por motivo de enfrentamiento de guerra, sino que ha sido un crimen pasional.
El marido mismo le ha clavado un puñal en el pecho, luego de abordarla en la oscuridad creyendo que se trataba de otra mujer distinta. Al darse cuenta de que se trataba de su esposa, la trató de ‘cualquiera’, por ser igual que las otras, que salen a entregarse a los hombres en los rincones. Y así es que la termina matando.
5. “La hermana enemiga”
Una niña que atraviesa su maduración física y sexual es castigada asiduamente por su hermanastra, violenta y cínica. Esta la obliga a confesar ante el cura sus pecados, cuando en realidad no tiene ninguno, más que el simple hecho de comenzar a tener pechos, o soñar cosas normales para su edad.
La niña ha perdido a su madre, de quien se dice que ha sido adúltera, “el peor de los pecados”. Luego de la confesión ante el cura, quien también la aterroriza haciéndole creer que ha pecado, la niña se desvanece en los bancos de la iglesia.
La hermanastra le hace creer a su propia madre, es decir, a la madrastra de la niña, que ha de haber confesado algo demasiado grave como para haberse desvanecido luego. La madrastra le cree y pretende ir a castigar a la niña por su cuenta, pero al llegar a su cuarto ve que la niña se ha suicidado, ahorcándose con un trapo que había allí mismo.
6. “El lenguaje de nadie”
Un hombre trabaja de peón en una hacienda. Cuando la incipiente epidemia de tifus enferma y mata a su esposa, Prudenciana, Carmelo reclama a Aquilina ese pedacito de tierra magra que le serviría a él para tener algo propio.
La anciana, con crueldad, finge no entenderle por qué es que quiere algo que no tiene valor, desconfía de él y se burla, riéndose en su presencia. Carmelo, creyendo que esto es culpa de su propia manera de hablar, se pone triste al pensar que nunca las personas “de razón” les comprenden a ellos, los indios.
Solo Tiliche, el “tonto” de la hacienda, que tiene un retraso mental, parece entenderle, aun cuando no articula palabras, sino solo gemidos y ruidos guturales.
Solo para molestar a sus familiares, Aquilina decide dejarle toda la hacienda a Carmelo, el indio, sin siquiera decírselo. Al poco tiempo, la anciana enferma de tifus y, creyéndola ya muerta, Carmelo la entierra con ayuda de Tiliche.
Luego es citado ante el tribunal, donde lo acusan de homicidio y, engañándolo, le dicen que si firma un “desistimiento” –a de la herencia que la ha dejado Aquilina- entonces se librará de la cárcel. Así lo hace y el cuento termina con Carmelo sin nada propio, burlado tanto por Aquilina como por el resto de su familia, así como por la propia justicia.
7. “Lo que solo uno escucha”
Rafael es un violinista que toca en una orquesta de un bar. Extrañamente, un día en particular siente que ha logrado algo increíble, inverosímil, mágico: ha tocado una sonata a la perfección, sin ningún inconveniente, mientras que sus dedos fluían con exactitud y presteza sobre el diapasón del instrumento.
Sin embargo, al acercarse a la mesa para cenar, luego de que han regresado su esposa y sus hijos, esta le nota una mirada extraña, como afiebrada y extremadamente bondadosa.
Ella lo presiente: es la muerte que le está por llegar a su marido. Él sigue creyendo que ha experimentado un milagro y que a partir de entonces las cosas van a ser totalmente nuevas y mejores.
Su esposa, entonces, se da cuenta de que se trata del efecto del alcohol. Acuesta a su marido en un catre y lo rodea rezando junto a sus hijos. Prontamente, Rafael “entrega su alma al Señor”.
8. “Dormir en tierra”
En este último cuento, el más extenso y que da título al volumen completo de cuentos, se cuenta la historia de Eulalio. Este niño es hijo de una prostituta, que no quiere tenerlo a su cuidado.
Ella intenta que lo acepten en un barco llamado El Tritón, que parte hacia Veracruz. El contramaestre se niega. Pero el niño se cuela en el barco.
El problema es que se acerca un ciclón, que acaba por hundir al barco y matar a todos sus tripulantes. Antes que esto ocurra, el contramaestre, Galindo, coloca su propio chaleco salvavidas a Eulalio y lo lanza por la borda, para que se salve, quizás, del hundimiento.
El niño es rescatado en la costa por Genaro, y le dice a este que el contramaestre, un mal hombre, peludo y que daba miedo, lo tiró al mar porque no quería que fuese en el barco. Comprendiendo, Genaro se emociona por darse cuenta de que Galindo es el mejor hombre del mundo, puesto que ha salvado la vida del muchacho en vez de la propia.