Drácula

Drácula Resumen y Análisis Capítulos 9-12

Resumen

Capítulo 9

El capítulo 9 presenta la correspondencia entre Mina y Lucy, con cartas fechadas el 24 y el 30 de agosto; las entradas del diario del Dr. Seward de los días 20 y 23 de agosto y 4 de septiembre, y las entradas del diario de Lucy del 24 y 25 de agosto. Además, se incluyen telegramas entre Arthur Holmwood y el Dr. Seward entre el 31 de agosto y el 2 de septiembre, y cartas y telegramas entre el Dr. Seward y Abraham Van Helsing del 2 al 6 de septiembre.

Mina le envía una carta a Lucy desde Budapest y le cuenta que Jonathan no puede recordar casi nada de lo que le sucedió en Transilvania, y aunque piensa que su diario de viaje contiene el secreto de los orígenes de su fiebre cerebral, tiene mucho miedo de leerlo. Por eso, él le entrega el diario a Mina y le da permiso para leerlo, aunque le pide que nunca le cuente lo que contienen esas páginas. Jonathan y Mina deciden casarse inmediatamente, y Mina envuelve el diario y sella el envoltorio, resuelta a no leer jamás sus páginas a menos que sea necesario por una cuestión de vida o muerte. Lucy le envía una carta felicitando a Mina y contándole que Arthur se ha unido con ella en Whitby.

El diario del Dr. Seward provee más información sobre Renfield. Encerrado en su celda, no para de murmurar que puede esperar. Una noche, vuelve a escapar y es encontrado otra vez frente a la puerta de la capilla de Carfax. Mientras los empleados de Seward tratan de subyugarlo, Renfield se calma repentinamente cuando ve un enorme murciélago que surca el cielo.

Lucy comienza a llevar su propio diario. Ha vuelvo a su casa en Hillingham, pero su salud sigue siendo frágil. Por la noche, su sueño es perturbado por el sonido del aleteo de un enorme murciélago, que golpea a su ventana. Le duele terriblemente la garganta y a veces se le hace difícil llevar aire a sus pulmones.

Arthur le escribe al Dr. Seward preguntándole si puede observar a Lucy, ya que su salud se está deteriorando sin un motivo aparente. Aunque Arthur está muy preocupado por su prometida, debe acudir al llamado de su padre, que se encuentra muy enfermo. El Dr. Seward va a ver a Lucy y le reporta a Arthur que no puede encontrar una causa para su debilidad. Luego le escribe una carta a su viejo profesor, Abraham Van Helsing, un doctor con un conocimiento excepcional de enfermedades extrañas. Van Helsing visita a Lucy pero no es capaz de diagnosticar su dolencia, y los síntomas de la joven lo perturban profundamente, por lo que le pide al Dr. Seward que lo tenga muy al tanto de cualquier cambio en la condición de la enferma.

Renfield ha retomado la ingesta de arañas y usa azúcar como señuelo para atraerlas. Sin embargo, de pronto sufre un cambio repentino de personalidad, y dice que está harto de sus viejos hábitos de conducta.

Los días 4 y 5 de septiembre, el Dr. Seward envía telegramas para avisar que la condición de Lucy está mejorando, pero el 6 envía un telegrama urgente avisando de un terrible cambio y solicitando la presencia inmediata de Van Helsing.

Capítulo 10

El capítulo 10 incluye una carta del Dr. Seward a Arthur Holmwood fechada el 6 de septiembre, las entradas del diario del Dr. Seward de los días 6, 7, 8 y 9, 10 y 11 de septiembre y la entrada del diario de Lucy Westenra del día 9 de septiembre.

Dr. Van Helsing examina a Lucy, quien está cada vez más demacrada. Decide realizarle una transfusión de sangre, para lo que utiliza a Arthur. Luego le pide al hombre que los deje a solas con Lucy. Van Helsing le indica a Seward que debe quedarse despierto toda la noche junto a la enferma, y luego regresa a Ámsterdam para buscar libros y materiales. Al día siguiente, Lucy ha mejorado mucho. Escribe en su diario que siente la presencia de Arthur dentro suyo y que se siente segura entre los hombres que la cuidan y la protegen. Seward está exhausto de pasar las dos últimas noches despierto, y Lucy insiste en que ella se encuentra lo suficientemente bien como para dormir sola. Seward se duerme entonces en un sillón del cuarto adyacente. A la mañana siguiente es despertado por Van Helsing. Los dos hombres se horrorizan al descubrir que Lucy está peor que nunca: ha perdido una cantidad increíble de sangre, y sus encías se han consumido, dejando a la vista unos dientes que ahora parecen más grandes y afilados. Van Helsing realiza otra transfusión, esta vez utilizando a Seward como donante. Al día siguiente, un paquete conteniendo flores de ajo llega para Van Helsing. Con él realiza una guirnalda que coloca sobre los hombres de Lucy, y otras que cuelga en toda su habitación, especialmente en la ventana. A Lucy se le permite dormir sola esa noche, pero se le indica que por ningún motivo debe quitarse el ajo de encima.

Capítulo 11

Este capítulo incluye las entradas del diario de Lucy de los días 12 y 17 de septiembre; las del diario del Dr. Seward de los días 12, 17 y 18; un artículo de The Pall Mall Gazette del 18 de septiembre; un telegrama de Van Helsing al Dr. Seward fechado el 17 de septiembre, y unas notas dejadas por Lucy el 17 de septiembre.

Cuando Van Helsing y Seward llegan a la mañana siguiente, son recibidos por la Señora Westenra, quien les dice alegremente que ha removido todas las flores del cuarto de Lucy, incluso la guirnalda que tenía en su cuello, y ha abierto las ventanas para que la joven pudiera tomar un poco de fresco. Una vez que la señora ha abandonado la habitación, el temple de Van Helsing se quiebra por primera vez. Cuando recobra la compostura, los dos hombres entran al cuarto de Lucy y la encuentran horrorosamente drenada. Esta vez, Van Helsing es el donante de sangre. Luego, le advierte a la señora Westenra que nunca debe quitar nada del cuarto de Lucy, y le dice al Dr. Seward que él mismo se quedará con Lucy las noches siguientes. En su diario, Lucy registra sentirse mucho mejor, a pesar de que puede escuchar el sonido de algo que golpea contra su ventana con furia.

El artículo del 18 de septiembre de The Pall Mall Gazette reporta que un lobo ha escapado del zoológico y regresado al día siguiente, con su cabeza cubierta por fragmentos de vidrios.

De nuevo en el asilo psiquiátrico, y mientras espera noticias de Van Helsing, Seward está trabajando en su oficina cuando es atacado por Renfield. El loco irrumpe en la sala, agrede al doctor con un cuchillo y le corta la muñeca. Seward logra reducirlo con un golpe, y en ese momento Renfield parece perder interés en él. Mientras los empleados de seguridad llegan a la sala, Renfield está lamiendo la sangre derramada por Seward. Mientras tanto, Van Helsing envía un telegrama para pedirle a Seward que se dirija cuanto antes a Hillingham y pase la noche cuidando a Lucy, ya que él debe pasar el día en Ámsterdam. El telegrama, sin embargo, se retrasa veinte horas, y Seward no obtiene las instrucciones a tiempo.

Lucy tiene problemas para dormir, y su madre la acompaña y se acuesta con ella. Repentinamente, un lobo golpea con su cabeza la ventana y hace añicos el vidrio. La madre de Lucy se espanta con la presencia del animal y se levanta precipitadamente de la cama, con movimientos tan descontrolados que se cuelga de la guirnalda de Lucy y se la arranca del cuello. Afectada por las emociones, la señora Westenra sufre un ataque al corazón de consecuencias fatales. El lobo entonces se retira y desaparece, y Lucy pierde la conciencia. Cuando vuelve en sí, las cuatro criadas de la casa se presentan en la habitación. Aterrorizadas, envuelven el cadáver de la señora Westenra y lo acuestan en la cama. Lucy les ordena que bajen a la cocina y beban un vaso de vino para calmar los ánimos. Luego, coloca las guirnaldas de ajo sobre el cuerpo de la madre. Como las criadas no regresan, Lucy se dirige al comedor para buscarlas, y las encuentra a todas inconscientes en el piso. En el vino descubre también el olor del láudano, una potente droga narcótica. Lucy escribe luego, al regresar a su pieza para registrar toda la situación, que el aire se está llenando de chispas que flotan y dan vueltas en círculos. La última entrada de su diario finaliza con la confesión de que no sobrevivirá la noche.

Capítulo 12

El capítulo 12 incluye las entradas del diario del Dr. Seward de los días 18, 19 y 20 de septiembre; dos cartas sin abrir de Mina dirigidas a Lucy y fechadas el 17 y el 18 de septiembre, y un reporte del doctor Patrick Hennessey al Dr. Seward fechado el 20 de septiembre.

Los dos doctores llegan al día siguiente a Hillingham, pero todas las entradas están bloqueadas, por lo que tienen que forzar una ventana trasera que da a la cocina. En el salón hallan a las cuatro sirvientas inconscientes, a la señora Westenra muerta y a Lucy, agonizante. Seward despierta a tres de las sirvientas -una de ellas sigue durmiendo- y las pone a preparar un baño para Lucy. Un mensajero llega de parte de Arthur, pero Seward lo manda a esperar y se olvida de él. Después de darle un baño caliente a Lucy, los doctores se encuentran perdidos: Lucy necesita otra transfusión, y ninguno de ellos tiene las fuerzas suficientes como para afrontar otra vez la pérdida de sangre. En ese momento, Quincey Morris aparece escena: es el mensajero que Arthur ha enviado y que el Dr. Seward dejó esperando. Quincey dona su sangre. Mientras tanto, Van Helsing encuentra las últimas notas de Lucy, en las que se describen los eventos de la noche anterior. Van Helsing comparte las notas con Seward, quien no sabe cómo interpretarlas. Más tarde, Quincey le pregunta a Seward cómo pudo Lucy absorber tanta sangre si él es la cuarta persona en donar, y claramente el cuerpo de la joven no es tan grande como albergar tanta sangre. Mientras Lucy duerme, Van Helsing coloca las notas de nuevo en su pecho, donde las encontró. Entre sueños, Lucy trata de romperlas, pero Van Helsing se las quita. Al día siguiente, Seward reporta que los dientes de Lucy se ven mucho más grandes y afilados que antes. Arthur Holmwood llega finalmente a escena y lo embarga la emoción ante los trágicos eventos. Seward escribe que duda mucho de que Lucy pueda sobrevivir un día más.

Mientras tanto, Mina escribe (y sus cartas quedan sin abrir) para contarle a Lucy que Jonathan y ella han regresado a Inglaterra. Jonathan es ahora un asociado en la firma de Hawkins, y ha sido nombrado heredero de la fortuna de su antiguo jefe y ahora colega.

El asistente de Seward, Patrick Hennessey, reporta las últimas noticias sobre Renfield: al ver a dos hombres cargando cajas llenas de tierra a Carfax, Renfield escapa y los ataca con violencia antes de que puedan regresarlo al asilo.

Mina escribe otra carta a Lucy para contarle que el señor Hawkins ha muerto, dejando toda su fortuna a Jonathan y a ella. Jonathan está profundamente preocupado, de luto y abrumado por sus nuevas responsabilidades.

Lucy está al borde de la muerte. En sueños, se quita la guirnalda de ajo que Van Helsing le ha colocado y sus dientes, sus caninos particularmente, están muy afilados. Cuando está despierta, aprieta las flores contra su cuerpo; cuando está dormida, las retira. Seward se percata de un murciélago que vuela cerca de la ventana del cuarto.

La mañana del 20 de septiembre, los doctores descubren que las heridas en el cuello de Lucy han desaparecido completamente. Van Helsing anuncia gravemente que el fin se aproxima y llaman a Arthur. Lucy le pide a su prometido que la bese, con una voz suave y voluptuosa que el Dr. Seward nunca había escuchado en ella. Arthur está por hacer lo que la moribunda le pide, pero Van Helsing lo detiene con mucha violencia. En un primer momento, Lucy está enfurecida, pero tras un momento de sopor recupera su compostura y le agradece al doctor todo lo que ha hecho por ella. Lucy llama a Van Helsing "amigo" y le pide que proteja a Arthur y le dé paz a ella. El viejo médico jura solemnemente que hará ambas cosas. Luego, los ojos de Lucy se encuentran con los de Arthur después de que este la besa en la frente en lugar de la boca y, tras un momento, Lucy muere.

En su muerte, Lucy parece recobrar toda la belleza que la agonía había opacado, y su piel pierde la palidez cadavérica que había tenido los últimos días.

Análisis

Los capítulos 9 a 12 están dedicados a la posesión de Lucy hasta su muerte. Un recurso utilizado en esta parte de la novela es la ironía dramática: el lector suele conocer el significado de lo que está sucediendo mucho tiempo antes que los propios personajes. Cuando Mina sella el diario de Jonathan, no se da cuenta de que está causando un retraso terrible en la investigación sobre lo que le está causando la enfermedad a Lucy. Dada la estructura epistolar de la novela, el lector puede ensamblar toda la narrativa fragmentada antes que los propios personajes, con lo que solo son el lector y Drácula quienes comprenden todo lo que está pasando. Las heridas en el cuello de Lucy, el murciélago que atraviesa el cielo, los golpes en la ventana… la novela está repleta de objetos y eventos que los personajes no llegan a comprender.

Drácula no aparece explícitamente en esta parte de la novela, pero su proximidad se hace evidente en la conducta de Lucy, y se manifiesta también como un terror difuso que embarga a los personajes sin que estos puedan explicarse de dónde proviene o a qué se debe. Lucy escribe, por ejemplo:

Creo que anoche volví a soñar, como cuando estaba en Whitby. Tal vez fuera el cambio de aire o el hecho de volver a casa. Todo es oscuridad y horror y nada puedo recordar, pero un temor difuso me ataca y me hace sentir débil y agotada. Cuando Arthur regresó a comer, se preocupó al verme, y yo no tuve ganas de aparentar que estaba contenta (p. 131).

Este terror inexplicable no solo lo siente Lucy (quien, al fin y al cabo, está siendo poseída por Drácula), sino también otros personajes, como el Dr. Seward, quien registra en su diario, frente al fracaso de los tratamientos médicos aplicados a Lucy: “Parecía muy confiado y yo, al recordar mi confianza de dos noches atrás y los resultados funestos que obtuve, sentí temor y hasta un difuso terror. La debilidad me impidió decírselo a mi amigo, pero tuve una sensación muy fuerte, como de lágrimas que se contienen” (p. 156).

En gran parte de la novela, la idea del terror se trabaja desde lo ominoso y lo inefable: hay algo que no se puede poner en palabras (lo inefable), que escapa a la representación de los personajes, y que produce un rechazo absoluto y una sensación de amenaza constante (lo ominoso). Estos rasgos, propios del horror psicológico, serán muy utilizados, durante todo el siglo XX, por famosos autores de terror, como H. P. Lovecraft.

La fiebre cerebral de Jonathan desarrolla el tema de la amenaza de la locura. Jonathan se vuelve loco literalmente; delira y es incapaz de recordar todas sus experiencias. El tema de la amenaza de la locura se presenta y desarrolla de diferentes maneras a lo largo de la novela: las ansiedad por la posibilidad de enloquecer hace que los personajes duden constantemente de sus propias percepciones o de las de aquellos en quienes confían. La locura de Jonathan puede deberse a que todo su sistema de creencias es puesto en duda frente a los eventos extraordinarios vividos en el castillo de Drácula. En su caso, la locura real puede ser una protección contra los espantos que ha presenciado. Más adelante, la locura opera en la dirección inversa, cuando otros personajes la utilicen para evitar aceptar que hay fuerzas sobrenaturales actuando sobre el mundo.

La locura es un tema muy adecuado para una novela de vampiros. Quizás, el mayor horror que produce el vampiro es que no mata simplemente: sus víctimas pierden sus identidades y se vuelven parte de los no-muertos. También en la locura hay una gran pérdida de la propia identidad. Al lidiar con vampiros y con la locura, el mayor miedo no es ser asesinado por un monstruo, sino convertirse en uno de ellos.

Algunos críticos han señalado que, en Drácula, la ciencia moderna se representa como inútil contra el mal primitivo de los vampiros, y que solo el conocimiento de las supersticiones y del folklore proveen una defensa efectiva. Sin embargo, la sola figura de Van Helsing indica que aquella es una afirmación precipitada y con poco sustento: a pesar de que la idiosincrasia victoriana de los personajes impide que puedan reconocer que están frente a la presencia de un vampiro, la ciencia y la razón, cuando son empleadas apropiadamente, se transforman en armas poderosas para luchar contra Drácula. Van Helsing es capaz de diagnosticar correctamente la condición de Lucy, aunque no comparte inmediatamente sus sospechas con el resto de los personajes. En su persona se combinan métodos y conocimientos aparentemente contradictorios, que fusionan los saberes occidentales con los más oscuros y antiguos de Oriente. Van Helsing es un científico racional, pero también un estudiante de todo lo Oculto. Las transfusiones de sangre que realiza, productos de la disciplina moderna, ayudan a obtener tiempo para Lucy, y los métodos de la ciencia, la observación, la experimentación y el análisis son fundamentales en la estrategia de Van Helsing. Combinado con sus herramientas, el doctor neerlandés utiliza también las viejas supersticiones y la fe cristiana. Seward, todavía sin saber que es un vampiro lo que causa la enfermedad de Lucy, remarca que el uso que hace Van Helsing del ajo no lo ha estudiado en ningún libro. La nacionalidad de Van Helsing, por otra parte, es ya un símbolo de la combinación de diferentes formas de pensamiento: él es de Ámsterdam, una ciudad localizada geográficamente entre Inglaterra y Transilvania. El tema de Oriente vs. Occidente vuelve a manifestarse, con la ciencia de Occidente y el folklore y las supersticiones del Este interactuando como dos tipos de conocimiento complementarios. Van Helsing es el puente capaz de unir esas dos formas del pensamiento y de la praxis.

A su vez, esta combinación de ciencia moderna con métodos más antiguos y desprestigiados por el pensamiento victoriano sugiere una crítica a los abordajes científicos modernos, carentes de imaginación y de espiritualidad. Mientras que la ciencia y la razón son herramientas poderosas, la novela sugiere que hay lugar para otras formas de pensamiento, más antiguas y menos racionales. Los símbolos cristianos y la fe se utilizarán como las mayores armas contra los vampiros. En este sentido, la novela sugiere que la ciencia y la razón deben ser templadas por la humildad ante lo desconocido y por el respeto de las fuerzas que se escapan a la comprensión del hombre.

En el capítulo 11 se comprueba que Van Helsing tiene poco éxito en su lucha contra Drácula. La señora Westenra quita el ajo de la habitación sin darse cuenta de sus efectos, y así condena a su hija a otra noche de terror. Cuando Lucy es revitalizada con sangre nueva, y mientras Van Helsing no comenta con nadie cuáles son sus temores, Seward comienza a dudar de su propia cordura, preguntándose si el trabajo en el asilo no estará incapacitando su mente. Así, los límites entre la locura y la cordura vuelven a ser cuestionados por los propios personajes de la novela y se produce nuevamente la vacilación propia del relato fantástico: los personajes vuelven a dudar de los hechos extraños que les están sucediendo y se sienten confundidos por los límites de la realidad y de sus propias interpretaciones de los hechos. Cabe destacar, sin embargo, que la vacilación a esta altura de la novela no confunde al lector ni lo hace dudar sobre la naturaleza de los hechos: está claro que hay fuerzas sobrenaturales en juego, y el lector tiene información suficiente como para no dudar de la naturaleza sobrehumana de Drácula. Quienes dudan son los personajes y, especialmente, el Dr. Seward, el más racional de todos ellos, para quien los hechos inexplicables se presentan como un desafío frente a su modo de pensar racional y científico.

Debido al retraso del telegrama, el vampiro tiene una oportunidad para atacar a Lucy, y en este pasaje el lector puede observar qué tan astuto es Drácula. A pesar de que no puede ingresar a una estancia protegida por el ajo, puede usar al lobo para romper la ventana y causar la conmoción necesaria. Es preciso notar que Stoker coloca el artículo del diario sobre la desaparición del lobo antes de la narrativa de Lucy, incluso cuando las fechas muestran que el artículo salió un día después. Esta decisión ayuda a crear suspenso, ya que el lector se pregunta por el significado de la fuga y el regreso del lobo, y sabe que está asociado a lo que le sucede a Lucy, pero no sabe aún de qué manera se vincula con ella. Además, la posición del memorándum de Lucy sirve como un cierre climático para el capítulo. El artículo reporta que, cuando el lobo regresa, su cabeza está cubierta de vidrios. Esa pista establece que el lobo es el mismo animal que Drácula usa para llegar hasta Lucy. En una sola jugada, Drácula causa la muerte de la señora Westenra, se deshace de las flores -que Lucy utiliza para cubrir el cadáver de su madre- y crea una abertura en la ventana a través de la cual puede entrar a la casa. Incluso llega a adulterar el vino para causar la inconsciencia de las criadas. Así, queda claro que Drácula es una criatura de muchos recursos que puede pensar y ejecutar sus planes con total sangre fría.

En el capítulo 12, una serie de tragedias suceden todas a la vez. La señora Westenra, el padre de Arthur, el señor Hawkins y la misma Lucy mueren con pocos días de diferencia. Van Helsing y el Dr. Seward ya comienzan a notar la transformación de Lucy, aunque Seward no es capaz de interpretarla como tal, y Van Helsing no comparte sus sospechas con nadie. Los dientes se le han afilado, y mientras duerme no soporta el olor a ajo. Además, en sueños también, trata de romper las notas que tomó la última noche en la que estuvo consciente. Su voz, cuando le pide un beso a Arthur, es mucho más sexual y voluptuosa de lo que jamás ha sido. Todo esto indica al lector que Lucy se está convirtiendo en una vampiresa, un ser maligno y sexualmente depravado, con rasgos similares a los de las tres mujeres del castillo de Drácula. La transición se da entonces de una mujer victoriana, coqueta pero pura, a una depredadora sexual no-muerta. Al final, Lucy parece consciente de lo que le está sucediendo, y en su último rapto de consciencia humana le pide a Van Helsing que proteja a Arthur y le traiga a ella la paz, lo que significa -aunque nadie, excepto Van Helsing, lo sabe- destruir al vampiro en el que se está transformando.

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