¨Habla aquí, en presencia de todos; que más aflicción siento por ellos que de si mi propia vida se tratara¨
En esta cita Edipo le pide a Creonte que cuente lo que le ha dicho el oráculo de Apolo delante de los jóvenes y del sacerdote. Edipo no tiene nada que ocultarle a su pueblo. En la búsqueda de la verdad no hay secretos. Con esta cita Edipo comienza a dejar en claro que para él lo público está por encima de lo privado.
¨Yo alejaré esta mancha, y no por unos amigos lejanos, sino por mí mismo, porque sea quien fuere el asesino de Layo, podría ser que también contra mí quisiera, de modo parecido, tomarse venganza; es en mi beneficio, pues, que voy en socorro de Layo¨.
Edipo asume el rol del salvador de Tebas una vez más (recordemos que ya había salvado la ciudad de la Esfinge). Es su responsabilidad como rey, sí, pero además existen ciertos rasgos de soberbia y egoísmo en la manera de pensar las razones por las cuales lo va a hacer. Más allá de esto, en esta cita podemos observar la cuestión de la ironía trágica. Edipo se compromete a descubrir al asesino de Layo ignorando eso que el público sabe bien: que comenzará a buscarse a sí mismo.
¨Y pido aún que, si yo sabiéndolo, viviera junto al hogar de mi casa, conmigo, el criminal, que fuera yo víctima de las imprecaciones que acabo de pronunciar¨.
La ironía trágica atraviesa toda la obra Edipo Rey. En esta cita podemos ver cómo Edipo tienta al destino asegurando que, si tuviera alguna mínima conexión con el asesino, debería cumplir la pena impuesta. Esto, por supuesto, lo dice convencido de que no tiene nada que ver con el asesinato de Layo. La ironía en este punto es justamente que Edipo es el asesino y que, cuando lo descubra, tendrá que hacerse cargo de estas palabras y pasar su ¨vida desgraciada de mala manera¨.
¨...tú eres ciego, de ojos y también de oído y de cabeza¨.
Tiresias no posee el sentido de la vista, aunque sí tiene la capacidad de percibir el futuro como un oráculo. Edipo lo acusa de ciego y obstinado por la incomodidad que le produce que el anciano lo acuse de ser quien derramó la sangre que mancha la ciudad de Tebas. Paradójicamente, eso que cuenta Tiresias es verdad. De esta forma, aunque Edipo puede ver, es ciego a la verdad y se obstina en negarla.
La obra parece indicar que nadie puede escapar de su destino. En ese sentido, podemos afirmar que no hay peor ciego que Edipo, que no logra aceptar esto.
¨¡Ay, pobre, y que des en insultarme con las palabras con las que no habrá nadie, dentro de poco, que no te insulte a tí!¨.
Tiresias, lejos de aceptar las ofensas de Edipo, reafirma todo lo que ha dicho. También juega de alguna manera con la complicidad del público que conoce la historia del mito. Esto que dice en la presente cita, y que podría sonar a amenaza, no es más que lo que efectivamente terminará ocurriendo. Y Tiresias sabe esto porque puede ¨ver el futuro¨, aunque carezca del sentido de la vista. En ese sentido, puede ver mucho más allá que Edipo.
¨Se verá que era a la vez hermano y padre de los hijos con que vivía, hijo y esposo de la mujer de que había nacido y que, asesino de su padre, en su propia mujer había sembrado¨.
Con estas palabras Tiresias devela el futuro de Edipo (que, recordemos, el público ateniense ya conocía por el mito). El único que ignora todo, hasta el punto de negarlo sistemáticamente, es el propio Edipo. Otra vez, lo que para Edipo suena como una amenaza, por desconocer su futuro, para nosotros, que sabemos cómo se desarrolla la historia, es, simplemente, la descripción de los acontecimientos que vendrán. Ver a Edipo descubrir y sufrir esos acontecimientos era lo que provocaba pena y temor en los espectadores, eso que decía Aristóteles que todo héroe trágico debía evocar.
¨Si piensas que un hombre que obre mal, por ser mi pariente, no va a tener su castigo, no piensas bien¨.
En esta cita podemos observar una vez más cómo Edipo pone lo público por encima de lo privado. Edipo cree que existe un complot entre Tiresias y Creonte contra su persona. Si Creonte está en contra de Edipo, está en contra del rey y, por lo tanto, de Tebas. De esta forma, Edipo quiere dejarle en claro que, más allá de que Creonte sea su cuñado, si está involucrado en algo malvado pagará las consecuencias, como cualquier otro. Para Edipo, la justicia no contempla excepciones. Y siendo justo con nuestro protagonista, esto quedará efectivamente comprobado cuando termine aplicando contra sí mismo el castigo prometido para el asesino de Layo.
¨¡Ay de mí, desgraciado! Me parece que las terribles imprecaciones de hace un rato las lancé, sin saberlo, contra mí mismo¨.
Esta cita aparece justo después de que Edipo considera que la descripción que realiza Yocasta sobre Layo coincide con la del hombre que él mató en el cruce de caminos. Este es un punto crucial de la historia, ya que Edipo comienza la progresión irrefrenable hacia el descubrimiento de su trágico destino. Las palabras de Tiresias, de pronto, adquieren otra consistencia y, sobre todo, otro nivel de verdad.
¨Y ahora, vaticinios de los dioses, ¿dónde estáis? De este hombre huía hace tiempo Edipo, por temor de matarle, y ahora, cuando le tocaba, ha muerto, y no por mano de Edipo¨.
En esta cita, Yocasta desafía a los dioses ya que Pólibo, el padre adoptivo de Edipo, ha muerto y no ha sido a manos de Edipo. Esto quiere decir que el oráculo que vaticinaba que Edipo mataría a su padre no se cumplió. Por supuesto, todavía Yocasta no sabe que Pólibo era el padre adoptivo de Edipo y que efectivamente su esposo-hijo mató a Layo. En esta cita está presente tanto el dilema del rol de los oráculos en la vida de los antiguos griegos como la ironía trágica. Con respecto a esto último, cabe aclarar que el público, conociendo el mito, sabía que Edipo había matado a Layo y se había acostado con Yocasta. Por eso, este desafío que lanza Yocasta a los dioses es, por lo menos, irónico, fundamentalmente para el público.
¨Apolo, Apolo ha sido, amigos, el que mis sufrimientos ha culminado tan horrorosa, horrorosamente... pero estas cuencas vacías no son obra de nadie, sino mía, ¡mísero de mí! ¿Qué había de ver, si nada podía ser ya la dulzura de mis ojos?¨.
En esta cita podemos observar a un Edipo derrotado, ciego y que, ahora sí, reconoce el poder de los dioses. Edipo ha comprobado que el oráculo se cumplió: efectivamente asesinó a su padre, Layo, y se acostó con su madre, Yocasta. Es una situación que produce pena, una de las características que según Aristóteles todo héroe trágico debe evocar. Así y todo, notamos a un Edipo menos soberbio, más consciente que antes. Ahora que ya no cuenta con el sentido de la vista, parecería ¨ver¨ mejor quién es y qué tan inevitable es su destino.