Resumen
El Coro se pregunta quién podrá ser el asesino y sugiere que sería el momento de que este "se dé a la fuga moviendo un pie tan poderoso, en su rapidez, como el de las yeguas que corren como el huracán¨ (33) mientras el destino corre terriblemente cerca de él. El Coro también se declara en "terrible confusión", y no comprende por qué Tiresias podría haber atacado la popularidad de Edipo. Además, el Coro se pone del lado de Edipo cuando afirma que nunca estará de acuerdo con alguien que encuentre fallas en su rey, sobre todo desde que resolvió el enigma de la Esfinge.
Creonte entra después de haber escuchado que Edipo lo acusa de ser el asesino y de haber elaborado un complot contra él. Creonte se burla de Edipo diciendo que posee obstinación sin sabiduría, pero este responde que el interés público reemplaza al privado: ¨Si piensas que un hombre que obre mal, por ser mi pariente, no va a tener su castigo, no piensas bien¨ (36). La creencia de Edipo en esta etapa es que Tiresias es un mentiroso y, como fue enviado por Creonte, no cabe duda de que este también debe estar involucrado en el complot contra él.
Edipo y Creonte discuten. Creonte le dice que buscaron información sobre la muerte de Layo, pero no encontraron nada. Además, le dice a Edipo que está contento con su vida y que no tiene ninguna razón para conspirar contra él. Por último, le recuerda a Edipo en un largo discurso que no puede lanzar semejantes calumnias hasta no tener pruebas. Le dice que, con el tiempo, aprenderá que son los años los que determinan si un hombre es justo, pero que al hombre malvado se lo puede reconocer en un día. Edipo se niega a escuchar y Creonte termina su diatriba acusando al rey de gobernar injustamente.
Yocasta entra y regaña a Creonte y a Edipo por expresar sus penas privadas cuando hay una crisis pública. Ellos repiten sus argumentos. Yocasta le ruega a Edipo que le crea a Creonte y que sea misericordioso. El Coro se une a sus súplicas y Edipo, a regañadientes, deja ir a Creonte. En esta etapa, cada uno de los cuñados cree que el otro es el asesino de Layo.
Yocasta revela que un oráculo llegó una vez a Layo y le dijo que su hijo lo mataría. A pesar de esto, ella insiste en que a Layo "…le dieron muerte (…) unos salteadores extranjeros en una encrucijada de tres caminos" (41). Le dice a Edipo que, tres días después del nacimiento de su hijo, Layo atravesó los tobillos del niño e hizo que lo dejaran "en un monte desierto" (41). Esta noticia por alguna razón preocupa a Edipo. Este pregunta dónde está exactamente el cruce de caminos donde mataron a Layo. Yocasta se lo dice y hace una descripción de Layo. Edipo dice: "Me parece que las terribles imprecaciones de hace un rato las lancé, sin saberlo, contra mí mismo¨ (43), temiendo haber matado a su padre. Luego mandan a llamar al pastor que escapó de la escena del crimen en el cruce de caminos.
Edipo le cuenta a Yocasta sobre su padre Pólibo y su madre Mérope, el rey y la reina de Corinto. Una vez en un banquete, un hombre borracho acusó a Edipo de ser un bastardo. Él se enfrentó a sus padres, pero no obtuvo respuesta. Por tal motivo, Edipo fue a un oráculo que, si bien no le contó sobre su linaje, le advirtió que se acostaría con su madre y asesinaría a su padre. Edipo huyó de Corinto. En un cruce de caminos, discutió con un anciano, lo lanzó fuera del carro y el anciano murió. Edipo ahora teme haber matado a Layo, su padre, y haberse casado con Yocasta, su madre, pero espera a que llegue el pastor. Espera que este le diga que fueron varias personan quienes mataron a Layo, porque al hombre en el cruce de caminos lo mató él solo.
El Coro critica por un lado el orgullo, pero al mismo tiempo espera la preservación de esa ambición de Edipo que beneficia a Tebas. Yocasta regresa con guirnaldas para los ancianos tebanos que desean ir al templo. Un mensajero llega desde Corinto con la noticia de que Pólibo, rey de Corinto, ha muerto, y de que Edipo ha sido elegido nuevo rey de Corinto. Yocasta está encantada porque, si Pólibo es el padre de Edipo, lo que dice el oráculo debe ser falso. Pólibo no murió a manos de Edipo, sino por una enfermedad. Edipo vuelve a entrar y se ríe encantado. Le cuenta al mensajero corintio la trágica profecía que ha evitado. El mensajero le dice a Edipo que no tenía que preocuparse ya que no era el hijo de Pólibo y Mérope. De hecho, fue este mismo mensajero quien tomó al bebé del pastor que lo había encontrado en las montañas con sus tobillos perforados. Edipo de repente se da cuenta de que la trama se ha complejizado y de que aún puede ser culpable.
Edipo inmediatamente llama al pastor. Yocasta le ruega que no "busque esto", a pesar de las "pistas" que Edipo ha descubierto. Está claro que ella se dio cuenta de lo que sucedió y se va. El Coro pregunta a dónde Yocasta se ha ido. Edipo, que se hace llamar hijo de la fortuna, desafía valientemente a los cielos.
Análisis
Todos están todavía en la oscuridad en cuanto a la verdadera naturaleza de la maldición en el reino. Solo Yocasta comprende, hacia el final de esta sección, la terrible verdad, y su inmediata respuesta es suicidarse para absolverse de la culpa. El largo recuento de Edipo de la historia pasada revela que Sófocles ha comenzado su obra en la mitad de la historia, justamente en el punto de mayor prosperidad de su protagonista (desde Aristóteles hasta Chaucer, una caída desde gran altura es tradicionalmente parte de la construcción trágica). La historia de la obra es muy parecida, entonces, a una historia de detectives: Edipo debe trabajar hacia atrás en el tiempo, poniendo énfasis en la primera parte de la obra, para encontrar pistas y seguir las líneas de investigación. Sin embargo, el criminal que busca Edipo es él mismo.
Una inconsistencia central aparece en la obra en este punto. El pastor y Yocasta creen que Layo fue asesinado por varias personas en el cruce de caminos. La historia, al final, revela que Edipo solo mató a Layo. ¿Cómo se supone que Layo pudo haber sido asesinado por una persona y también por muchas a la vez? Algunos críticos, en particular Frederick Ahl, en su Edipo de Sófocles: evidencia y autocontradicción (Ítaca, 1992), han argumentado que Edipo, en realidad, no mató a su padre, pero lo logran convencer de que asuma la responsabilidad del crimen. Esta no es una interpretación particularmente convincente y es mucho más probable que se presente como un dispositivo de la tragedia griega en general.
Edipo está buscando al asesino de Layo como un detective busca a un criminal. Sin embargo, al final, estos dos roles se fusionan en una sola persona: el propio Edipo. El Edipo que nos queda al final de la obra es, además, tanto padre como hermano. La obra de Sófocles, de hecho, abunda en el concepto de los dobles: hay dos pastores, dos hermanos (Edipo y Creonte), dos hijas y dos hijos, dos parejas opuestas de rey y reina (Layo y Yocasta, y Pólibo y Mérope), y dos ciudades (Tebas y Corinto). En muchos de estos casos, Edipo tiene la sensación de que está entre dos cosas o, incluso, que es una combinación de dos cosas. De esta forma, queda claro que esta tensión entre "los dobles" es fundamental en la obra de Sófocles.
Otro de los roles duales de Edipo puede observarse en su carácter de rey y de hombre. Tal y como él mismo afirma al comienzo de la obra, su deber como rey de Tebas es trabajar para librar a la ciudad de la terrible peste que la asola. Esto lo lleva a un auto-sacrificio inconsciente hacia el final. Cuando Edipo le exige a Creonte que lo exilie de Tebas, elimina la peste (él mismo) de la ciudad. De esta forma, su rol público tiene prioridad sobre su rol privado.
Edipo libera a la ciudad de Tebas de la peste, exactamente como lo prometió al principio. De esta forma, aunque la obra es una tragedia por la desaparición de Edipo, existe la posibilidad de que, para un público ateniense dispuesto a ver la obra desde una perspectiva tebana, Edipo Rey pudiera ser, de alguna forma, una obra con final feliz.