“El gran viejo del astillero. El hombre que se hizo a sí mismo". (29) (Ironía verbal)
En la primera escena en el astillero, Larsen escucha que Gálvez y Kunz se burlan de Petrus, refiriéndose a él según los mismos recursos elogiosos que el viejo usa para sí mismo. Ese uso es irónico, pues se entiende que, en el estado de abandono y quiebra del astillero, el fracaso del dueño del astillero echa por tierra sus méritos y sus logros.
Los personajes encargados de sacar al astillero de la miseria queman y venden el patrimonio en desuso de la empresa para paliar su propia miseria (Ironía situacional)
Mientras los personajes insisten en el simulacro de reactivar el astillero, su concreto estado de abandono es tal que su infraestructura y sus objetos pierden sus funciones originales y son reutilizados con nuevos fines prácticos. Así, los durmientes de un proyecto frustrado de camino carretero son usados por Gálvez y Kunz para hacer fuego para cocinar y para calentarse en invierno, y ellos mismos se consuelan diciendo que al menos “algo se aprovecha” (60). De la misma manera, rematan a espaldas de Petrus objetos en desuso del galpón del astillero, para conseguir de esas ventas algo de dinero, ya que el trabajo no les da un sueldo.
Larsen acepta un contrato firmado por Petrus, encarcelado por firmar documentos falsos (Ironía situacional)
En su último encuentro, a cambio de su lealtad y perseverancia en la empresa, Larsen le pide a Petrus que le dé alguna garantía de que en el futuro cobrará por sus sacrificios en la gerencia. Acuerdan entonces darle un marco legal a su trabajo mediante la firma de un documento. Así, Petrus firma un contrato provisorio, y lo hace en el contexto de su encarcelación, a la que llegó justamente por firmar documentos falsos. Es una ironía que Larsen se vaya conforme con un documento emitido por un falsificador.
Larsen finalmente entra a la casa de Petrus, pero solo para confirmar que no pertenece a ella (Ironía situacional)
Larsen añora toda la novela poder ingresar a la casa de Jeremías Petrus y, con ello, lograr la legitimación de Petrus como esposo de Angélica y futura cabeza de la familia Petrus. La casa se le muestra inaccesible en todas sus visitas y comprende que la única forma de ingresar es con la aprobación del viejo. Luego de un plan sistemático de seducción a Angélica, Larsen logra finalmente ingresar a la casa, pero no a los pisos altos, que representan el estrato más alto de esa familia, Angélica y Petrus, sino que ingresa a la planta baja, que corresponde a la sirvienta, el estrato más bajo. Larsen comprende entonces que su lugar es marginal y se contenta con ello: resigna un compromiso con Angélica y se acuesta con la sirvienta.