“Se nos habían ido pasando los días, los años, la vida, tan atropelladamente como ese río de Medellín que convirtieron en alcantarilla para que arrastrara, entre remolinos de rabia, en sus aguas sucias, en vez de las sabaletas resplandecientes de antaño, mierda, mierda y más mierda hacia el mar”. (símil)
En el comienzo de la novela, el narrador presenta cómo es la vida para él y para su hermano Darío, quienes podríamos afirmar que son los personajes principales del texto. En este sentido, compara el paso del tiempo de sus vidas con la ‘mierda’ que traslada el Río de Medellín debido a tratarse de un río que circula con el contenido de las cloacas de los muchos habitantes de la ciudad.
“Como notario que de tanto firmar daña la firma, de tanto bendecir Su Santidad había dañado su bendición”. (símil)
Desde su postura anti eclesiástica, el narrador compara el Papa del presente de la narración —que es Juan Pablo II— con un mero notario —funcionario público que da fe a contratos y otros documentos legales— que realiza su trabajo de forma mecánica y sin significado ni creencia reales.
“Se iban abriendo bocas e iban saliendo lenguas en el comulgatorio de la iglesita del Sufragio de mis recuerdos, como se iban abriendo braguetas e iban saliendo sexos en el orinal del burdel”.(símil)
A tono con el símil anterior, en este fragmento el narrador compara esta vez un comulgatorio —es decir, la barandilla en la que se arrodillan los fieles de la Iglesia Católica para comulgar— con un burdel —es decir, el espacio en donde se paga por placer—. Se establece, así, un paralelo entre la entrega religiosa y la entrega sexual, que en gran medida busca desacralizar lo eclesiástico y naturalizar lo sexual.
“Las sambas del Gran Güevón envenenaban el aire y me enturbiaban el alma. —Me voy. Vuelvo más tarde —le dije a Darío. Y dejándolo en su etérea hamaca que flotaba en el humo de la cannabis salí a la calle. Salí pues, como quien dice, del infierno de adentro al infierno de afuera: a Medellín, chiquero de Extremadura trasplantado al planeta Marte”. (metáfora)
En esta doble metáfora, el narrador expone su punto de vista acerca de su contexto familiar y del contexto social de Medellín, una de las ciudades más importantes de Colombia después de su capital, que es Bogotá. Claramente, posee un concepto negativo, pues a ambos espacios los califica de ‘infiernos’.
“Como un perro que orina para indicar que por ahí pasó, la Loca se pasó la vida pariendo hijos: le iban saliendo de las entrañas, de sus profundidades oscuras como el infierno con los imborrables genes Rendón”.(símil)
En este símil, el narrador compara a su propia madre, a quien apoda “la loca”, con un perro que marca el territorio mediante su orín. En su desprecio por su madre, el protagonista identifica que una de las cosas que más rechaza de ella se vincula con esa necesidad suya de que todo el mundo gire a su alrededor, de una forma u otra.