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¿En qué sentido puede decirse que El desierto de los tártaros es una alegoría?
En El desierto de los tártaros, la alegoría compone el trasfondo simbólico de la novela. Si bien el relato narra hechos concretos que le suceden a Giovanni Drogo, estos no interesan tanto en sí mismos, sino por la lectura simbólica que puede hacerse de ellos. El espacio en el que transcurre la parte principal de la novela funciona como una alegoría: no importa en absoluto el significado literal del desierto que da nombre a la novela, sino todos los sentidos figurados que sugiere. El desierto se propone una alegoría del vaciamiento de la existencia, un lugar en el que los deseos y las ambiciones del sujeto se extinguen y solo queda la posibilidad de estar en el mundo en soledad y angustia, despojado de todo salvo de una vaga e inútil esperanza, que es lo único que mantiene a los personajes con vida.
De la misma forma, todo lo que sucede en la Fortaleza puede interpretarse como una alegoría de la época en que vive Buzzati. Así, la decadencia del cuartel representa el debilitamiento del mundo occidental, que desde la Primera Guerra Mundial se precipita hacia su ocaso.
Todos estos elementos orientan al lector hacia una interpretación simbólica de lo que sucede en la novela.
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¿Qué concepciones del tiempo se presentan en la novela?
El tiempo es el tema principal de la novela, y se presenta de muchas formas diversas. En primer lugar, el paso del tiempo en la Fortaleza revela la ambigüedad del tiempo cronológico: a Drogo a veces los días se le hacen interminables y su existencia parece detenida en una espera constante, mientras que otras veces el tiempo pasa veloz e implacable, y Drogo no puede comprender cómo los años se le han escapado sin que se diera cuenta.
Esta concepción ambigua del tiempo cronológico estructura la novela: en los primeros 21 capítulos transcurren tan solo 4 años, mientras que en los próximos 9 pasan 29 años más.
Otra concepción del tiempo se presenta a través de un relato alegórico que lo plantea como un camino en una sola dirección, por el que Drogo avanza despreocupado, muy poco consciente de que a medida que lo recorre las puertas se van cerrando y le impiden retroceder. Así, el tiempo representa al existir del ser humano en el mundo, y lo limita y determina hasta su muerte, único fin posible para el camino de la vida.
Otra concepción que se presenta es la del tiempo cíclico. Esto se ve en la referencia constante que hace el narrador a los cambios de estaciones, que se renuevan año a año. A su vez, la concepción cíclica del tiempo propone un final del relato que se cierra sobre el principio: en el último capítulo, la noche se cierra sobre Drogo y la muerte se hace presente. Esta ambientación contrasta con el primer capítulo, en el que Drogo es despertado al amanecer por su madre y comienza su gran aventura. Así, el tiempo cíclico parece indicar que la vida de los hombres se regenera estructuralmente de generación en generación, y que Drogo no es más que un eslabón de la interminable cadena que conforma a la humanidad.
Con todos estos abordajes, queda claro que la concepción del tiempo es el tema fundamental de la novela.
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¿Qué elementos del relato fantástico se presentan en el relato?
El desierto de los tártaros presenta ciertos elementos propios del relato fantástico que se manifiestan en la estructura enunciativa más que en sus temas: la incertidumbre y la vacilación que producen los relatos fantásticos tienen que ver con la forma en que la historia es contada.
Cuando el narrador presenta la Fortaleza, por ejemplo, su descripción se carga de ambigüedades y vacilaciones: la percepción del tamaño de las murallas y los cuarteles se altera conforme pasa el tiempo, los sonidos de la noche confunden a Drogo y lo hacen pensar en voces que surgen de la montaña y todo el ambiente comienza a influir de forma extraña en los ánimos del protagonista. El narrador incluso llega a mencionar que la Fortaleza tiene un influjo hechizante e hipnótico sobre Drogo, aunque no logra precisar qué es lo que lo produce. La ambigüedad de la percepción y de las descripciones de la Fortaleza hacen vacilar al lector, quien no termina de comprender si tan solo se trata de la percepción alterada del protagonista, o si efectivamente existe algo sobrenatural en la Fortaleza.
Sin embargo, en este caso no importa la dimensión sobrenatural, sino que la vacilación surge de la tensión que existe entre los hechos concretos y explícitos que suceden a Giovanni Drogo y la alegoría que compone el trasfondo simbólico de la obra. Así, toda la dimensión inverosímil relacionada con la Fortaleza y con la extraña llanura que custodia orientan al lector hacia su interpretación simbólica.
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¿Qué es lo que Drogo espera en la Fortaleza? ¿De qué forma se relaciona este tema con el paso del tiempo?
Al igual que muchos otros de los oficiales que han caído bajo el influjo de la Fortaleza, Drogo pasa los años esperando que suceda algo que justifique su vida como militar al servicio de aquel cuartel: una invasión, una guerra con los tártaros, una mínima batalla, aunque sea, que lo reivindique como militar y le demuestre que todo el tiempo confinado en aquel lugar tuvo un sentido.
De esta forma, la espera se convierte en uno de los temas principales de la novela y, por medio de la alegoría, se revela como la condición inherente a la vida humana: existir es estar en el mundo e implica una constante proyección hacia el futuro. Los hombres esperan porque tienen expectativas y esperanzas de que algo va a suceder para justificar sus existencias en un mundo que carece de significados.
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¿Qué relaciones se establecen entre el existencialismo filosófico del siglo XX y la novela?
A grandes rasgos, el existencialismo es una corriente filosófica que expresa la angustia del ser humano frente a la crisis de la civilización occidental y de todos sus valores. En el contexto de las grandes guerras mundiales, los existencialistas exploran la angustia inherente a la existencia humana en un mundo que carece de sentidos, cuyas instituciones morales y culturales no han podido evitar el exterminio masivo de grandes poblaciones.
Con estas grandes premisas de fondo, el concepto de temporalidad también es revisado por los filósofos. Heidegger es uno de ellos y postula que la existencia humana es pura temporalidad, es decir, que el ser existe como parte del mundo y está determinado y limitado por el paso del tiempo. Así, la existencia es un acto en constante ejercicio que orienta al ser humano hacia su potencialidad en un tiempo futuro. Esta proyección es la que empuja al hombre a esperar y basar su existencia en las expectativas de lo que pueda suceder en el transcurso temporal, y es lo que se comprueba en El desierto de los tártaros: Giovanni Drogo se queda en la Fortaleza con las esperanzas inútiles de que una hazaña militar pueda justificar su vida, algo que, como se comprueba al final de la novela, no sucede.