La publicación original de El Eternauta, entre 1957 y 1959, se realiza en entregas semanales del suplemento de la revista Hora Cero. Su éxito es contundente, al punto de que dos años más tarde sale una edición que recopila la historieta completa en tres volúmenes, y sigue siendo reeditada hasta el presente.
Su renombre se debe, en gran medida, a la originalidad que reviste para los lectores de la época que una historia de ciencia ficción se desarrolle en Argentina. Esta decisión, lejos de ser un aspecto menor de la narración, determina un conjunto importante de referencias y alusiones a espacios, eventos y costumbres del contexto social, político y cultural de la Argentina de mediados de siglo.
Héctor Oesterheld, en ese entonces, es geólogo de formación y escritor por vocación. Una vez finalizadas las entregas de El Eternauta, ilustrada por Francisco Solano López, asume un compromiso político que pronto influye en sus obras posteriores; entre ellas, las biografías de Ernesto "Che" Guevara y Eva Perón. Muchos trabajos críticos se dedican a abordar los vínculos existentes entre El Eternauta y esta militancia posterior del autor. Este análisis crítico, sin lugar a dudas, se origina a partir de la primera edición unitaria que recopila la historieta completa, en 1975, muy próxima al inicio de la última dictadura cívico-militar argentina en 1976.
Como se propone en varias secciones de esta guía, es claro que El Eternauta involucra una mirada crítica de la sociedad de su tiempo, al igual que una porción mayoritaria de las obras pertenecientes a la ciencia ficción. Una de las líneas narrativas posibles al interior de este género es la de la distopía, es decir, que la historia tenga lugar en un futuro apocalíptico, que en gran medida refleja las posibles consecuencias de un mal uso de la ciencia disponible en el presente. En este sentido, El Eternauta propone revisitar, por ejemplo, el uso de bombas atómicas y misiles, así como el posible contacto con vidas extraterrestres.
Ahora bien, en lo que concierne a críticas ideológicas, El Eternauta es, cuanto menos, menos explícito. Es cierto que se hacen varias alusiones a medidas y políticas llevadas a cabo por Juan Domingo Perón durante su primer mandato presidencial, pero normalmente no están acompañadas por juicios valorativos ni tampoco significan motores de progresión narrativa. En general, se suman a las ya mencionadas referencias propias de la época que Oesterheld incluye para generar más cercanía con sus lectores.
Algunos críticos han interpretado que en la metodología de los invasores se cifra una alusión velada al modus operandi de los gobiernos militares argentinos. En tanto ninguno de los enemigos con los que los humanos se enfrentan físicamente desea sinceramente provocarles el mal, se puede pensar que allí Oesterheld estaba reflexionando sobre la idea de la guerra: manos, gurbos, hombres-robots y cascarudos únicamente responden a los designios de seres superiores que los controlan.
Lo cierto es que en 1969, Héctor Oesterheld, esta vez con Alberto Breccia como dibujante, comienza a publicar una reversión de El Eternauta. En esta historieta, las ambigüedades ideológicas no tienen lugar: hay una marcada crítica a las potencias mundiales que traicionan a los países tercermundistas para negociar con los invasores. Esta versión es acorde a la adhesión política más marcada del autor. Lo curioso es que, como su antecesora, se lanza semanalmente, pero esta vez en una revista ajena al mundo de las historietas, Gente. En Argentina, históricamente, Gente está vinculada al periodismo de la farándula.
El Eternauta de 1969 nunca se concluye, en parte por esta incompatibilidad con el contenido regular de la publicación, y en parte por la disconformidad que genera para el gobierno de facto de ese momento, presidido por Juan Carlos Onganía. Oesterheld retoma las aventuras de Juan Salvo en la publicación de El Eternauta II, nuevamente junto a Solano López, a partir de 1976. En esta secuela, tal como sucede en la reversión son Breccia, la militancia peronista de Oesterheld influye directamente en la narración. Por el grado de contenido político de esta obra y por la militancia del autor, Oesterheld guiona esta secuela desde la clandestinidad, llegando a dictar los diálogos desde teléfonos públicos.
Al año siguiente, el autor es secuestrado por las fuerzas represoras de la última dictadura cívico-militar argentina, y continúa desaparecido hasta la actualidad.