Resumen
El cabo de la resistencia informa que ya pudieron reunir treinta soldados y un gran equipamiento de armas. El jefe de la columna les pregunta si tienen experiencia militar, y Favalli señala a Juan: “es subteniente de la reserva, y es un tirador de primera” (p.83). Así, Juan queda al mando de los sobrevivientes civiles, y recibe la designación de cabo.
Junto con el cabo que los fue a buscar al chalet, Amaya, Juan habla con doce civiles. Los militares los proveen de trajes. Alguien de la columna le pregunta el nombre a Juan: es un historiador, Ruperto Mosca, que quiere registrar el ataque. “¿Se da cuenta usted, señor, que estamos viviendo horas históricas? ¡Las generaciones futuras no se cansarán de estudiar cuanto hagamos!” (p.84).
Juan y Amaya se quedan con los civiles, y Favalli se convierte en asesor del Mayor que dirige la fuerza. El Mayor, inesperadamente, resuelve designar a Juan como teniente al mando de todos los milicianos y le comunica el plan de ataque. El plan incluye que Juan vaya con los milicianos delante de todo: “Ahora comprendí la razón del súbito ascenso. De todos los efectivos de que disponía el Mayor, mis milicianos y yo éramos los menos imprescindibles” (p.86). Entre los hombres que conforman la división, uno le llama la atención a Juan por tener un traje perfecto y ser muy joven. Se trata de Alberto Franco, un fundidor.
Empiezan a avanzar para poner en marcha el ataque. El historiador Mosca lo registra como “‘Primer combate de la avenida General Paz’” (p.87). A la altura del puente del tren General Belgrano ven unas sombras. El tanque que va delante de ellos abre fuego, pero pronto es capturado por el mismo rayo que hizo caer los aviones. Sucede lo mismo con el segundo tanque que empieza a disparar.
Los soldados se guarecen en el terraplén y, desde allí, Franco y Juan ven por primera vez a los invasores, que son monstruosos y hacen sonidos como chirridos. Guardan similitudes con insectos gigantes, con forma de escarabajos. Juan planea un ataque colectivo, porque “los invasores, desconocedores sin duda de la guerra terrestre, estaban apostados en un lugar muy mal elegido” (p.93). Favalli no está de acuerdo, pero se resigna ante la voluntad mayoritaria, que avala el accionar que propone Juan.
Aunque el tiroteo aniquiló a los enemigos, Amaya se percata de que el peligro vuelve a acecharlos: muchos de los invasores se refugiaron en la pileta de la rotonda de la General Paz durante los disparos y empiezan a salir en contraataque. Los humanos retoman fuego, pero enseguida divisan, a lo lejos, que otros cascarudos están instalando un nuevo aparato lanzarrayos. Favalli y Franco logran destruirlo operando otro lanzarrayos más lejano.
Fuera de peligro, Favalli examina los cuerpos de los invasores: “casi seguro que estos ‘cascarudos’, como les llama el cabo Amaya, son algo como los insectos del planeta que nos invade (...). Son robots vivientes, manejables desde lejos por órdenes captadas por estos receptores” (p.99). Mosca está extasiado por haber presenciado semejante acontecimiento.
Los soldados avanzan con paciencia por las calles de Buenos Aires, con el lanzarrayos de los cascarudos secuestrado. El Mayor planea implementar una idea que propuso Favalli: ocupar la cancha de fútbol de River Plate para utilizarla como base de operaciones. Su ubicación periférica es perfecta para este fin, y las tribunas de cemento pueden funcionar como protección de los rayos de los cascarudos.
En el camino hacia el estadio, se les unen obreros de una fábrica de productos químicos. Su líder, Medardo Sosa, se incorpora a la columna de Juan Salvo junto con sus compañeros. Favalli reflexiona sobre el cambio de actitud que tienen los hombres entre sí ahora que saben que enfrentan a un enemigo externo.
Frente a la cancha, distinguen que seis cascarudos se asoman por encima de las tribunas y les disparan hasta exterminarlos. Juan, Medardo y Franco se abren paso junto al tanque y logran imponerse ante manadas de cascarudos. Establecen que han conquistado el estadio.
Análisis
Con la integración de Juan, Favalli y Pablo a la resistencia, se pone de relieve uno de los temas principales de El Eternauta: la conscripción. La organización y la camaradería entre los soldados es clave para su supervivencia, y está a la base de la representación del “héroe colectivo”, aspecto señalado tanto por la crítica como por el mismo Oesterheld. Esa imagen de Juan Salvo en su traje, que analizábamos en la sección anterior, pierde parcialmente el aspecto singular para dar cuenta de la ausencia de un héroe único, un "elegido", para salvar el mundo. Juan Salvo y todos los hombres que lo acompañan son hombres comunes: ninguno está más o menos preparado para combatir una invasión alienígena. De hecho, que el Eternauta se llame justamente "Juan" lo inscribe en una tradición de hombres comunes: los "Juanes" típicamente responden a estereotipos universales. Lo que El Eternauta tematiza, en este sentido, es que ninguno de ellos destaca por sí mismo, sino que es solo a partir de la acción colectiva que se pueden llegar a vislumbrar avances y logros. Este aspecto gana potencia visual en tanto todos los miembros de la resistencia visten trajes aislantes que, aunque algunos lo confeccionaron de una manera y otros de otra, homogeneizan al grupo y refuerzan que están en pie de igualdad.
Juan percibe, al principio, una diferencia de jerarquía con respecto a la ubicación y a las responsabilidades que el mayor le asigna a él y aquellas que le asigna a Favalli. Esto coincide con una advertencia que Lucas le dio poco antes de morir: Favalli tiene “demasiadas ideas para todo” (p.55), y el resto de los sobrevivientes son prescindibles en relación con él. Sin embargo, el hecho de que Juan sea designado cabo le da posibilidad de conocer a Ruperto Mosca, un entrañable historiador que funciona como alivio cómico del relato, y a Alberto Franco.
Franco, el fundidor, captura la atención inmediata de Juan. Cuando le pregunta cómo se salvó, sorprendido por lo prolijo de su traje, Franco responde: “Usted sabe, yo leo mucho… Novelas, historietas del futuro, de ficción científica” (p.87). Aquí hay un comentario metaficcional: queda claro que Franco pudo salvarse por el conocimiento que recopiló leyendo historietas, justamente, como El Eternauta. Esos saberes lo prepararon para enfrentarse a la invasión. El hecho de que sea un muchacho joven resalta aún más esta relación, ya que, en general, las historietas apuntaban a un público de sus características.
En esta parte se da el primer encuentro entre hombres e invasores. El ataque de la resistencia se planifica de acuerdo a estrategias bélicas humanas, ignorando las armas del enemigo. Este desconocimiento hace que, por ejemplo, no puedan prever que los tanques serán destruidos por lanzarrayos.
Juan y Franco son los primeros que ven a los cascarudos, suerte de escarabajos de tamaño humano, que causan un gran rechazo entre los soldados. Además de su forma de insecto, los humanos aborrecen sus costumbres: “Se devoran entre ellos. Eso los pinta de cuerpo entero” (p.94). A pesar de que no oponen mucha resistencia en el primer combate, los soldados les disparan cuando ya están muertos: “Seguimos descargando las armas contra los invasores; fue la nuestra una reacción análoga a la que nos hace pisar varias veces una araña ya aplastada” (p.96). Luego, Favalli descubre que, en realidad, se trata de robots, pero queda instalado el asco que producen los cascarudos entre los sobrevivientes.
Esta sensación generalizada marca la primera aproximación a la observación concreta de la vida extraterrestre, uno de los temas centrales de la historieta. La aparición material de los cascarudos concientiza a los humanos de que efectivamente hay otros seres, además de ellos, en la Tierra, y que estos tienen el propósito explícito de destruirlos. Los cascarudos representan una figura de extrema alteridad para los sobrevivientes: no solo son insectos, lo que hace prácticamente imposible empatizar con ellos, y extraterrestres, sino que además son robots. El control sobre lo diminuto de un escarabajo que aparece cristalizado en la acción de "pisar varias veces" que describe Juan Salvo está totalmente invertido en el caso de estos enemigos extraños por partida triple.
Un aspecto saliente de las ilustraciones de los cascarudos es que, a diferencia de los enemigos que aparecerán luego, siempre atacan en conjunto: las viñetas están cargadas de figuras negras ovaladas, lo que brinda aún más la impresión de que la resistencia está ante una plaga de insectos. No hay nunca una ilustración individual o pormenorizada de los cascarudos.
Por fortuna, la resistencia recibe la incorporación de un grupo de obreros, cuya participación es decisiva en la toma del estadio de River Plate. La “ley de la jungla” ya no rige entre los sobrevivientes, que buscan unirse para acrecentar las oportunidades de victoria frente a la invasión.