El eternauta

El eternauta Resumen y Análisis Séptima parte

Resumen

Juan, Favalli y Pablo regresan al chalet de Vicente López acompañados por Mosca y Franco. Juan descubre que un gurbo está destrozando su propiedad, y Elena y Martita yacen tendidas en el jardín. Mientras Juan abraza sus cuerpos, los otros comienzan a dispararle a la bestia, que repentinamente cae. Favalli registra que lo que la tumbó fue un tiro que vino desde la esquina, donde divisan la silueta del mano. Abrazando los cuerpos de su mujer y su hija, Juan se da cuenta de que están desmayadas, no muertas.

Toda la comunidad ingresa al chalet. El gurbo se había acercado después de la explosión, embistió con Elena y Martita, y el golpe les hizo perder la conciencia. Favalli, preocupado por un posible retorno de los Ellos, insiste en que tienen que emprender un viaje al norte para compartir la información con las fuerzas que atacaron la invasión. Sus justificaciones son interrumpidas por Pablo, que desde la ventana ve al mano que los ayudó caminando hacia el chalet. Antes de llegar a la puerta aparecen unos gurbos, a los que derriba fácilmente con un proyectil de su cinturón.

Con la intención de darle la bienvenida al mano, Juan va hacia la puerta. Cuando está a punto de abrirla, Favalli le grita que no lo haga: desde la ventana se puede ver que vuelve a nevar. El invasor que creían amistoso cae ante sus ojos: “Allí estaba el ‘mano’, muerto. Y muerta con él la alegría del reencuentro, de lo que creíamos la victoria con el invasor” (p.310).

Todos los sobrevivientes cierran los espacios por donde podría entrar la nieve radioactiva: “ya nos conducíamos como los veteranos que éramos” (p.311). Fabrican nuevos trajes. A la mañana siguiente escuchan un ruido en el piso de arriba. Revisan las habitaciones pero no encuentran nada, por lo que Favalli se pregunta “¿Será posible que los Ellos sean invisibles?” (p.317). Mosca identifica que el ruido, para la sorpresa de todos, viene de la radio, que nunca dejó de funcionar.

Favalli empieza a mover el dial de la radio y encuentra que las distintas estaciones repiten la palabra “atención” en diferentes lenguas. Las voces humanas les devuelven la esperanza a los sobrevivientes: “la trasmisión de la radio demostraba que no estábamos solos” (p.319). Nuevamente, el Eternauta aparece frente al guionista. Hace una pausa y menea la cabeza, como diciéndose "¡qué tontos fuimos!" (p.320).

La emisora transmite un mensaje del comité unido de emergencia del hemisferio norte. Celebran la caída del núcleo invasor y comunican que consiguieron frenar la nevada mortal en varias zonas. En esos puntos se organizan ejércitos y provisiones. A continuación listan los asentamientos en Argentina. El más próximo a Vicente López es en Pergamino, una localidad al noroeste de la provincia de Buenos Aires.

Por el nivel de detalle de las descripciones, la familia Salvo y sus compañeros eligen confiar en esta nueva oportunidad. “Comenzó para nosotros el mejor momento desde que se desencadenó la invasión” (p.322), afirma el Eternauta frente al guionista, y una vez más hace una pausa.

Análisis

El regreso al lugar donde se origina la acción no puede ser más atroz para nuestro protagonista, Juan Salvo, que ve a su mujer y a su hija siendo atacadas por un gurbo. Si bien a lo largo de estas secciones hemos insistido en la construcción del tema del héroe colectivo en su narración, dado que todo el relato de la invasión tiene su voz en primera persona, también como lectores podemos acceder a los pensamientos íntimos de Juan, y en ellos recurre la preocupación constante por su familia. Encontrarlas inconscientes significa para él la concreción de su pesadilla, y se entrega a la tragedia, dejando en manos de sus compañeros el combate con el gurbo.

Para Juan, la vulneración de Elena y Martita constituye un golpe emocional en sí mismo, pero, además, Juan Salvo se siente profundamente herido por no haberlas protegido como el hombre del hogar que es. No olvidemos los Salvo son una familia que reproduce los valores heteronormativos, es decir, Elena es la mujer que se preocupa por la casa, la comida y las tareas normalmente "femeninas" que Juan no está dispuesto o no sabe hacer (más tarde dirá, confeccionando trajes: "la costura fue siempre tarea demasiado pesada para mí", p.312), mientras que él mantiene sus hobbies varoniles y el juego con sus amigos varones en buhardilla y, claro está, se une a la resistencia armada. Además, si bien, nuevamente, él no es el único héroe de El Eternauta, opera como condicionante también su propio nombre, Salvo. Nada pretende más Juan Salvo que salvar a su familia, y esta escena representa la mayor pérdida para el personaje.

El héroe anónimo que derriba a la bestia venía siguiendo a los sobrevivientes desde que abandonaron la capital. Poco después, los sobrevivientes comprueban que es un mano que busca establecer un contacto con ellos, pero lo interrumpe el regreso del arma más ubicua de los invasores: la nieve radioactiva.

Este es el tercer y último mano con el que interactúan los protagonistas en la Tierra. Resulta interesante ver cómo la actitud de los humanos hacia estos alienígenas va cambiando progresivamente: en este punto, ya estaban dispuestos a confraternizar con él. En los términos de la crítica a la división de la lucha de clases que señalábamos en secciones anteriores, este es el momento más claro de una voluntad mutua de unión entre los oprimidos. Los humanos ya son plenamente conscientes de que los manos son la única especie con la que se puede dialogar y, por ende, que les puede dar más información sobre los Ellos.

La situación a la que se enfrentan los humanos en el chalet es muy similar a la del comienzo de El Eternauta: nuevamente, se encuentran asegurando la hermeticidad del chalet y administrando sus provisiones. Se reinstaura con fuerza el tema de la reclusión, aunque aquí la comparación ya explorada con Robinson Crusoe pierde fuerza: ya no tienen un total desconocimiento de lo que sucede afuera. El refugio doméstico aparece aquí, entonces, necesario, porque deben guarecerse de la nieve, pero ahora es definitivamente más comprensible. Sin embargo, justamente por tener mayor conciencia del peligro total al que se enfrentan, Juan sufre algunos episodios de paranoia que antes no sufría. En estos deslices del personaje también se puede leer la evidencia de que ya no son la comunidad robinsoniana del inicio.

A su vez, el conocimiento que ahora tienen de lo que sucede hace que los otros personajes normalicen situaciones que antes hubieran despertado preocupación: Elena le responde a un Juan, preocupado por un temblor: "¡No te preocupes, Juan! ¡Es algún 'gurbo' que pasa cerca! Siempre mueven todo cuando pasan..." (p.325). De alguna forma, entonces, a partir de esta nueva estadía en el chalet, los sobrevivientes conciben que podría volver a instalarse algún tipo de cotidianeidad a pesar de que los efectos de la invasión todavía sean sensibles en su contexto. Esta pretensión de normalidad se profundizará poco más tarde cuando, durante los preparativos del viaje, Favalli, Franco y Pablo le regalen a Elena un ramo de claveles. La promesa de felicidad, igualmente, ya pierde validez cuando el Eternauta, en el relato marco, se lamenta por haber creído en el anuncio radial.

El ruido que escuchan en el piso superior parece no tener fuente. En este aspecto se sustenta una de las consideraciones críticas más importantes de la historieta: que los Ellos son, como propone Favalli, invisibles. Esta afirmación es consecuente con que, por ejemplo, no fueran posibles de identificar en la Plaza del Congreso. La invisibilidad, paradójicamente, contrapone a los Ellos con el último tipo de enemigos que descubrieron los humanos, los gurbos, pero comparten con ellos un aspecto central y profundamente desalentador: su inmunidad. El hecho de que los Ellos sean invisibles los vuelve, materialmente, invencibles, ¿cómo se puede luchar contra lo que no se puede ver? En este punto, vale también la reflexión sobre el procedimiento de la vacilación en la mostración de los enemigos: si nunca pueden aparecer concretamente, ni total ni fragmentariamente, la vacilación no tiene solución posible. Los humanos no pueden saber jamás si se hallan en presencia o no de los Ellos, y no continúan estas hipótesis porque los sorprende el ruido de la radio.

Aunque los sobrevivientes concluyen que los sonidos extraños vienen de la radio, esto no es completamente compatible con las primeras descripciones que hacen de los ruidos. Una vez que suben al altillo, el ruido empieza a asemejarse al de una voz humana, pero antes escucharon "un ruido violento, como si un mueble fuera arrastrado" (p.313), "con mucho de rugido" (p.314), "como un lamento agudísimo que taladraba los oídos" (p.314). Es posible que estas primeras descripciones en realidad se refirieran a una parte de la transmisión radial de la tortura de los humanos que luego dieron el anuncio. Sin embargo, el grado de detalle con el que se narra su surgimiento difiere en gran medida de las alusiones que luego se hacen de los sonidos cuando identifican que vienen de la radio. Por lo tanto, parece más factible que, de hecho, hubiera enemigos en el chalet de los Salvo, aunque invisibles, que fueron los responsables de los sonidos iniciales. Luego, esos sonidos se mezclaron con el zumbido de la radio, y más tarde el anuncio provocó el olvido de las hipótesis sobre el origen de los ruidos violentos iniciales.

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