¿Por qué esperarlo todo de afuera? ¿Acaso no podemos socorrernos a nosotros mismos?
Si bien al principio Favalli confía en que llegarán refuerzos para socorrer a las víctimas sobrevivientes a la nevada, pronto apuesta por liderar los esfuerzos de la comunidad del chalet para garantizar la protección y el aprovisionamiento. Esta actitud pragmática y calculadora de Favalli es determinante para asegurar el bienestar de sus amigos. A su vez, en este momento asume un compromiso con la autogestión que lo convierte en el faro de un conjunto de personas desesperadas. Esta predisposición, de alguna manera, se consagra poco después, cuando se convierte en el asesor del Mayor de la resistencia.
¿No se te ha ocurrido, Juan, que Favalli nos tiene en su poder? ¿Que él sabe tanto de todo y nosotros tan poco de todo, que nos tiene a su merced? ¿Por qué un hombre como él, cuando la casa esté bien llena de todo, va a compartir la vida con nosotros? ¿No se te ocurre pensar que cuando ya no le seamos útiles, se las arreglará para eliminarnos? ¡Es tan fácil matar a uno ahora! Basta con no sopletear debidamente el garaje. O con hacer un pequeño tajo al traje aislante… En seguida un copo se colará dentro, y listo…
En esta cita, Lucas expone la situación de inferioridad que siente respecto de Favalli. En la primera parte de El Eternauta, también llamada “la parte de los Robinsones”, la comunidad que sobrevive en el chalet de la familia Salvo se organiza bajo las direcciones de Favalli, el profesor de física que estaba jugando al truco con sus amigos cuando comienza la nevada mortal.
De los cuatro amigos que jugaban al truco, Favalli toma el mando porque es quien posee más conocimientos en lo que respecta a la protección hermética. Polsky es el primero en morir, mientras que Lucas y Juan se dedican a confeccionar los trajes. Como la situación representa un desafío para todos, Lucas considera que Favalli está utilizando a sus amigos para aprovisionarse, y que luego se deshará de ellos.
Juan no da crédito a esta teoría cuando Lucas se la comparte, camino a la farmacia, pero le siembra dudas sobre las verdaderas intenciones de Favalli. Este pensamiento vuelve a aparecer más tarde, cuando, al ingresar a la resistencia, Favalli asesora al mayor, mientras Juan es el teniente de los civiles que van primeros en el ataque.
Todos parecían curiosamente anónimos detrás de las máscaras. Algunos serían hombres de negocios, otros serían obreros, otros jubilados.
Juan Salvo se une a la resistencia militar hacia el final de la primera parte, cuando Pablo guía a los soldados hacia su chalet. Junto a Favalli, entienden que si se agrupan con otros hombres organizados, las posibilidades de generar un cambio sobre su realidad apocalíptica son mucho más grandes.
Con este pensamiento, que se expresa como parte del monólogo interno de Juan, cobra protagonismo la pregnancia visual de los trajes aislantes. De la misma manera en que los uniformes militares brindan una idea de homogeneidad cuando se observa un cuerpo de soldados, aquí son los equipos fabricados artesanalmente los que ponen en pie de igualdad a los hombres.
Por otro lado, esa homogeneización está también al servicio de uno de los temas principales de El Eternauta: la idea del héroe colectivo. Dado que ninguno de los milicianos de la columna estaba necesariamente preparado para una invasión alienígena, su potencial para devenir salvadores es idéntico. Esto se verifica cuando los soldados se ponen en acción, puesto que las propuestas y decisiones con las que vencen a los enemigos no están concentradas únicamente en Juan Salvo.
Es tanto lo que ha pasado, que me cuesta ser el mismo de siempre. Me parece ser otro, que todo esto lo está viendo otro, no yo…
Este pensamiento está presente en las cavilaciones de Juan cuando los soldados ya están asentados en el estadio de River Plate. A pesar de que, a lo largo de la narración, las referencias temporales se diluyen, por lo que no es claro cuánto tiempo pasa entre cada evento, se podría deducir que, en este momento, hace apenas un día que comenzó la nevada. El gran caudal de sucesos lo descoloca, y, sobre todo, la gravedad de los mismos le genera una especie de desconocimiento de sí mismo.
Cabe también resaltar que, si bien en este fragmento no se hace una mención explícita al relato marco, toda la historia de la invasión está siendo narrada por Juan ante el guionista de historietas. En este sentido, al interior de la historieta, de alguna manera alguien distinto de Juan (el guionista) está "viendo" lo que le pasó, porque él se lo está narrando con lujo de detalles. En un análisis que apele a los elementos externos a la ficción, ese "otro" que está viendo es también un potencial lector. Teniendo en cuenta que se trata de una historieta y que las descripciones están prolijamente ilustradas, el sentido pleno del verbo "ver" adquiere aquí esa resonancia.
Los ‘manos’ somos la peor especie de esclavos… Esclavos por el terror… Nuestra única compensación, nuestro único lujo es, cuando ya nos sabemos en brazos de la muerte, desobedecemos las órdenes de Ellos, traicionarlos, y morirnos libres… Compensación bien pobre, por cierto…
En este fragmento de la conversación que tienen Juan, Franco y Favalli con el mano del subterráneo, el extraterrestre reflexiona sobre la situación de sumisión en la que se encuentra su especie. En ese mismo momento, el mano está haciendo uso de ese "lujo" que describe: traicionar a los Ellos, compartiendo información con los humanos.
La esclavitud de los manos, a diferencia de la de los cascarudos, los hombres-robots y los gurbos, es una esclavitud consciente. Esto significa que los manos tienen presente constantemente que están actuando en contra de su voluntad, sirviendo a los designios de los Ellos. Sin embargo, cualquier acción que pretenda restaurar la paz y el modo de vida originario de los manos está acompañada por el temor por las represalias que sus conquistadores puedan ejercer. Ahí es donde entra esa suerte de teledirector fisiológico que los Ellos les insertaron a los manos, las glándulas del terror, que matan inmediatamente a sus portadores en cuanto estos perciben el miedo.
Solo en el lapso de tiempo entre el inicio de la segregación y la muerte definitiva los manos pueden expresarse libremente. La información más fidedigna sobre los invasores es asequible gracias a que Juan y sus compañeros pueden estar presentes en dos de estas situaciones.
Sí. Allí, estaba el cuartel general de la invasión. ‘Cascarudos’, ‘manos’, ‘gurbos’, embalados en extrañas envolturas transparentes, de allí iban saliendo para formar las unidades de combate. Aparatos extraños, absurdos, estiraban a la noche antenas de metales desconocidos: luces de colores cambiantes se apagaban y encendían. Y allí, abarcando en parte la fuente del monumento a ‘los dos Congresos’, resplandecía un domo irisado. Una especie de cúpula que se expandía y se contraía rítmicamente como un corazón: el corazón de la invasión. Allí dentro estaban los Ellos, sin duda.
Esta cita acompaña una viñeta que ocupa toda la página, en la que Solano López ilustra con detalle la base de operaciones instalada en la Plaza del Congreso. En la zona inferior están Favalli, Franco y Juan, con los teledirectores atados en sus cuellos, contemplándola. Una pequeña viñeta en el extremo inferior derecho retrata el rostro furibundo de Juan Salvo.
En este momento climático de la historieta, los protagonistas llegan por fin al núcleo de la invasión, donde todos sus enemigos están reunidos. Allí también están concentradas las misteriosas máquinas alienígenas, cuyo funcionamiento fueron adivinando a tientas cada vez que las veían en marcha. No obstante, lo que ocupa el centro de la imagen y figura al final de la descripción de Juan Salvo es el mayor foco de atención de este fragmento: la cúpula resplandeciente.
La metáfora contenida en "el corazón de la invasión" toma un carácter literal en tanto se describe cómo se contrae y expande. A esta altura de los acontecimientos, ya es claro, para personajes y lectores, también, que la invasión entera depende de los seres que habitan ese edificio, los Ellos, por lo que la figura del corazón es válida incluso en términos estructurales.
No fue un combate. Ni tiempo les dimos de apuntar, pero no pensábamos lo que habíamos hecho. Total ellos ya no eran hombres, eran simples cuerpos sin inteligencia, esclavizados a los ‘manos’. Además, no era momento de compasiones...
Esta cita remite al tema de la esclavitud, al igual que una cita anterior que reproduce el diálogo con el mano del subterráneo. En este caso, Juan Salvo se está refiriendo al combate entre él, Franco y Favalli, y los hombres-robots que los atacan en la azotea frente a la Plaza del Congreso.
A diferencia de los manos, tal como Juan lo expone aquí, los hombres-robots no tienen conciencia. Son un eslabón más en la cadena de esclavitud que termina en los Ellos, pero responden a los manos. A pesar de que los llaman "hombres-robots", también queda claro aquí que son más robots que hombres, es decir, que al haber perdido la inteligencia y la agencia, se convirtieron en puras máquinas. Los sobrevivientes luchan contra ellos como lucharon contra gurbos, cascarudos y otros robots: asumiendo la deshumanización absoluta.
—¿Será posible, Fava, que allá arriba, en el norte, estén ya tan organizados como para hacer un llamado a todo el mundo?
—Sí, Juan… No hay otra explicación… No debes de olvidar que allá han contado siempre con medios técnicos muy superiores a los del resto del mundo… Es evidente que están tratando de lanzar un mensaje en escala mundial.
Este intercambio entre Juan y Favalli sucede justo antes del anuncio radial sobre las zonas libres de nevada, durante la segunda estadía en el chalet. Hasta ese momento, lo que la comunidad había logrado escuchar es que se repetía la palabra "atención" en distintas lenguas, en diferentes frecuencias.
Inmediatamente, Favalli supone que se trata de un mensaje de las potencias del hemisferio norte. En la explicación que brinda en esta cita se puede leer una asunción típica del género de la ciencia ficción: los países desarrollados cuentan con más y mejores recursos para lidiar con una invasión extraterrestre. En parte, este prejuicio se debe a que justamente ese es el territorio predilecto de las narrativas de este género. Como se señala en otras partes de esta guía, uno de los gestos más originales de El Eternauta es relocalizar el escenario de las historias de ciencia ficción.
En la medida en que luego se comprueba que la transmisión era parte de una trampa, esta convicción de Favalli puede ser cuestionada. En la reversión de El Eternauta de 1969, dibujada por Alberto Breccia, los países de América del Norte tiene un protagonismo más marcado en tanto antagonistas, una visión compatible al creciente compromiso ideológico de Oesterheld.
Vaga la mirada, algo incierto en el paso, la expresión ausente, pasaron delante nuestro los hombres-robots. Entre ellos pasaron Favalli, Mosca, Franco, Pablo... También con la mirada apagada, con el paso incierto, con la expresión muerta... Lo mismo que los demás hombres-robots también ellos apretaban con fuerza el fusil que a la vez era el teledirector...
Esta descripción de Juan Salvo tiene lugar luego de que acontece "lo más espantoso que pudo ocurrir" (p.350): sus amigos son capturados y convertidos en hombres-robots. En la primera oración, Juan detalla la apariencia y los movimientos de los autómatas. Luego, reproduce esos mismos caracteres para hablar de sus amigos. Resulta interesante señalar que se rehúsa a decir directamente que ellos son hombres-robots. Hay una resistencia del narrador a hablar de ellos en esos términos, porque no puede aceptar que han sido vencidos. Sus grandes compañeros de lucha cayeron, y eso significa una tragedia inigualable, en la medida en que se instala en la historieta la idea del héroe colectivo. Solo él, entre todos los hombres que conformaron la resistencia, puede intentar salvar el mundo.
Tienes mucho que aprender, Juan Salvo… Tienes que aprender que en el universo hay muchas especies inteligentes, algunas más, otras menos que la especie humana. Que todas tienen algo en común: el espíritu…
El mano del Continum 4, "una especie de filósofo, de fines del siglo XXI" (p.15), según lo llama el Eternauta, es el responsable de explicarle a Juan Salvo dónde está una vez que abandona el espacio-tiempo de la Tierra, hacia el final de la historia. Al igual que el primer mano con el que Juan habla, en el pabellón de Barrancas de Belgrano, este hace hincapié en que la humanidad ignora la existencia de muchas otras criaturas que viven en el universo, y que no todas comparten el mismo grado de desarrollo e inteligencia.
La novedad que introduce este nuevo mano es el énfasis en la noción de espíritu como el elemento que comparten todos los seres del cosmos. Asimismo, establece que el hecho de que exista el espíritu y esté presente en todo ser garantiza un sentimiento de solidaridad por sí mismo. Esta consideración permite revisar los vínculos entre especies a lo largo de El Eternauta y, sobre todo, volver sobre el tema de la esclavitud: los invasores, con la excepción de los Ellos, no tienen una naturaleza destructora y bélica. El espíritu es, entonces, la clave para la consecución de la paz y, en definitiva, un instinto universal.