Resumen
Esta historia se desarrolla durante la llamada Guerra Cristera, sucedida entre 1926 y 1929. Está contada en tercera persona por un narrador omnisciente que describe la huida de un soldado cristero, Feliciano Ruelas, de una exitosa emboscada de las tropas federales.
El relato comienza con Feliciano preguntando a sus dos compañeros por qué caminan tan despacio, advirtiéndoles que si siguen a ese ritmo les dará sueño. Los otros dos hombres responden que quieren llegar a su destino al amanecer. El narrador cuenta entonces que estas fueron las últimas palabras que Feliciano oyó decir a sus acompañantes, aunque solo lo recordaría después, al día siguiente. Añade que los hombres se habían negado a parar a descansar, pues insistían que era mejor viajar en la oscuridad porque así no serían vistos.
Feliciano se adelanta entonces a sus dos compañeros, y sintiendo cómo el sueño recae sobre él, se apoya en un tronco y se queda dormido. Se despierta horas más tarde, con los gritos de unos arrieros que atraviesan el camino y lo saludan. Feliciano no les responde y se levanta rápidamente, para abandonar el camino. Comprende que debería haber atravesado la sierra de noche, para evitar a los vigías, y asume que ahora ya se sabrá de su presencia allí. En efecto, cree escuchar que unos arrieros hablan de él y del pesado armamento que lleva, razón por la cual decide abandonar todas sus armas, para andar más rápido y pasar desapercibido.
Pronto ve la llanura delante de él y piensa que sus compañeros deben estar ahí afuera, descansando ahora, sin preocupaciones. Baja el cañón hasta la llanura y, una vez allí, se acerca a las casas de Agua Zarca y espía los ruidosos movimientos de los soldados que se calientan junto a las hogueras. Entonces ve allí colgados de un árbol a dos hombres, y descubre que son sus tíos, Tanis y Librado, aquellos que se le habían adelantado.
Feliciano escucha desde su escondite que alguien pregunta por qué aún no han bajado a los dos hombres, y otro hombre responde que están esperando que llegue el tercer hombre que dicen que iba con ellos dos. Dice que se trata de un muchacho joven, pero que sin embargo fue quien tendió la emboscada al teniente Parra y acabó con sus hombres. Si no llega a aparecer, han decidido matar a cualquier otro hombre, para cumplir la orden.
Feliciano se arrastra entonces hasta la orilla del arroyo, donde comienza a correr, huyendo por la hierba alta. Se detiene recién cuando no ve más agua, y respira profundo, temblando del susto.
Análisis
“La noche que lo dejaron solo” se destaca por ser el primer relato en la colección que trata el tema de la Guerra Cristera, que tuvo lugar en México desde 1926 a 1929, luego de acabada la Revolución mexicana (1910-1920). La Guerra Cristera fue un periodo de conflicto entre el gobierno de Plutarco Elías Calles y las milicias católicas, las cuales se resistían a la aplicación de una ley que restringía los derechos de la Iglesia católica en la nación, durante el gobierno revolucionario. Los personajes de Feliciano Ruelas y sus dos tíos son cristeros que llevan consigo un armamento y se dirigen a la sierra, a reunirse con un grupo de cristeros, pero lo hacen a hurtadillas, tratando de no ser reconocidos por los soldados que los persiguen.
El movimiento cristero estaba liderado por sacerdotes católicos, y luchaba en nombre de Cristo. Esto es algo que se ve en el cuento, cuando el cristero Feliciano Ruelas se dispone a gritar, como un modo de resistencia, “¡Viva Cristo Rey!” (114). El conflicto terminó siendo resuelto diplomáticamente, justo cuando la balanza se inclinaba a favor de los cristeros. Pero el cuento de Rulfo retrata el momento en que se desarrolla la Guerra, y cómo los cristeros son perseguidos y ajusticiados por los soldados federales.
La Guerra Cristera es un tema de especial interés para Rulfo porque su familia perdió gran parte de sus bienes económicos tanto en este conflicto como en la Revolución. Además de perder a su padre y a su madre durante la Guerra Cristera, quizá no sea irrelevante para el análisis de esta historia que dos de sus tíos murieran en 1928, si bien ninguna de las muertes de la familia estuvo vinculada con esta guerra.
En "La noche que lo dejaron solo", el contexto político vuelve a situar a los protagonistas huyendo para salvar sus vidas. Sin embargo, a diferencia de otros cuentos como “El hombre”, “¡Diles que no me maten!” o “En la madrugada”, en los que la muerte acechaba hasta por fin recaer sobre los protagonistas, aquí Feliciano logra escapar de ella, para sorpresa del lector. Rulfo cultiva una sensación de temor a medida que avanza "La noche que lo dejaron solo" y presentimos que Feliciano ha cometido un error fatal al quedarse atrás de sus tíos durante la caminata nocturna. De hecho, la muerte es anticipada desde la cuarta línea del relato: "Fue lo último que les oyó decir. Sus últimas palabras" (111). Sin embargo, falta información para asegurar quién es el que muere, pero el lector presume que será Feliciano, a raíz de la decisión imprudente de echarse a dormir: “Era ya de día. Y él debía de haber atravesado la sierra por la noche para evitar a los vigías” (113).
En consecuencia, el lector se ve tentado a anticipar la muerte en todas sus formas posibles: ¿se perderá Feliciano en la noche y caerá por un cañón? ¿Despertará en manos de los soldados? ¿Los arrieros lo entregarán como él mismo sospecha? ¿Será capturado por un soldado mientras espía a sus tíos colgar del árbol? En efecto, el mismo narrador, que narra en tercera persona, pero está focalizado en Feliciano, comienza a reproducir las especulaciones del hombre, que empieza a pronosticar su captura: “Llegarán al primer vigía y le dirán: «Lo vimos en tal y tal parte…»” (114). Sin embargo, irónicamente, la muerte no llega para este joven negligente, que ha decidido desoír el consejo de sus tíos, y, por el contrario, la muerte cae en los precavidos. Así, nos encontramos en esta historia con un tópico muy frecuente de la literatura, que remite al poder igualador de la muerte: esta llega a todos los hombres por igual, hagan lo que hagan para impedirlo, y está fuera de nuestro control.
La imagen de los tíos colgando del árbol, mientras los soldados federales se calientan al fuego y conversan naturalmente, resulta de gran impacto. Nuevamente, la violencia salvaje ha ingresado de manera natural y macabra, y ha significado otra vez la destrucción de una familia. Asimismo, el cuento esboza una crítica a los soldados federales cuando estos aseguran que si el tercer hombre que falta no aparece finalmente, “acabalamos con el primero que pase y así se cumplirán las órdenes” (115). Se sugiere así que el gobierno defiende un discurso vacío y las órdenes que ha dado de capturar a los cristeros no están sostenidas en argumentos sólidos, y, por lo tanto, cualquier muerto servirá para dar la orden por cumplida.