Resumen
La historia comienza con el narrador sorprendido de escuchar unos perros ladrar, luego de haber caminado durante horas sin encontrar un rastro de algo vivo en la llanura. El “Llano Grande” es un territorio totalmente inhóspito donde el suelo está tan seco que se agrieta. Sin embargo, a lo lejos se ve un pueblo.
El narrador explica que él y sus tres compañeros, Faustino, Esteban y Melitón, llevan caminando desde el amanecer y que ya son las cuatro de la tarde. A las once había más de veinte hombres en su grupo, pero al mirar hacia atrás el narrador nota que solo quedan ellos cuatro.
Faustino comenta que puede llover, y los cuatro hombres miran una nube negra con la esperanza de que tenga razón, pero luego vuelven a su silencio, pues hace demasiado calor. De pronto, ven caer una gota grande y gorda, que es absorbida por la tierra, y los hombres se detienen para ver llover, pero no cae ninguna gota más, y la nube se aleja.
El narrador, en su interior, se queja de la enormidad de la llanura y de su inutilidad, mientras retoman la caminata. Recuerda que desde que era niño nunca ha visto llover en la llanura. No hay animales ni pájaros que vivan allí; solo unos pocos árboles y hierbas.
También recuerda que antes los hombres tenían caballos y llevaban rifles, pero que ahora no es así. Piensa que la decisión de los funcionarios del gobierno de quitarles los rifles fue una buena idea, ya que puede ser peligroso ir armado en estos lugares: si uno lleva un rifle, lo pueden matar sin previo aviso. Sin embargo, cree que haberles quitado los caballos fue una mala idea, ya que habrían facilitado el viaje a través de la llanura.
En seguida, el narrador revela que los funcionarios del gobierno les dieron las tierras del Llano Grande, hasta el límite con el pueblo, para que ellos la sembraran. Ellos protestaron porque preferían estar cerca del río, donde las tierras son fértiles, pero los funcionarios dijeron que el asunto no estaba en discusión, y comentaron con sarcasmo que los hombres no deberían tener miedo de poseer una tierra. Luego los hombres se quejaron de que no hay agua en la llanura, y un funcionario respondió que la temporada de lluvias traería mucha agua para el maíz. Ante esa respuesta, los campesinos argumentaron que no crecería el maíz en una tierra tan dura, y la respuesta final del funcionario fue que podían quejarse por escrito, pero que no debían atacar al gobierno que les da tierra, sino al latifundio. Los hombres señalaron que su problema era con el Llano y no con el gobierno, pero el funcionario se negó a seguir escuchando.
Esto es lo que ha llevado a los hombres a cruzar la llanura en busca de tierras de cultivo, pero está claro que no es posible. Ni siquiera los buitres aparecen allí, solo se les ve volar alto y rápido para alejarse lo antes posible. Melitón especula que tal vez podrían correr las yeguas en la llanura, comentario que hace pensar a los demás que está sufriendo una insolación, ya que no tienen yeguas.
El narrador se da cuenta entonces de que Esteban lleva una gallina roja bajo su abrigo y este le dice que la tenía en su gallinero y al abandonar su casa, la trajo consigo para no dejarla sola. El narrador le recomienda a Esteban que la saque de su abrigo para que no se asfixie.
Finalmente los hombres llegan al acantilado y lo descienden en fila india, disfrutando de llenarse de polvo durante el descenso, luego de tantas horas de pisar el llano duro. Al llegar abajo, el terreno mejora, los pájaros sobrevuelan los verdes árboles por encima del río, y ahora pueden oír los ladridos de los perros más cerca. Cuando llegan a las primeras casas, Esteban suelta a la gallina y les dice a los demás que aquí es donde él se detiene y todos comienzan a ir por caminos separados mientras se adentran en el pueblo. El narrador cierra la historia con una simple declaración: "La tierra que nos han dado está allá arriba" (12).
Análisis
Juan Rulfo llevó adelante, a lo largo de su vida, distintas actividades que le permitieron estar en contacto con las problemáticas socio-culturales del espacio rural y de las clases bajas mexicanas, lo cual le ha dado un conocimiento antropológico que luego plasma en sus producciones. Por ejemplo, su trabajo en el Archivo de la Secretaría de Gobernación le permitió viajar por distintas regiones mexicanas, y su labor como agente de migración también le hizo entrar en contacto con las clases bajas mexicanas. En esa misma época, empezó a publicar sus primeros cuentos, en los que se exhibe esa perspectiva antropológica. Los cuentos de El llano en llamas se hacen eco de sus preocupaciones históricas. En ellos se retratan, con mirada crítica, los saldos negativos que dejaron la Revolución mexicana y la Guerra Cristera: las poblaciones arrasadas por la violencia, la muerte y la fragmentación de las familias; la frustración y miseria a la que se enfrentan los campesinos, luego del fracaso de la reforma agraria y la permanencia del latifundio; y el profundo desamparo en que quedan muchos pueblos rurales mexicanos. En suma, la narrativa de Rulfo pone en cuestión ciertos mitos en torno a la Revolución mexicana, por ejemplo, el perfil heroico de los revolucionarios, poniendo así en evidencia que ese proceso histórico, que se pretendía un vehículo de justicia social, no mejoró realmente la vida de las personas; en muchos casos, incluso, la empeoró.
Desde el primer cuento, “Nos han dado la tierra”, se aborda una problemática fundamental de la vida rural mexicana: la cuestión de la propiedad de la tierra. La necesidad de los pobres del campo de contar con tierras cultivables fue uno de los principales objetivos de la Revolución mexicana. Durante el porfiriato, esto es, el gobierno del dictador Porfirio Díaz (1876-1911), la concentración de tierras en manos de unos pocos hacendados y la legislación a favor de los dueños, en detrimento de los pueblos y agricultores independientes, había generado una enorme desigualdad social. Una de las principales reivindicaciones de la Revolución mexicana, que reaccionaba contra el porfiriato, fue la reforma agraria, que permitiera acabar con la formación de grandes latifundios y la dinámica de explotación de patrones a campesinos. Sin embargo, la reforma agraria se implementó de manera deficiente y desorganizada, pues las tierras se distribuyeron entre grupos heterogéneos (como carpinteros, zapateros y peluqueros), pero no entre campesinos, quienes seguían muy apegados a los hacendados. Estos últimos les entregaban a los campesinos sus tierras para que ellos las trabajaran con la condición de que, luego, entregaran la mitad de la cosecha. La reforma no logra alcanzar a los pequeños agricultores, que cada vez viven de manera más humilde y sometidos al patrón.
“Nos han dado la tierra” da cuenta del fracaso de esa medida. Ya el título de la historia nos ubica en el periodo posrevolucionario, donde los objetivos del levantamiento armado se han cumplido y los campesinos han recibido las parcelas por las que tantos dieron su vida. La ironía, sin embargo, es que la tierra que se le dio al narrador y a sus compañeros es el desértico Llano Grande, un lugar que nadie -ni siquiera los buitres- quiere ocupar durante mucho tiempo. De hecho, en cuanto los cuatro hombres ponen los pies en su superficie, su único deseo es atravesarla y llegar a la ciudad y a la orilla del río. Así, la tierra recibida simboliza el fracaso de la Revolución: este proceso histórico, que parecía ser un caldo de cultivo de grandes ideales, ha resultado ser tan estéril como la superficie agrietada de la llanura.
Como la mayoría de los cuentos de esta colección, es un relato proferido por un narrador en primera persona, que se limita a narrar su experiencia personal. En este sentido, si bien es evidente que la mirada de Rulfo respecto del proceso de la Revolución mexicana y de la Guerra Cristera es crítica, y expone la miseria, la degradación moral y la violencia que aqueja al ámbito rural mexicano, lo hace de manera indirecta: el lector va adentrándose en la oscuridad de ese contexto a partir de la historia de vida de los protagonistas de esa historia.
El uso del tiempo presente en el relato corporiza la sensación de agotamiento y derrota a la que se enfrentan los viajeros, y da a entender que este fracaso de la Revolución es algo que se prolonga, mucho después de que la Revolución acaba. El fatalismo del que son objeto se cristaliza de forma especialmente poética en la única gota de lluvia que cae como por error, dando a los viajeros una esperanza que enseguida se frustrará: “Y a la gota caída por equivocación se la come la tierra y desaparece en su sed” (8).
La llanura, así, es retratada como un espacio de desolación, capaz de infundir esa sensación de desesperanza. Es un espacio desértico, donde casi no hay vida. De esta manera, irrumpe ya desde el comienzo del libro un tema transversal a El llano en llamas: el poder arrollador y devastador de la naturaleza, que con sus desequilibrios es capaz de someter al hombre e incluso llevarlo a su perdición.
También resulta irónico que, antes de salir a reclamar su tierra, los hombres deban entregar los caballos y las armas que los ayudaron a ganar la Revolución. Se sugiere de este modo que, una vez terminada su lucha, vuelven a ser pobres campesinos oprimidos. Asimismo, se introduce una crítica al gobierno en este cuento; crítica que puede rastrearse en varios de los cuentos del libro. Aquí, el funcionario se desentiende del pedido de ayuda de los cuatro hombres, dejando en evidencia su negligencia y desinterés: “Es al latifundio al que tienen que atacar, no al Gobierno que les da la tierra” (10). El gobierno parece así no responsabilizarse del fracaso en el intento por acabar con el latifundio, y pretende que los hombres se contenten, al menos, con haber recibido alguna tierra. La ironía del cuento alcanza su punto más álgido hacia el final, cuando resulta evidente que los hombres deciden desechar las tierras que les han dado, y siguen de largo, disgregándose y adentrándose en el pueblo: “Nosotros seguimos adelante, más adentro del pueblo. La tierra que nos han dado está allá arriba” (12).
Resulta muy significativo que el libro se abra con este relato, en el que se retrata la desilusión y la profunda sensación de derrota que queda luego de la Revolución mexicana, haciendo hincapié especialmente en el fracaso de la reforma agraria. Más que el comienzo de algo nuevo, la Revolución ha resultado ser un acontecimiento de privación de derechos y de desarraigo. Esto es evidente en la conmovedora descripción de Esteban, que no quiere dejar atrás su gallina, ya que no habría nadie en casa para cuidarla. Cabe destacar, sin embargo, que, al igual que en los demás relatos del libro, Rulfo nunca aborda estas críticas de manera explícita, sino que el lector va encontrándose de a poco con ese contexto de desolación y pobreza que sus cuentos construyen.