La tierra árida de "Nos han dado la tierra" (Símbolo)
En "Nos han dado la tierra", la tierra árida que reciben el narrador y sus compañeros, como parte del reparto de tierras que indica el proceso revolucionario, es un símbolo del fracaso de la Revolución y sus conquistas. Una de las reivindicaciones principales de la Revolución era garantizar una distribución más justa de las tierras cultivables, que el Porfiriato había concentrado en manos de unos pocos hombres ricos. Luego de la Revolución, se da la tan mentada reforma agraria, pero es evidente que ese reparto no redunda en beneficio ni siquiera de los hombres que participaron en las luchas. Así, ante el reproche de ellos, el funcionario que representa al gobierno sostiene que la culpa de eso no la tiene el gobierno, que reparte las tierras, sino el latifundio, dando a entender que la Revolución no logró acabar con esa problemática. Entonces, sostenida sobre grandes ideales, el resultado de ese proceso histórico ha sido tan estéril como la tierra agrietada del Llano Grande.
La vaca Serpentina de "Es que somos muy pobres" (Símbolo)
En "Es que somos muy pobres", la vaca Serpentina simboliza la oportunidad de Tacha de escapar al destino al que la condena su entorno. La vaca, conseguida con mucho esfuerzo por el padre, representa el único capital de la niña y serviría de dote para que un hombre decente la eligiera como esposa. Así, Tacha escaparía del desenlace que les tocó a sus otras hermanas, que se convirtieron en malas mujeres, que se acuestan con cualquier hombre y se dedican a la prostitución. Por eso, cuando la vaca se ahoga en la inundación, la esperanza de toda la familia de que Tacha escape a su oscuro destino se quiebra por completo y no pareciera existir una alternativa a su derrotero indigno.
Los perros en "No oyes ladrar los perros" (Símbolo)
En el cuento "No oyes ladrar los perros", los perros simbolizan la esperanza de que el hijo Ignacio se salve, en la medida en que son los ladridos de esos animales los que anticipan la llegada de forasteros a cualquier pueblo. De ahí que el padre le insista a Ignacio para que le avise si escucha los ladridos de los perros (ya que él lleva las orejas tapadas por las piernas de su hijo) pues esto significaría que ya están cerca de Tonaya, donde un médico podrá asistir a Ignacio. En ese sentido, cuando llegan por fin al pueblo, y todo parece indicar que Ignacio no ha sobrevivido el viaje, el padre entiende que efectivamente sí se escuchaban los ladridos de los perros, pero su hijo no le avisó. Por eso le reprocha no haberle concedido al menos la esperanza de creer por un rato que, ya cerca del pueblo, él lograría salvar a su hijo.
Luvina (Símbolo)
El pueblo de Luvina simboliza la soledad del hombre y su estado total de abandono. El narrador compara ese pueblo con un purgatorio, dando a entender que quienes viven allí son personas que parecen muertas y están atrapadas en un tiempo suspendido. Por eso, todo aquel que pisa Luvina, como el narrador, termina perdiéndose. En este sentido, Luvina representa la devastación y el abandono que Rulfo denuncia a lo largo de todo el libro El llano en llamas. Ni siquiera la mirada idealizante del narrador, convencido de llevar adelante el proyecto de educación propulsado por la Revolución, logra desarrollar su tarea modernizadora; termina, al contrario, fracasando -"Míreme a mí. Conmigo acabó" (109)--. Frente a esa mirada esperanzada, los habitantes de Luvina afirman que no hay posibilidad de escapar a esa devastación: no hay ayuda concreta del gobierno y escapar de allí tampoco parece ser una opción.
El banquete al gobernador (Símbolo)
En "El día del derrumbe", el pueblo ha sufrido un terremoto y trabaja con esfuerzo en su reconstrucción, cuando llega el gobernador ofreciendo ayuda. Sin embargo, esa ayuda nunca se hace efectiva y el pueblo, en señal de agradecimiento y respeto, monta un banquete opulento para el gobernador y sus funcionarios. El narrador y Melitón admiten que ese banquete implicó un giro de dinero muy importante, en un contexto realmente crítico para el pueblo. Incluso, admiten que lo que debía ser una visita para compadecer las pérdidas y ayudar a los damnificados, se convirtió en una borrachera y en una fiesta, que acabó con una balacera y una riña callejera, es decir, con más conflicto. Entonces el banquete al gobernador simboliza la negligencia y la hipocresía de las autoridades, que llenan sus discursos de promesas, pero luego obran en su propio beneficio, sin reparar en las necesidades de la gente; simboliza el abuso de poder de los políticos por sobre los ciudadanos, que están tan oprimidos que solo saben proceder con respeto y sumisión, aun cuando esa actitud los lleve a hundirse más en la miseria.