El nadador

El nadador Resumen y Análisis Parte 3

Resumen

Cuando Neddy sale de la casa de los Welcher, se dirige al borde la Ruta 424, esperando la oportunidad de cruzar. Mientras él está allí parado y semidesnudo, le lanzan burlas y risas desde los autos que pasan, e incluso le lanzan un envase de cerveza. De repente, Neddy se da cuenta de que no puede afrontar la situación con dignidad y le tienta la idea de regresar, se dice a sí mismo que no tienen ninguna obligación de continuar, pero enseguida reconoce que "No podía volver, ni siquiera podía recordar claramente el agua verdosa de los Westerhazy".

Finalmente logra cruzar la carretera y de allí solo tiene un breve trayecto hasta alcanzar la piscina pública, donde se encuentra con un escenario muy diferente al que está acostumbrado: los sonidos son más estridentes y se topa con reglas: “TODOS LOS BAÑISTAS DEBEN DARSE UNA DUCHA ANTES DE USAR LA PISCINA. TODOS LOS BAÑISTAS DEBEN USAR LA PLACA DE IDENTIFICACIÓN”. El agua de la piscina hiede a cloro, pero se dice a sí mismo que es un explorador que se enfrenta a "un recodo de aguas estancadas del río Lucinda", y se zambulle. Cuando llega al otro extremo de la piscina oye que los monitores le ordenan que salga del agua porque no tiene placa de identificación. Él lo hace y se dirige a la propiedad de los Halloran.

Análisis

El cruce de la carretera es un punto de inflexión en "El nadador": marca el punto final decisivo de la buena fortuna del viaje de Ned. En la primera mitad del texto, el protagonista tiene un viaje en gran medida agradable. Es capaz de reprimir la extrañeza que le provocan las señales de cierta pérdida de la memoria y logra convencerse de que todo está bien. Pero al verse frente a la carretera, Neddy reconoce la primera prueba real del trayecto: allí no está en su mundo conocido; no lo rodean sus vecinos y no cuenta con la ventaja, por tanto, de su estatus social. En la carretera, Neddy es un completo desconocido y así, descalzo y en traje de baño, ofrece "un espectáculo lamentable" y provoca risas y burlas. Entonces se da cuenta de que no puede afrontar la situación "con dignidad ni humor".

A pesar de las circunstancias, el protagonista siente que no puede dar marcha atrás y debe seguir su camino."Después de más o menos una hora había recorrido una distancia que imposibilitaba el regreso", afirma el narrador.

Una vez atravesada la carretera, las cosas no mejoran demasiado: Neddy debe atravesar la piscina pública, que hiede a cloro, está atestada de gente que no pertenece a su acomodado grupo social y se rige por una reglamentación diferente a los hábitos que caracterizan su mundillo.

Estas dos escenas iluminan las profundidades de la ironía del texto. La primera mitad de la historia establece un arco heroico, comparable a epopeyas clásicas como la Odisea. En ese relato, sin embargo, Odiseo se enfrenta a peligrosas aventuras y a la humillación social, que debe superar para completar su viaje. Así, el coraje constituye un rasgo esencial para que Odiseo pueda salir airoso de su viaje. "El nadador", por el contrario, describe pequeños obstáculos de la vida suburbana cuyo mayor peligro es exponer a su protagonista a miradas de desconocidos que pueden juzgarlo. El momento más difícil para Neddy consiste en cruzar una carretera muy transitada, acción que requiere, a lo sumo, un poco de paciencia. Lo único que puede hacer el protagonista, no solo frente a los autos que pasan sin parar, sino también frente a las burlas que provoca, es esperar. De hecho, es "Un anciano que venía por la autopista a veinticinco kilómetros por hora" lo que le permite al personaje superar el problema.

Algo similar sucede con la escena de la piscina pública: el agua con olor a cloro, la multitud, las reglas arbitrarias y los monitores que le ordenan que se retire de la piscina porque no cuenta con la identificación reglamentaria provocan en el protagonista una experiencia caótica y angustiosa, pero lo cierto es que nada de esto supone para él un peligro de ningún tipo.

En definitiva, las escenas de la carretera y la piscina pública sacan a Neddy del pequeño círculo en el que puede verse a sí mismo como un gran hombre con un importante propósito, y al verlo fuera de allí nos encontramos con un falso héroe, un hombre patético y hasta un poco loco, cegado por un delirio de grandeza.

No es casualidad que en esta sección del relato, cuando Neddy sale de su mundo conocido para pararse frente a la carretera, el narrador se aleje por primera vez del punto de vista del personaje e interpele directamente a los lectores: "Si ese día uno hubiera salido a pasear para gozar de la tarde dominical quizá lo hubiera visto, casi desnudo, de pie al borde la Ruta 424, esperando la oportunidad de cruzar. Quizá uno se preguntaría si era la víctima de una broma pesada, si su automóvil había sufrido su desperfecto o si se trataba sencillamente de un loco. De pie, descalzo, sobre los montículos al costado de la autopista –latas de cerveza, trapos viejos y cámaras reventadas- expuesto a todas las burlas, ofrecía un espectáculo lamentable". Esta imagen "desde afuera" nos da mucha información respecto a la fragilidad de la imagen que Neddy tiene de sí mismo y que intenta proyectar en su entorno, y nos da también una pauta de hasta qué punto él puede autoengañarse.

Por último, Neddy muestra desdén por las condiciones que debe afrontar en la piscina pública —las voces estridentes, el agua turbia y con olor a cloro, la multitud—, y que le hacen añorar "el agua color zafiro de los Bunker". Esta reflexión da cuenta de una clara distinción de clases entre aquellos que pueden permitirse una piscina privada en el jardín de su propiedad y aquellos que se ven obligados a frecuentar la piscina pública. El desdén de Neddy, que acompaña esta diferenciación, constituye una gran ironía, ya que, no poco después, el protagonista deberá reconocer, finalmente, su propia caída en desgracia.

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