El narrador de la novela se apropia de una multiplicidad de voces, pero es mudo.
El Mudito es el narrador de esta novela, pero no tiene la capacidad de hablar. Las explicaciones de su mudez son múltiples: se dice que ha nacido sietemesino y sin esa capacidad, que Jerónimo le ha robado la voz, que el doctor Azula le ha extirpado la garganta. Irónicamente, a pesar de no poder hablar, funciona como el soporte de muchas voces: no solo narra desde su propia voz, sino que incorpora también las de muchos otros personajes. Así, la obra es una polifonía -es decir, un conjunto de muchas voces- que tiene como soporte a un narrador mudo.
Iris Mateluna tiene sexo con muchos hombres, pero las ancianas creen que es virgen y su embarazo, producto de un milagro.
Iris tiene sexo con el Mudito y con muchos hombres que se disfrazan usando la cabeza de cartonpiedra del Gigante, pero, irónicamente, cuando detectan su embarazo, las viejas de la Casa están convencidas de que ella es inocente y virgen, que no hay ningún hombre involucrado en el asunto y que, por lo tanto, están ante un milagro. Por eso aseguran que Iris tendrá un hijo santo. Esta ironía inicial desemboca en los paralelismos, también irónicos, entre Iris Mateluna y la Virgen María, que se profundizan a lo largo de toda la novela.
En la Rinconada, Jerónimo es un monstruo por ser normal y bello.
Don Jerónimo diseña un mundo artificial y aislado para Boy en la Rinconada. Allí, lo monstruoso es lo normal. Irónicamente, en ese contexto, por ser normal y especialmente bello, el patrón se convierte en un ser marginado, discriminado. Hasta su hijo lo rechaza, y a los monstruos les genera repugnancia la armonía de su rostro y de su cuerpo.