"... bailando como una Virgen que se hubiera vuelto loca en su hornacina" (Capítulo 1, p. 32) (Símil)
Esta cita, ubicada al principio de la novela, compara a Iris Mateluna con la Virgen María. Es un indicio de lo que ocurrirá más adelante, ya que su embarazo es considerado milagroso y, al final, las viejas la colocan en un altar de la capilla con un bebé (que es el Mudito) en brazos. De esa manera, se trata de un símil carnavalesco, porque invierte la imagen de la Virgen cristiana: Iris, en realidad, ha tenido sexo con muchos hombres y no tiene un hijo santo.
"Porque me arrastraba. Como a un perro. Amarrado a una cadena para que la siguiera a todas partes..." (Capítulo 5, p. 101) (Símil)
Esta comparación sirve para explicar una de las transformaciones de la identidad del Mudito: cuando se convierte en perro de Iris y ella lo lleva con una correa por distintas partes, hasta obligarlo a salir a la calle juntos. De esa manera, el símil enfatiza el carácter de sirviente del protagonista, que es dominado por muchos otros personajes a lo largo de la narración.
"Inés Santillana, heredera, como él, de tierras y abolengos, era dueña sobre todo de una belleza ágil, movediza como la de un pájaro, de un colorido atenuado como lavado en miel" (Capítulo 11, p. 209) (Símil)
Esta cita corresponde a la descripción de Inés incluida en el relato de su noviazgo y posterior matrimonio con Jerónimo de Azcoitía. Se resalta su belleza como el mayor bien que puede tener una mujer y se la compara con un pájaro. Este remite al chonchón de la conseja de la niña-bruja, ya que todas las figuras tienen cabellos rubios. Así, la comparación se integra en la larga serie de paralelos establecidos entre Inés y otras figuras femeninas, que incluyen a la niña-bruja, a la niña-beata, a la perra amarilla, a la Peta Ponce y a las viejas asiladas en la Casa.
"... este medallón no era más que una etapa de friso eterno compuesto por muchos medallones, y ellos, los novios, encarnaciones momentáneas de designios mucho más vastos que los detalles de sus sicologías individuales" (Capítulo 11, p. 211) (Metáfora)
En varias oportunidades a lo largo de la novela, el linaje Azcoitía es presentado a través de la metáfora de los medallones. Jerónimo e Inés forman el último medallón del largo eslabón que es la familia compuesta por generaciones de hombres y mujeres aristócratas. Ese pasado familiar, como explica la cita, determina el destino del matrimonio: sus personalidades, mentalidades y decisiones individuales importan mucho menos que las funciones asignadas por sus antepasados como miembros de la clase alta del país.
"... las reglas del juego que don Jerónimo y yo, sí, yo mismo inventé las reglas de este juego que me ha atrapado con un gancho que me está haciendo sangrar" (Capítulo 15, p. 298) (Metáfora)
Humberto se siente atrapado en la Rinconada y, en esta oportunidad, lo expresa de manera metafórica. El "juego" al que se refiere no tiene nada de lúdico. Es, en realidad, una dinámica tortuosa, porque se trata del sistema cerrado con reglas fijas que ha diseñado Jerónimo para criar aislado a Boy. Esas reglas se imponen también a los otros habitantes de la Rinconada y los atrapan en el lugar, como prisioneros. En este punto, Humberto se siente directamente dañado por ese encierro, al punto tal que lo describe como un "gancho" que lastima su cuerpo hasta hacerlo sangrar. Paradójicamente, el narrador reconoce que él mismo, también, ha creado esas reglas.