"Aquí, por ejemplo, el Pasaje Güemes, territorio ambiguo donde ya hace tanto tiempo fui a quitarme la infancia como un traje usado" (símil)
Hacia el comienzo del cuento, el narrador protagonista manifiesta que su "patria secreta" siempre ha sido el Pasaje Güemes, un espacio en donde la inocencia de la infancia desaparece, al parecer como quien se quita un traje ya usado, en contacto con las primeras experiencias sexuales pagas.
"Llenarnos los huecos de un diálogo que no siempre era fácil” (metáfora)
Describiendo sus diálogos con Josiane, una vez que ya se han conocido un poco, el narrador se refiere a que los silencios que se hacían entre ellos al no tener qué decirse eran como 'huecos', lo cual nos hace pensar en un espacio de caída o de espacio sin salida, de incomodidad.
"Alimentado por lo que un periodista imaginativo había dado en llamar la saga de Laurent” (metáfora)
En el contexto del miedo que genera el asesino de mujeres en serie que aún se encuentra libre, el narrador parece referirse a la imaginación del lector como si se tratara de un estómago que requiere ser 'alimentado' para seguir adelante con su trabajo de recreación de posibilidades.
"En el café nos quedamos como en misa” (símil)
Estando en el bar de la Galerie Vivienne al que concurre asiduamente el protagonista, los allí presentes se enteran de que el asesino Laurent ha matado a otra mujer, en un lugar cercano al que ellos están. En ese momento, se genera un ambiente solemente, silencioso y concentrado, como cuando las personas asisten a una misa en la iglesia.
"Bebí hasta los bordes el tiempo feliz de las galerías” (metáfora)
Hacia el final del cuento, el protagonista se refiere a que disfrutó plenamente del que sería el último encuentro con Josiane en la Galerie.
"Kikí ya se metía de lleno en una bohardilla de la rue Notre-Dame-des-Victoires, sacando como un mal prestidigitador de barrio un gato gris, muchos papeles borroneados, un piano que ocupaba demasiado lugar, pero sobre todo papeles" (símil)
Cuando el protagonista pregunta a Kikí por la habitación del personaje al que llaman 'el sudamericano', ella responde lo que recuerda, y el narrador la compara con un prestidigitador de barrio, que de pronto y sin mucha preparación realiza su acto de magia, tal como le sale en el momento.