El zoo de cristal

El zoo de cristal Metáforas y Símiles

"¡Persistía, como una sentencia dictada contra los Wingfield!" (Acto I, escena 3, p.152) (Símil)

Tom, al relatar a público la obsesión que se vuelve para Amanda el tema de encontrar un candidato para Laura, establece una comparación llamativa: la imagen del candidato persiste “como una sentencia” contra la familia, es decir, algo de lo que, al parecer, no pueden librarse.

Evidentemente, desde que el señor Wingfield se fue sin dejar direcciones ni ayuda económica, la familia quedó sentenciada a depender de otros. Amanda, habiendo ya renunciando a la idea de que Laura pueda hacer una carrera y trabajar, considera que la única solución es que la muchacha encuentre un buen candidato. Con un marido, Laura será mantenida económicamente y ambas mujeres podrán prescindir de Tom en ese aspecto. De todos modos, la ambición de Amanda y las expectativas que pone en Laura evidencian el nivel de desconexión entre su esperanza y la vida real, así como la fragilidad de sus sueños. Aún si Laura pudiera encontrar a un marido, es extraño que Amanda tenga tanta fe en que ese marido pueda suponer la seguridad de toda la familia. Después de todo, el propio marido de Amanda desapareció, sin ninguna piedad, dejando a la familia en el naufragio en el que viven hace años. Esto expone el modo en que funcionan los roles de género instalados en la sociedad patriarcal: en Amanda tienen más peso los roles instalados (el hombre mantiene, la mujer es mantenida) que la propia experiencia, que parece demostrar lo contrario.

“¿Quién paga el alquiler de la casa, quién vive como un esclavo para…?” (Acto I, escena 3, p.154) (Símil)

Uno de los temas más importantes en la obra es el de la familia, asociado al del encierro y la libertad. El salario de Tom paga las cuentas, pero aún así Amanda lo trata como a un niño. En una de sus discusiones, Tom protesta utilizando un símil que evidencia el padecimiento que significa para él renunciar a sus sueños para mantener a la familia: en lugar de vivir aventuras, siente que está viviendo la vida de un esclavo, ya que no cree gozar de ningún tipo de libertad.

“Una luna que parece una pequeña chinela de plata” (Acto I, escena 6, p.175) (Símil)

El final del primer acto, con Amanda, Laura y Tom en la escalera de incendios, pidiendo deseos a la luna, rodeados de la música y las luces provenientes del salón de baile El Paraíso, adquiere belleza poética. Los colores de arcoiris en las luces y la música liviana pintan un mundo de placeres, tranquilidad y buenos tiempos. El paraíso, desde esta perspectiva, no es algo perdido y remoto en el pasado, sino algo que incluso podría alcanzarse en el futuro. La historia de vida de Amanda, tal como la cuenta, incluye ambos tipos de paraíso: ella anhela el universo idílico de su juventud, con sus diecisiete candidatos, y anhela un futuro de cuento de hadas, feliz, para su hija. Justamente, la expresión con la que describe en dos ocasiones a la luna alude al universo de fantasía de los cuentos de princesas. El símil con el que Amanda describe la luna parece referir al zapato de Cenicienta, aquella plebeya que fue convertida en princesa por el amor de un príncipe. Jim O’Connor, descrito en el primer monólogo de Tom como el símbolo de aquel “demorado pero siempre esperado algo por el cual vivimos” (p.141), sería, en los sueños de Amanda, el supuesto príncipe, que rescataría a Laura y le regalaría un final feliz.

“Soy como mi padre. El bribón hijo de un bribón” (Acto II, escena 1, p.185) (Símil)

Tom admite ante Jim que planea irse muy pronto, aunque no se lo ha dicho a su familia aún. El muchacho hace tiempo que no paga las cuentas de luz para, en cambio, abonar la cuota de la Marina Mercante, a la cual se afilió. Finalmente, Tom visualiza una ruta que lo aleja de Amanda y Laura, a la deriva, en el mar, sin destino ni objetivo previsto. En su relato ante Jim, explicita mediante un símil la identificación tan temida por Amanda y Laura: que Tom sea como su padre significa que abandonará la casa y a su familia y se volverá una figura ausente, como aquel.

"La ventana está llena de piezas de cristal de color, de frasquitos transparentes de delicados tonos, que parecen fragmentos de un arco iris roto". (Acto II, escena 2, p. 209) (Símil)

El tema de la memoria aparece con extremo lirismo en el último monólogo de Tom. Esa noche es la última en que está en compañía de su familia y, sin embargo, habiéndose ido lejos en el tiempo y el espacio, sigue viendo a Laura: su memoria no deja de perseguirlo. Tom cuenta que, a pesar de sus viajes, hay imágenes que estarán para siempre asociadas a su hermana y que, por lo tanto, la evocarán sin importar cuán lejos de ella esté. Una de ellas es la del cristal, presente en las vidrieras de perfumerías.

Tom expone una imagen visual para explicar la sensación que lo persigue. Los cristales de los frascos de perfumes, detrás de una vidriera, evocan para él la imagen de Laura, porque la muchacha está asociada en la memoria a su zoológico de cristal, cuyas piezas son tan frágiles como ella. El símil que establece Tom, a su vez, incorpora un elemento doloroso a ese recuerdo: los colores de los frascos de cristal, asociados a Laura, le parecen fragmentos “de un arco iris roto”. La imagen del quiebre, de lo roto, en asociación a Laura, pone el énfasis en la fragilidad y vulnerabilidad de la muchacha, y en la posibilidad, que Tom imagina, de que ella se haya roto con el golpe simbólico que habría significado para ella su abandono.

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