El zoo de cristal es una obra relevante en sí misma, plena de belleza poética y doloroso drama, pero también es relevante en el contexto de la obra completa de Tennessee Williams. Es su primera obra estrenada, y la que conduce al joven escritor a un estrellato inquietante. “Fui arrebatado del tácito olvido y empujado a una repentina providencia”, escribe Williams, algo desconcertado, en su ensayo “La catástrofe del éxito”.
La fama incomoda a Williams, también, en lo que sigue de su carrera. Su segunda obra estrenada, Un tranvía llamado Deseo, es reverenciada y aplaudida aún más que El zoo..., y ambas obras, en conjunto, son consideradas una cumbre en el teatro norteamericano. Williams tiene una larga y prolífica carrera, que se extiende durante varias décadas luego de su temprano éxito, pero nunca escapa de la sombra de sus dos primeras magníficas obras. “Soy ampliamente considerado como el fantasma de un escritor”, escribe en el New York Times en 1977, lamentando la negligencia recibida por sus obras posteriores en favor de sus primeros triunfos.
Lejos de situar una defensa o un tributo a la segunda parte de la carrera de Tennessee Williams, haremos uso de ella para pensar El zoo de cristal. Vale la pena observar El zoo de cristal no solo como una obra aislada, sino como la entrada a una poética del autor, en la que se repetirán símbolos, motivos, temas. Elementos de El zoo de cristal pueden resultar útiles para echar luz sobre otras prominentes obras del autor. Del mismo modo, los símbolos de Un tranvía… y otras obras pueden funcionar hacia atrás, iluminando nuevos modos de entender El zoo de cristal.
Una de las características más famosas de la obra completa de Williams es la figura del personaje masculino ausente, que se encarna en el hombre homosexual muerto que perturba los procedimientos en Un tranvía llamado Deseo, El gato sobre el tejado de zinc caliente, y Súbitamente el último verano. El marido de Blanche (la protagonista de Un tranvía…), Alan, se suicida después de que ella descubre su homosexualidad; Skipper (en El gato…) se emborracha hasta la muerte después de darse cuenta de la naturaleza de su amor con Brick, y Sebastián (en Súbitamente…) es asesinado brutalmente durante unas vacaciones hedonistas. Dos de ellos son poetas (Alan y Sebastián), dos son suicidas (Alan y Skipper) y los tres son homosexuales: todos ellos mueren a causa de una suerte de castigo social por su homosexualidad.
El zoo de cristal, por su parte, tiene un personaje masculino ausente de otras características. El señor Wingfield, padre de la familia, no es homosexual (al menos no se dice), ni está muerto. Es un telefonista que se enamora de la larga distancia, como dice el narrador. Su imagen, en una fotografía, cuelga sobre el escenario y ensombrece la vida de Amanda tanto como lo hacen las figuras masculinas similares en las otras obras de Williams, por lo que el señor Wingfield funciona como un prototipo estructural del hombre homosexual muerto. Por otro lado, Tom, el protagonista, nunca se declara homosexual. Ni siquiera se insinúa en la obra que lo es. El protagonista es poeta y pasa sus noches fuera del departamento (su excusa para escaparse a ver películas se basa en su discurso sobre la falsa aventura del cine). Sin embargo, no es inusual que Tom sea leído o interpretado como homosexual. Esto no es menor, dado que es un personaje semi autobiográfico. Pero además de la obvia conexión entre Tom y Williams, un lector o espectador de El zoo... que también conoce las otras obras del autor puede ver los símbolos de El zoo... con la significación que adquieren otros similares en Un tranvía... y las otras obras. El ejemplo más obvio es el énfasis en que Tom es un poeta. Esto es otra conexión autobiográfica, pero también refleja la relación común en la época entre “poeta” y “homosexual” (presente, por ejemplo, en la versión fílmica de Un tranvía..., cuando Blanche confronta a Alan).
Otros símbolos de Un tranvía… pueden funcionar también para leer El zoo... En Un tranvía… el concepto de paraíso se encuentra estrechamente unido al de destrucción y sexualidad; los salones de baile son lugares de degeneración sexual y fatalidad; las luces de colores son el símbolo del placer sexual. Y un momento destacado de El zoo... tiene a Tom parado en la escalera de incendios, con un discurso fervoroso y poético sobre las luces de colores en el Salón de Baile El Paraíso. No es difícil aplicar la simbología de Un tranvía… a esta imagen y encontrar una conexión entre Tom Wingfield y Alan Grey.
Tom no es solo el prototipo del personaje masculino ausente (o del hombre homosexual muerto), sino que también es el origen de esa historia que se desarrolla a lo largo de las obras de Williams. En las otras tres obras, el hombre homosexual muerto ya se ha ido, ya está muerto, y solo vemos, como espectadores, el efecto de su ausencia en las mujeres a las que dejó atrás. En El zoo..., llegamos a verlo antes de que se vaya. El zoo de cristal es la historia de Tom, mientras que Un tranvía llamado Deseo, El gato sobre el tejado de zinc caliente y Súbitamente el último verano cuentan la historia de Amanda y de Laura, las mujeres a las que él abandona.