Resumen
Laura está puliendo su colección de animales de cristal cuando Amanda llega a la casa visiblemente perturbada. Acaba de descubrir algo que la inquieta. Camino a su reunión de D.A.R (Hijas de la Revolución Americana), Amanda paró en la escuela comercial Rubicam, donde Laura supuestamente estudiaba dactilografía, para avisarle a las profesoras que Laura estaba enferma y no podría asistir ese día, y para preguntar por el progreso de su hija. La instructora se sorprendió porque no tenía registrada a ninguna alumna regular con ese nombre; solo recordaba a una niña muy tímida que dejó de ir después de tomar unas pocas clases. Amanda descubrió entonces que su hija le mentía hacía meses y no iba más al instituto.
Amanda, además de lamentar el desperdicio de los cincuenta dólares para la matrícula, le pregunta a Laura dónde ha estado pasando los días, cuando decía que iba al instituto. Laura, claramente nerviosa, admite que ha pasado todos esos días caminando por el parque o visitando museos, y que se lo ocultó a su madre porque no iba a poder soportar su decepción.
Amanda habla entonces sobre sus miedos: económicamente, Laura no tiene modo de sostenerse por su cuenta, y las mujeres sin maridos ni trabajo terminan humilladas, viviendo en ratoneras, dependiendo de la caridad de alguna cuñada. Le pregunta luego a su hija si nunca le gustó ningún muchacho, y Laura responde tímidamente que en el secundario le gustaba un muchacho llamado Jim. Él solía llamarla “Blue Roses”, apodo que le puso después de escuchar mal a la muchacha cuando ella le contó que había tenido un ataque de pleurosis. De todos modos, leyó en una noticia que Jim estaba comprometido con su novia del secundario, por lo que Laura asume que debe de estar casado.
Amanda le dice a Laura que debe intentar encontrar un marido. Laura responde con profunda tristeza que no podrá encontrar a ningún marido ya que ella está tullida. Amanda le recuerda que no quiere escucharla usar la palabra “tullida”, y dice que Laura solo tiene un pequeño defecto, al que podría sobreponerse si cultivara algo de encanto.
Análisis
Esta es la primera escena en que se ve a Laura cuidando su colección de animales. El zoo de cristal es el símbolo más relevante de Laura y su fragilidad. Su compromiso con los pequeños animales revela, en parte, cuánto le aterroriza la idea de interactuar con otros humanos ajenos a su familia. A su vez, las características del cristal pueden aplicarse a Laura: al igual que los pequeños animales, ella es delicada, bella en su extrañeza y terriblemente frágil. La pequeña colección, al igual que Laura, solo puede conservarse amparada en la protección que le brinda un lugar cerrado, como el departamento. Los animales deben mantenerse en una pequeña repisa y ser pulidos con frecuencia, y ese parece ser el único entorno al cual pertenecen. De un modo similar, Laura depende del cuidado y de la preocupación de su madre, así como también depende económicamente de que alguien la mantenga.
El intento de que Laura aprenda e incorpore herramientas para trabajar en la escuela comercial Rubicam es un terrible fracaso. Su verdadera discapacidad no parece estar dada por su pierna tullida sino más bien por su abismal timidez, una ansiedad que se manifiesta como una enfermedad. Laura no pudo continuar asistiendo a clases, y la consecuente decepción y miedo ante la posibilidad de que su madre se desilusione evidencia cuán opresiva puede resultar Amanda. Ella no es intencionalmente cruel, pero su preocupación por el futuro de sus hijos se entremezcla con una aparente necesidad de vivir a través de ellos, y el resultado es una terrible carga sobre los hombros de Tom y de Laura. Cuando Amanda le reprocha a Laura haber abandonado sus clases, y por lo tanto la posibilidad de adquirir un título que le permita trabajar, lo hace con ironía, en una primera persona plural: "Y bien… ¿Qué haremos ahora, querida, el resto de nuestra vida? ¿Quedarnos sentadas, simplemente, mirando el desfile? ¿Divertirnos con el zoológico de cristal? (...) ¡No podemos estudiar una carrera comercial! No, no podemos. Eso sólo nos causa indigestión" (p. 149). La primera persona plural evidencia el modo en que el destino de Amanda y el de Laura se entrelazan. Amanda lamenta una mala decisión en el pasado, que es haberse casado con el señor Wingfield, y de algún modo intenta redimir el destino por medio de su hija, intentando que ella se construya un futuro que le brinde mejor suerte. Amanda sabe lo que les pasa a las mujeres que no se preparan para mantenerse ni se casan con un buen candidato, porque lo vive en carne propia: "¿Qué nos queda ahora sino depender de otros durante el resto de nuestras vidas? Créeme, Laura: sé perfectamente qué les pasa a las mujeres solteras que no están preparadas para ocupar una posición en la existencia" (p. 149).
Las ansiedades de Amanda demuestran lo difícil de su situación financiera. Ella teme sinceramente lo que le sucederá a Laura ahora que ya no quedan esperanzas de que termine una carrera. Amanda trabaja, pero la familia Wingfield, con un padre ausente, depende del salario de Tom. Esa dependencia pone a Tom en una situación cada vez más difícil, tal como se ve a lo largo de las escenas. Sin él, Amanda y Laura deben encontrar a un “otro” de quien depender por el resto de sus vidas.
Es por la resignación a depender de otros que Amanda se lanza a la búsqueda de un candidato para Laura. En esta conversación aparece nombrado por primera vez Jim O’Connor, personaje que aparecerá en el segundo acto. Por el momento, Jim aparece nombrado en la respuesta que Laura le da a su madre cuando esta le pregunta si nunca le gustó algún chico. Jim y Laura compartieron un curso en la secundaria.
LAURA: Solía llamarme… Blue Roses.
AMANDA: ¿Blue Roses? ¿Por qué te dio un nombre tan tonto?
LAURA: Cuando tuve ese ataque de pleurosis… me preguntó qué me había pasado cuando volví. Le dije que había tenido pleurosis… y él entendió “Blue Roses”. De modo que, desde entonces, me llamó así. (p.150)
Este apodo es significativo. Las blue roses ("rosas azules", en inglés) son otro símbolo importante de Laura. Es una imagen bella pero ilusoria: es pura fantasía, ya que las rosas azules no existen en el mundo real. Laura, como una rosa azul, es especial, incluso única, pero eso también la vuelve incapaz de desenvolverse y existir en el mundo y la vida real. Y esa incapacidad es negada por Amanda. Ella promete encontrar fácilmente a un joven guapo que se case con su hija, y Laura protesta:
LAURA: Pero, mamá…
AMANDA: ¿Qué pasa?
LAURA: Soy una… ¡tullida!
AMANDA: ¡No pronuncies esa palabra! ¡Cuántas veces te he dicho que no la pronuncies! No eres una tullida, sólo tienes un leve defecto. (p. 151)
Durante la obra, Amanda vacila entre una evaluación realista de su situación y una ceguera voluntaria ante la verdad. Aquí, en las primeras escenas de la obra, vemos que Amanda sabe, en lo profundo de sí, que no será fácil encontrarle un marido a Laura, y que sus intentos de que Laura pueda mantenerse por su cuenta fracasaron definitivamente. Justamente es después de esta profunda decepción que Amanda comienza a sumergirse en la ilusión de que aparezca un candidato y salve milagrosamente la situación.