Resumen
Escena 4
Las campanas suenan, indicando que son las cinco de la mañana, y Tom llega, borracho, a su casa. Las didascalias no explicitan con exactitud cuánto tiempo pasa desde la escena anterior a esta, pero no parecen ser más que unos pocos días. Laura, que duerme en el sofá, escucha a su hermano en la entrada y le abre la puerta. Tom dice que estuvo en el cine toda la noche. Cuando Laura expresa su duda acerca de cómo hizo su hermano para ver toda esa cantidad de películas, Tom le cuenta explayadamente todo el programa de la noche y el show de magia que vio. El truco más impresionante del mago fue escapar de un ataúd clavado, sin que se suelte ningún clavo. Tom sigue impresionado por el truco y comparte su asombro con Laura.
Escena 5
Una hora después, cuando las campanas de la iglesia indican las seis, se escucha a Amanda gritando “¡Levántate y lúcete”. Luego de una sola hora de sueño, Tom se levanta para empezar otro día de trabajo en la zapatería. Laura, que fue enviada a despertar a su hermano, le ruega que se disculpe con su madre. Mientras tanto, Amanda le grita desde la cocina a Laura para que vaya a comprar manteca a la tienda. Laura, saliendo por la escalera de incendios, se tropieza y cae. El ruido asusta a Tom y a Amanda, pero Laura parece estar bien.
Incómodamente, Tom intenta disculparse con Amanda mientras toma su café. Amanda siente que sufre y se esmera por el bien de sus hijos, y que sus esfuerzos no son apreciados por Tom. Tom intenta decirle que no la odia y que entiende sus sentimientos. Amanda también le dice a Tom que él no puede fallarles, porque sin él la familia no puede mantenerse. Ella cree que si Tom es aplicado tendrá éxito; la idea del éxito para sus hijos la emociona, y se queda sin aliento con solo hablar del tema. Amanda le pide a su hijo que le prometa que nunca será un borracho. Le pide que coma algo, pero él se niega a ingerir cualquier cosa que no sea café negro.
Amanda está preocupada. Le dice a Tom que Laura cree que él es infeliz. Ella le pregunta a su hijo si sabe por qué va al cine todas las noches, si es que allí es donde va. Tom le responde que a él le gusta la aventura, y que la zapatería no le provee ninguna. Amanda está preocupada por la posibilidad de que Tom las abandone. Atemorizada por el futuro de Laura, le dice a Tom que solo puede irse si antes encuentra un reemplazo, un candidato para Laura, que eventualmente se case con ella y la mantenga económicamente. Le ruega a su hijo que no sea egoísta. Tom, frustrado, intenta terminar la conversación e ir al trabajo, no sin antes aceptar el pedido de su madre de buscar un candidato para su hermana.
Análisis
La fascinación de Tom por las películas y la magia aparece asociada a su sensación de encierro y la consecuente necesidad de buscar la libertad, al menos, por la vía de la fantasía. Tom siempre sueña con lugares fantásticos lejos de Saint Louis, pero por el momento solo puede huir a través de las ilusiones que le ofrecen el cine y los espectáculos de magia. Sueña con abandonar ese hogar, pero su responsabilidad por su madre y su hermana lo mantienen atado al departamento de los Wingfield: "Encerramos al mago dentro de un ataúd, clavando la tapa y salió sin sacar un clavo. He aquí un truco que me resultaría muy útil… ¡para salir de esa cueva de dos por cuatro! (...) Ya sabes que no hace falta mucha inteligencia para meterse en un ataúd de tapa clavada. Pero... ¿quién diablos consiguió salir alguna vez de un ataúd sin quitar un clavo?" (p. 159). Lo que Tom ve en el espectáculo de magia está directamente conectado con el tema del conflicto, encarnado en el personaje, del encierro y la libertad.
Tom desea salir al mundo y vivir su propia vida, pero su libertad se encuentra limitada debido a su familia, de la cual él es responsable. El truco de magia que más le impresiona es un símbolo de lo que Tom desearía poder hacer: escapar de un modo fácil, limpio, sin consecuencias, es decir, sin destruir el ataúd ni remover ningún clavo. Por su parte, la idea del ataúd como símbolo de la situación de Tom en la casa expresa la profundidad de la sensación de encierro y de infelicidad: él se siente, allí, espiritualmente muerto, ya sea por el desprecio que siente por su empleo como por la opresión que siente en la casa. En su conversación con Amanda, él sugiere que su trabajo mutila la posibilidad de seguir sus instintos. El mago es capaz de escapar del ataúd sin quitar los clavos, lo que dañaría el cajón. Tom puede escapar, dejar esa casa, pero solo pagando un alto costo: tendría que dejar a su hermana y a su madre, abandonándolas a un destino incierto. Lo que más asombra a Tom del mago es que este último no tiene que elegir; no se enfrenta al dilema al que sí se enfrenta Tom, y puede escapar sin causar ningún daño, lo cual es imposible para el muchacho.
Tom manifiesta, a través de la anécdota del truco de magia, su sentimiento de encierro. Como contrapartida, en la escena siguiente, Laura evidencia el conflicto que significa para ella la sola idea de salir de su casa, tropezando en el primer intento, al pisar la escalera. La vulnerabilidad de Laura se enfatiza en ese espacio simbólico más ligado a Tom, que es la escalera de incendios. Más adelante, él bajará por esa escalera una última vez, abandonando el departamento para siempre. En cambio Laura, en el mínimo intento de pisar ese espacio, se tropieza. Su caída simboliza su inhabilidad para defenderse en el mundo exterior, a la vez que presenta a la libertad, en su caso, como algo difícil de alcanzar. En el tropiezo de Laura se entiende lo desesperanzado de su situación.
Hay un momento de ironía dramática en el que Amanda intenta hacer que su hijo coma y, al mismo tiempo, prometa no convertirse en un alcohólico. El público sabe, no así Amanda, que probablemente Tom se encuentra con una terrible resaca, puesto que ha regresado ebrio a la casa unas pocas horas antes. Ese momento evidencia la enorme distancia entre madre e hijo: ella desconoce su estado y, por lo tanto, sus intentos por cuidarlo solo encuentran irritabilidad como respuesta. La tensión escala gradualmente pero con constancia, sugiriendo que ninguna paz entre Tom y Amanda puede ser duradera.
En la escena quinta, por otra parte, se equilibra la frustración de Tom respecto de la situación en la casa con la ternura que sienten los Wingfield el uno por el otro. Laura logra exhortar a Tom para que se disculpe con su madre y, al comienzo de su conversación con Amanda, el afecto entre ambos es visible. En tanto la conversación avanza, sin embargo, las viejas grietas parecen insalvables. Tom le explica a su madre que va seguido al cine porque le gusta la aventura, y la madre le reprocha que “No todos tienen esas locas ansias de aventura” (p.164). Tom protesta: “¡El hombre es por instinto un amante, un cazador, un luchador, y ninguno de esos instintos encuentra mucho campo de acción en la zapatería!” (p 164). Amanda se asusta ante estas declaraciones, que atentan contra la estabilidad financiera de la familia; sabe que Tom no se quedará mucho tiempo más, y por eso intenta negociar con él:
AMANDA: ¡Oh, veo con tanta claridad la advertencia del destino! ¡Es terrorífica! ¡Me recuerdas cada vez más a tu padre! Volvía a altas horas de la noche, sin darme ninguna explicación! Luego… ¡se fue! ¡Adiós! Y yo, a cargar con todo. Vi la carta que recibiste de la Marina Mercante. Sé con qué estás soñando. No estoy ciega. Muy bien, pues. ¡Hazlo! Pero no antes de que alguien ocupe tu lugar.
TOM: ¿Qué quieres decir?
AMANDA: ¡Quiero decir que, apenas Laura haya encontrado a quien cuide de ella, apenas se haya casado y tenga su hogar independiente, estarás en libertad de irte adonde se te antoje! (p.165)
Amanda sigue considerando que la única opción de futuro para Laura, frustrada la posibilidad de que estudie y trabaje, es encontrarle un marido. Sabe que no le queda mucho tiempo: Tom se irá pronto, muy lejos y quizás para siempre, tal como lo hizo el señor Wingfield. Amanda, entonces, le propone a su hijo un trato: la libertad de Tom a cambio de un marido para Laura. Esto evidencia que ella sigue situando su seguridad en las manos de los hombres, a pesar de que la irresponsabilidad que manifestó su propio marido y la creciente inquietud de Tom podrían poner en duda la fiabilidad de los proveedores masculinos. Amanda conserva el deseo de encontrar un marido ideal para su hija. Nuevamente, se manifiesta aquí el tema de los roles de género: el abanico de posibilidades se limita a aquello que la sociedad adjudica a las mujeres y a los hombres, diferenciadamente. La esperanza de Amanda se verá frustrada cuando llegue un candidato que se muestre incapaz de ayudar a Laura.