El lord que le reclama los prisioneros a Hotspur
En la tercera escena del primer acto, Hotspur le dice al rey que no le entregó los prisioneros porque no le agradó el lord que se los exigió en pleno campo de batalla. Describe al lord a través de las siguientes imágenes visuales y olfativas:
... llegó allí cierto lord, muy limpio, primorosamente vestido, fresco como un novio, la barba muy afeitada y rasa como un campo después de la siega. Estaba perfumado como un mercader de modas y entre el índice y el pulgar tenía un bote de perfumes que ora aproximaba, ora alejaba de su nariz que al fin, irritada, rompió a estornudar (...). En términos galantes y afeminados me interrogó, pidiéndome, entre otras cosas, los prisioneros en nombre de vuestra majestad (pp. 46-47).
La cita deja bien en claro que Hotspur se molesta porque el lord es afeminado. Shakespeare construye el carácter rudimentario, misógino y homofóbico del líder de los rebeldes como una muestra de su falta de inteligencia y sensibilidad.
El atraco que, supuestamente, sufrió Falstaff
En el segundo acto, el príncipe y Poins, disfrazados, le roban a Falstaff el botín que este acaba, a su vez, de robar. Falstaff, al ser atacado, no combate, sino que huye inmediatamente, dejando gran parte de su botín. Sin embargo, cuando dos escenas después aparece en la taberna y se reencuentra con el príncipe y Poins, Falstaff, quien se caracteriza por ser un mentiroso, describe la escena en que le robaron a través de las siguientes imágenes visuales:
Me han atravesado ocho veces el peto y cuatro las bragas; mi escudo está perforado de parte a parte y mi espalda mellada como una sierra (...) Empimenté dos; dos, estoy seguro, quedaron liquidados, dos pillos con trajes de bocací (...). He aquí mi actitud: con la espada en esta posición, cuatro pillos vestidos de bocací me acometen (...), se me vinieron de frente y me atacaron al mismo tiempo. Yo, con toda sangre fría, recibí las siete puntas en mi escudo (...). Los nueve en traje de lino empezaron a recular; pero les aprieto de cerca, trabajo con pies y manos y, en un relámpago, me liquido a siete de los once (...). Pero, como si el diablo se mezclara, tres de esos bandidos, tres canallas vestidos de paño verde de Kendal, me acometen por la espalda; estaba tan obscuro, Hal, que no habrías podido ver tu mano (pp. 68-69).
Su relato, por supuesto, está lleno de contradicciones. El príncipe, harto de escucharlo, lo interrumpe, lo acusa de ser un mentiroso y le revela que fue él quien le robó junto a Poins.
El príncipe yendo a la batalla
En el cuarto acto, Vernon, el primo de Hotspur, llega al campamento de los rebeldes con diferentes noticias. Una de ellas es que el rey y el príncipe han reunido un gran ejército y van rumbo a la batalla. Vernon, entonces, a través de diferentes imágenes visuales, describe la vigorosa y renovada imagen del príncipe, listo para batallar. Dice:
He visto al joven Harry, calada la visera, armado de todas armas, alzarse del suelo como un Mercurio alado y saltar a caballo con tal soltura, que parecía un ángel bajado de las nubes, para dominar y guiar un fiero Pegaso y maravillar al mundo con su noble destreza (p. 97).
El estado físico de Falstaff
Durante toda la obra, el estado físico de Falstaff es objeto de bromas. Se ríen de él, sobre todo, por su gordura y su vejez. En el tercer acto, Falstaff tiene una conversación con Bardolfo en la que él mismo alude a su deplorable estado físico a través de las siguientes imágenes visuales: "Bardolfo, ¿no encuentras que he aflojado indignamente después de esta última empresa? ¿No estoy disminuido? Mira, mi piel cuelga sobre mí como el pellejo suelto de una vieja lady; estoy marchito como una manzana de invierno" (p. 89).