El honor
El honor es un tema central dentro de la obra. Hay dos personajes que constantemente hablan de la importancia de proteger y fortalecer su honor: Hotspur y el Rey Enrique IV. Con el paso de las escenas, la obra demuestra cómo estos personajes, cegados por el mandato de defender su honor, consideran que todo lo que no se adapta a sus pretensiones o puntos de vista es una mácula o una ofensa. Entonces se vuelven soberbios e iracundos. La idea del honor como un mandato es presentada en la obra como algo peligroso, irracional, que puede causar grandes debacles como, por ejemplo, una guerra civil.
El personaje que se opone radicalmente a esta idea del honor es Falstaff, quien en el último acto llega a afirmar: "... no quiero saber nada con él; el honor es un mero escudo funerario" (p. 110).
Hasta aquí, tenemos personajes que consideran que el honor es todo, y otro personaje que considera que el honor es nada. ¿Qué falta? Un punto medio. Quien siempre encuentra el punto medio es Hal, el único personaje racional de la obra. Hal no se deja llevar por la ira cuando lo deshonran difamándolo. Tampoco tiene problema alguno en elogiar el honor de Hotspur, su enemigo. No va a la guerra solamente para defender su honor. Pero, por otro lado, desprecia a Falstaff por no ser en absoluto honorable, y deja en libertad a Douglas, pese a ser un enemigo, por ser honorable. Esta concepción del honor como algo no solo emocional sino, sobre todo, racional es la que se impone en la obra como la concepción adecuada, la que deben tener los grandes mandatarios para poder defender su reino con lealtad y evitar, al mismo tiempo, constantes conflictos internos.
La legitimidad del poder
Enrique Bolingbroke asumió el trono de manera ilegítima, deponiendo a Ricardo II por la fuerza. Una vez convertido en el Rey Enrique IV, tomó diferentes medidas que no fueron del agrado de otros nobles del reino. Entonces comenzaron los conflictos internos, que llevaron a la Batalla de Shrewsbury.
Lo que Enrique IV: primera parte demuestra es que para detentar verdaderamente el poder, es fundamental tener legitimidad. Enrique IV es cuestionado en cada decisión porque su poder proviene de una alianza política oportunista que le permitió llegar a la corona por la fuerza. Sus aliados, como Hotspur, a cambio de haberlo ayudado a subir al trono le exigen que tome medidas favorables para ellos. Enrique IV no tiene la potestad, en consecuencia, de tomar decisiones libremente. Es un rey sin verdadero poder, que debe responder constantemente a las demandas de sus aliados. Para colmo, Enrique IV no se destaca por ser un hábil político. Negociar y aceptar demandas no le place. Por eso, no logra la paz en su reino, y una y otra vez debe defender su poder mediante las armas en diferentes batallas.
Hal, quien sí se destaca por su habilidad política, comprende este problema a la perfección. Por eso aquí, aún siendo príncipe, comienza a negociar con los rebeldes a quienes acabará derrotando en la batalla. Hal entiende que para poder gobernar tranquilamente debe, en primer lugar, legitimar su poder. Y, para hacerlo, deberá poner de su lado a sus enemigos, convertirlos en aliados respondiendo hábilmente a sus demandas. Como si fuera un estadista moderno, Hal entiende que, para detentar el poder, no alcanza un título o una corona (menos cuando se hereda de un usurpador); se debe ser un verdadero político.
La relacion entre padre e hijo
La relación del Rey Enrique IV y el Príncipe Hal no es solo la de un mandatario y su sucesor, sino que también se trata de la compleja relación entre un padre y un hijo con concepciones opuestas del mundo que los rodea.
El Rey Enrique IV considera que lo más importante es defender el honor y demostrar coraje. A su hijo, por el contrario, no le molesta que mancillen su nombre, ni pierde el control por defender su honor. Su racionalidad le permite distanciarse y hasta reírse de los juicios que pueden ser emitidos en su contra. Por supuesto, al rey no le da risa que su hijo sea así. Ya desde el primer acto se muestra indignado con el príncipe porque este no se destaca en el campo de batalla y pasa gran parte de su tiempo de juerga. Incluso, llega a lamentarse porque su hijo es Hal y no Hotspur.
Si bien Hal se ríe de lo que piensa su padre de él, íntimamente tiene un gran deseo de redimirse a sus ojos, y lograr que esté orgulloso de él. Esto lo logra en el último acto, en el campo de batalla, cuando, combatiendo con valentía, le salva la vida y hace huir a Douglas. Entonces el rey acepta que el juicio que tenía sobre su hijo estaba errado y se siente orgulloso de él.
De esta manera, la relación entre padre e hijo se transforma a lo largo de la obra. Comienza siendo una relación absolutamente conflictiva, entre dos polos opuestos, y termina siendo una relación unida y estrecha, como lo demuestra la decisión final del rey de ir junto a su hijo a batallar a Gales contra Glendower.
La guerra
En la obra se plantean diferentes concepciones sobre este tema. Para Hotspur y el Rey Enrique IV, la guerra es una aventura en la que pueden demostrar su masculinidad, su coraje, y humillar a sus enemigos, así como obtener elogios y honra. Estos personajes viven de guerra en guerra. De hecho, en el comienzo de la obra, el Rey Enrique IV expresa su deseo de ir a combatir en las Cruzadas. Este deseo se frustra porque aparece otra guerra en su camino.
Para el Príncipe Hal, la guerra va mucho más allá de la demostración del coraje y la destreza marcial. Es un momento crucial que se debe aprovechar al máximo para mostrar las dotes de líder político, conseguir respeto y legitimidad como soberano y alcanzar una paz duradera.
Finalmente, Falstaff brinda la perspectiva más controvertida de la guerra al sugerir que la romantización del campo de batalla no es más que un intento vacío por embellecer lo que es esencialmente espantoso y destructivo.
Civilización vs. barbarie
La guerra entre el ejército real y los rebeldes puede considerarse también como un enfrentamiento entre civilización y barbarie.
Escocia y Gales, que tienen como líderes a Douglas y Glendower respectivamente, son presentados como territorios dominados por el exotismo y la barbarie. El lenguaje galés, particularmente, es presentado como un idioma incomprensible y propio de los salvajes. Por su parte, Hotspur es el conde de Northumberland, un territorio que linda con Escocia, y que también era considerado bárbaro.
La realeza, por el contrario, se sitúa en Londres, Inglaterra. Este país se presenta en la obra como el símbolo de la civilización británica, y el Príncipe Hal, como el primer monarca verdaderamente civilizado, que antepone la razón a la fuerza bruta y que, gracias a su inteligencia, derrota a los bárbaros en el campo de batalla.
La ira y la soberbia
La soberbia y la ira son dos cualidades negativas que definen a la perfección tanto al Rey Enrique IV como a su enemigo, Hotspur. Ambos pierden la razón y se vuelven sumamente arrogantes cuando alguien osa tomar alguna decisión que los contraría. El Rey Enrique IV, precisamente, pierde los estribos cuando Hotspur decide no entregarle a los prisioneros escoceses. Hotspur pierde los estribos cuando el rey decide no ayudarlo para ir al rescate de Mortimer. Como vemos en el último acto, la soberbia y la ira de ambos líderes termina teniendo como última consecuencia una batalla civil que podría haber sido evitada.
Pensamiento medieval vs. pensamiento renacentista
El príncipe Enrique es considerado por los historiadores como el primer monarca renacentista. El Renacentismo es un movimiento filosófico y cultural que se produjo durante los siglos XV y XVI. Recordemos que la obra está situada en 1402, apenas comenzado el siglo XV. Una de las características fundamentales del Renacimiento es la preponderancia del pensamiento racional por sobre las pasiones. El príncipe es un hombre inteligente, que utiliza el pensamiento racional no solo como herramienta política, sino también como herramienta bélica, como lo demuestra la astuta estrategia que presenta en la Batalla de Shrewsbury.
Por el contrario, Hotspur y el Rey Enrique IV son hombres con un pensamiento medieval, que valoran el honor y el coraje por sobre todas las cosas, y resuelven los conflictos a través de las armas. Es notorio el desprecio de Hotspur hacia cualquier tipo de estrategia para encarar la batalla. El líder de los rebeldes considera que su talento marcial ha de ser suficiente para vencer. Y, claramente, se equivoca.
Como vemos, en Enrique IV: primera parte, escrita por Shakespeare en pleno auge renacentista, la razón y la astucia vencen a la fuerza y el coraje.