"El acero de la guerra no herirá más, como cuchillo mal envainado, la mano de su dueño" (Metáfora y símil) (Rey Enrique, Acto I, Escena I, p. 37)
El reino se encuentra asolado por constantes conflictos internos. En su monólogo inicial, el Rey Enrique IV proclama que ha llegado el fin de esos conflictos y que el reino dejará de herirse a sí mismo. A través de estas figuras retóricas, compara el daño que causan las guerras internas con el daño que puede causarle un cuchillo mal enfundado a su propio dueño. Como se ve en la obra, esa proclama resulta fallida, ya que, al poco tiempo, se desata una nueva guerra civil.
"Me siento lleno de envidia hacia Northumberland, padre de ese hijo bendecido; un hijo que es tema de honor de la alabanza, árbol selecto de la selva" (Metáfora) (Rey Enrique IV, Acto I, Escena I, p. 38)
En la primera escena, cuando Westmoreland le informa al Rey Enrique IV acerca de los nuevos logros militares de Hotspur, este denomina metafóricamente a Percy "árbol selecto de la selva". A través de esta metáfora, el rey elogia la fortaleza y la rectitud de Hotspur, en contraposición a la supuesta fragilidad e incorrección de su hijo Hal.
"Hombres de vuestra nobleza y poderío se comprometieron en una injusta causa para derribar a Ricardo, esa suave rosa gentil, para poner en su lugar a esta espina áspera y enconada de Bolingbroke" (Metáforas) (Hotspur, Acto I, Escena III, p. 46)
Aquí, Hotspur utiliza dos metáforas. Primero define a Ricardo II, el rey que fue depuesto por Enrique IV, como una rosa dulce. Después, define a Enrique IV como una espina. A través de estas metáforas, Hotspur deja en claro que, según su perspectiva, Ricardo II era un monarca apropiado, que favorecía con su dulzura y suavidad al reino, mientras que Enrique IV le hace daño a su pueblo.
"¡Silencio, salchichón!" (Metáfora) (Príncipe Enrique, Acto II, Escena II, p. 56)
Durante toda la obra, Hal se burla de Falstaff por su gordura. Lo vilipendia con múltiples metáforas y símiles. En la cita, lo denomina metafóricamente "salchichón" aludiendo a su forma redonda y su exceso de grasas.
"Haciéndome ver rara vez, no podía dar un paso, sin provocar, como los cometas, el asombro" (Símil) (Rey Enrique IV, Acto III, Escena I, pp. 85-86)
El rey Enrique IV desaprueba la gran exposición pública de su hijo, el príncipe. En contraposición, afirma que él, en su juventud, limitaba sus apariciones ante el pueblo. Para darle más efecto a sus palabras, se compara con un cometa que cruza el cielo de manera inesperada y fascina a aquellos que lo contemplan.