Resumen:
El frío invernal es cada vez más hostil, pero esto no detiene a Esperanza, que debe permanecer afuera atando vides. Trabaja sin descanso: lo único que ocupa su mente es la idea de juntar el dinero necesario para traer a Abuelita hasta California. Está preocupada por su abuela, pero por el momento no tiene manera de comunicarse con ella.
Cierto día, Esperanza se halla a sí misma examinando sus manos ásperas y callosas, y admite que ya no las reconoce como suyas. Hortensia prepara un ungüento de aguacate para apaciguar sus heridas, pero en el fondo Esperanza sabe que ninguna receta regresará a sus manos la suavidad que supieron tener.
Finalizada la temporada de atar vides, Esperanza y Miguel visitan a Mamá en el hospital. El doctor les explica que ella ha contraído neumonía, por lo que no puede recibir visitas hasta que su estado mejore. Esperanza insiste en ver a su madre, pero Miguel termina llevándola de regreso al campamento.
Cuando Hortensia ve que Esperanza se siente deprimida sugiere que Miguel la lleve consigo al mercado el sábado siguiente. Miguel y Esperanza se suben a un camión que los ayuda a recorrer una larga distancia hasta llegar al negocio del señor Yakota. Existen otras tiendas más cercanas al campamento, pero Miguel le cuenta a Esperanza que el señor Yakota es conocido por tratar bien a los mexicanos, a diferencia de todos los otros vendedores de la zona, que los ven como sucios trabajadores inmigrantes. Esperanza bromea sobre su precaria vestimenta y se pregunta si cualquiera puede notar su excelente educación, superior a la de la mayoría de los estadounidenses.
Ya en la tienda del señor Yakota, Esperanza elige los productos básicos, pero no puede resistirse a comprar una pequeña piñata: quizás este gesto alegre a Mamá. Durante el regreso en camión, Marta y su madre, Ada, suben como pasajeras. Ambas se dirigen hacia el campamento en el que reside gran parte de los huelguistas, que es mucho más humilde y sucio que el campamento en el que viven Esperanza y Miguel.
Esperanza siente pena por los niños hambrientos del campamento, y decide regalarles la piñata que adquirió en el negocio. Marta les explica a Miguel y Esperanza que está ayudando a organizar una huelga que tendrá lugar durante la cosecha de espárragos. Les advierte que todo trabajador que no participe de la huelga corre peligro. Esperanza escucha sinceramente las palabras de Marta, pero sabe que no puede dejar de trabajar: debe cumplir su objetivo de traer a Abuelita lo antes posible.
Al cabo de algunas noches, Esperanza se entera de que Miguel obtuvo un puesto de trabajo como mecánico para el ferrocarril. La familia celebra la buena noticia con una gran cena. Al ver la felicidad en los ojos de Miguel, Esperanza rememora los buenos momentos vividos junto a su Papá.
Análisis:
Mientras Mamá se recupera en el hospital, Esperanza transita uno de los valles emocionales que Abuelita mencionó al principio del libro. Siente que sus problemas son como montañas que crecen a su alrededor y la aíslan. La historia de Esperanza se puede analizar, en varios niveles, pensando en la metáfora de Abuelita. Cuando Mamá y Esperanza se mudan a los Estados Unidos, se establecen literalmente en un valle, el Valle de San Joaquín. Cuando Esperanza viaja con Miguel hasta el almacén del señor Yakota, logra tener un respiro de todos sus problemas y preocupaciones.
Esperanza revela una nueva actitud desinteresada en el momento en el que compra la piñata. La adquiere con la intención de que Mamá se sienta mejor al recibir el sencillo regalo, cuando tan solo meses atrás no permitió siquiera que una niñita pobre toque a su fina muñeca por miedo a que la ensuciara. En aquel entonces, ella sólo consideraba sus propios deseos y necesidades. Ahora Esperanza es consciente de que puede brindar felicidad a otras personas por medio de su accionar. Más tarde, en el campamento de Marta, Esperanza no duda un instante en regalarle la piñata a unos niños pobres.
En este capítulo, Esperanza también modifica su mirada hacia Marta. Cuando ella presencia las condiciones paupérrimas en las que viven Marta y sus vecinos, su reacción no es de desagrado (como sucedió al llegar a su propio campamento) sino de empatía. Por primera vez, Esperanza escucha a Marta sin dejarse sugestionar por el disgusto que inicialmente sintió por ella.
Por último, Esperanza sigue trazando paralelismos entre Papá y Miguel. Cuando Miguel habla sobre su oficio de mecánico, Esperanza recuerda la actitud que Papá mostraba al hablar sobre su conexión con la tierra. En este sentido, Miguel llena el vacío que dejó Papá en la vida de Esperanza: la protege y la ayuda a mantener los pies en la tierra, además de darle espacio y apoyo para que ella crezca y confíe en sí misma.